“La Era Dorada de Estados Unidos empieza ahora”
Donald Trump, primer informe del estado de Nación
Con la grandilocuencia mitómana que lo caracteriza, el hombre naranja que dirige los destinos del vecino país del norte, anunció algo que ya se venía visualizando desde el primer día de su gobierno: el fin del orden económico global tal como lo hemos conocido desde que Reagan y la señora Thatcher lo impusieron a fines de la década de los ochenta.
Así es, de un plumazo decretó la defunción del llamado Neoliberalismo, e hizo retroceder el reloj de la historia casi un siglo, hasta principios de los años treinta del siglo pasado, cuando el entonces presidente Herbert Hoover promulgó la llamada ley Hawley-Smoot (Ley de Aranceles), la cual básicamente desconectó, o por lo menos restringió, la economía de los Estados Unidos con el resto del mundo, al imponer altas tarifas arancelarias a quien quisiera vender productos en el mercado norteamericano.
La intención declarada en aquel entonces, igual a lo que promueve hoy el mitómano habitante de la Casa Blanca, es que los productos y servicios que ofrecen los productores gringos se reposicionen y se revalúen, así como que se revierta la tendencia a manufacturar productos fuera de los Estados Unidos, es decir, que regrese la otrora poderosa industria manufacturera.
La idea así planteada hasta parece buena, ¿Qué norteamericano en su sano juicio puede oponerse a que regresen a los trabajos industriales que se han perdido en las últimas 4 décadas de neoliberalismo? Nadie. Pero, como todo lo que dice Trump -quien su único verdadero éxito es la de vender su propia imagen- la idea es una mentira.
Quien es estudioso de la historia, sabe que La Ley de Aranceles de 1930, no solo no generó más riqueza para el norteamericano promedio, sino que, al contrario, vino a profundizar los efectos negativos que en esos momentos se vivían con la Gran Depresión.
A diferencia de aquellos años treinta, Trump no recibió una economía en recesión, sino al contrario, recibió una economía en franca recuperación, después de que el mismo fue incapaz de maniobrar de manera positiva durante la terrible pandemia de hace 5 años, que afectó la economía global.
Y contrario a lo que les prometió a sus crédulos votantes, no solo la situación económica del norteamericano promedio no ha mejorado, sino que, de manera previsible, sus políticas y ordenes ejecutivas están destruyendo lo recuperado, y llevando, no solo a los Estados Unidos, sino a todo el mundo, a una crisis tanto de seguridad estratégica como económica.
Ahora bien, aunque la ignorancia supina del presidente naranja es conocida, también es bien sabido que es muy fácil manipularlo, por lo tanto, la pregunta pertinente es, ¿Cuál es la verdadera intención de quien está detrás de las torpes acciones destructivas de Trump? ¿Quién se beneficia?
He leído varias hipótesis, las cuales les describiré en las siguientes líneas, además de que aventuraré la mía propia.
En primer lugar tenemos la hipótesis de uno de los asesores más cercanos del plutócrata naranja, de nombre Peter Navarro. Este individuo, seguidor incondicional de Trump, y uno de los principales impulsores de la aplicación de los aranceles, asegura que con la aplicación de los mismos, el gobierno de los Estados Unidos, va a poder ingresar a sus arcas un estimado de 6 trillones de dólares en los próximos diez años.
Gracias a este “ingreso” extraordinario, el gobierno va a poder reducir los impuestos a los segmentos más ricos de la sociedad, los cuales, a su vez, tendrán más dinero para invertir en negocios, lo cual redundara en mayor beneficio para toda la sociedad. ¿No es maravilloso? Pues sí, solo que eso mismo es lo que proponía el neoliberalismo con el terrible fracaso que hoy salta a la vista.
La segunda teoría, atribuida a los oligarcas tecnológicos que rodean a Trump, establece que la guerra de aranceles terminará en un escenario donde todos los países habrán de remover sus tarifas al capital norteamericano, resultando en un auténtico “libre comercio”. Muy romántica idea, pero poco factible.
Y una tercer teoría que anda circulando por ahí, establece que la guerra comercial es parte de un plan maestro para hacer que el dólar pierda valor, y de esa manera, detonar un proceso de reindustrialización que redunde en beneficio de las clases trabajadoras norteamericanas. Quien crea esto seguramente también cree en el hada de los dientes y en santaclos.
Acá les va mi teoría, que solo les hará sentido a quienes vivieron los años más álgidos de la guerra fría, o que, como yo, nos formamos políticamente durante sus últimos estertores y, además, somos fans de las películas de Bond, James Bond.
Esta teoría está basada en la forma como operaron los cuerpos de inteligencia de las principales naciones que intervinieron la soterrada lucha del capitalismo en contra del comunismo y viceversa, y que tenía como uno de sus objetivos principal la infiltración de enemigo.
La versión oficial es que el campo capitalista y “democrático”, con la CIA como su principal ariete en esta guerra clandestina, derrotó al comunismo totalitario y antidemocrático junto con su órgano clandestino que era el KGB, y que, a la caída de dicho campo ideológico, los países que lo conformaban entraron en una etapa de democratización que, con altibajos, avanza hasta la fecha.
Solo que la realidad no es tan en blanco y negro como parece. Es verdad que efectivamente el campo capitalista se impuso en el mencionado conflicto, pero también es verdad de que la democracia no campea en la extinta Unión Soviética, la actual Rusia esta es gobernada con mano dura por una oligarquía que dirige el sanguinario Vladimir Putin.
Este individuo no hizo su carrera luchando por la libertad y la democracia, sino a la sombra del KGB, primero, y del FSB, después, a la “disolución” de la primera. Putin, como exagente de inteligencia, conoce muy bien las técnicas de la lucha clandestina, entre ellas, la importancia de un “topo” colocado en las más altas esferas del gobierno enemigo. Que mejor si dicho topo está colocado hasta la cabeza del mismo, ¿no les parece?
La autocomplacencia norteamericana los hace minimizar la importancia de la intervención rusa en las elecciones del 2016, cuando grupos de hackers rusos intervinieron decididamente en las redes sociales a favor de Trump. Así como los negocios oscuros que Trump y su clan tienen con Putin y los oligarcas rusos.
Por si lo anterior no fuera suficiente, Trump ha desestimado públicamente a la mismísima CIA, dejando en claro que le cree más a Putin que a sus servicios de Inteligencia. Ahora la diplomacia norteamericana apoya a Rusia en su guerra contra Ucrania ¡contrario a la posición de la OTAN!
Y por si eso no fuera poco, hace unas semanas los EE. UU. votaron, en contra de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que iba dirigida en contra de Rusia. ¡Estados Unidos aliado con Rusia y Corea del Norte, votando juntos! Seguro que Reagan se está revolcando en su tumba.
Por todo lo anterior, no puedo menos que creer que Trump, como agente o mínimo como aliado de Putin, pretende destruir no solo la economía de los Estados Unidos, sino la del orbe entero, para de esa manera establecer un nuevo -y malévolo- orden mundial del cual ellos y sus socios sean los únicos dictadores.
Admito que mi hipótesis pudiera parecer muy fantasiosa, pero la verdad es que no hay fantasía que supere a la realidad que vamos a vivir los próximos cuatro años de la mano del ególatra en jefe que los gringos eligieron como su líder, y si no, al tiempo.
Es cuánto.

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