José Ramón Méndez, originario de Maracaibo, Venezuela, tuvo que sortear la muerte en la selva entre Colombia y Panamá, y en “La Bestia” en México, para llegar a Ciudad Juárez, antesala de su sueño americano.
Ciudad Juárez, Chih (ADN / Arturo Hernández) .- Llega con caminar lento calzando apenas unas sandalias pese a las bajas temperaturas que en ese momento azotan la orilla del Río Bravo, y tal pareciera que su mirada se pierde en el vacío, sin embargo, sus ojos acostumbrados a la adversidad, están enfocados en los elementos de la Guardia Nacional que, enfrente de donde él se encuentra, han establecido una barricada para impedir el ingreso a Estados Unidos de más migrantes.
José Ramón Méndez, recién llegó a Ciudad Juárez, después de un año de travesía desde su natal Maracaibo, Venezuela, de donde salió huyendo de la situación precaria en la que se encuentra su país con salarios de apenas 2 dólares mensuales.
Y en sus propias palabras, la travesía hasta esta frontera no fue nada fácil al tener que enfrentar diversas dificultades en sus más de 5 mil kilómetros recorridos, en los que cruzó selvas, ríos y lagunas de 9 países, entre ellos México, con la intención de ingresar a los Estados Unidos en busca de una mejor oportunidad de vida.
De acuerdo a su narrativa, en el Tapón del Darién (área selvática que marca la separación entre Colombia y Panamá), fue testigo de la muerte de varios migrantes, quienes fallecieron en su intento por cruzar el río Turquesa, en donde proliferan los peligros propios de la selva, además de las mafias que controlan las veredas y por las que, para su uso, cobran de 80 a 120 dólares por persona, dependiendo de la nacionalidad.
La jungla, es una muralla natural de 575.000 hectáreas de vegetación densa, es capaz de convertir el sueño de un migrante en un verdadero “infierno verde”, y de acuerdo a datos periodísticos, en su inmensidad, al menos 70 migrantes venezolanos han desparecido en los últimos meses.
Con voz pausada de como quien tiene el tiempo a su favor, indica que la falta de vías terrestres alternas para atravesar el espesor de la jungla hace obligatorio el uso de los guías, que, sobra mencionar, son parte de los grupos que controlan la zona ante la ausencia de autoridad alguna.
“Duré siete días en la selva y me tocó ver la muerte en algunos que quedaron en el intento de cruzar algunos de los siete ríos que existen en la zona, y de otros más de quienes no contaban con lo pactado por las mafias y fueron abandonados a su suerte en la inmensidad de la jungla, pero sin duda, lo más doloroso era escuchar en la obscuridad de la noche el llanto por hambre de los pequeños que acompañaban a sus padres”, dijo con voz entrecortada por las emociones.
De acuerdo la Cruz Roja de Panamá, es el Tapón del Darién, en donde más peligros enfrentan los migrantes, los cuales los ha enumerado de la siguiente manera:
- Las mafias
- Enfermedades y lesiones
- Los animales ponzoñosos que existen en la selva
- La violencia sexual
- Los ríos
- Los “Guías”
- La lluvia
- Los extravíos
- La deportación y la espera
- Más fronteras
Sin embargo, de acuerdo a José Ramón, de 24 años de edad, salir de la selva y llegar a Panamá no es garantía de continuar, y es que, de un tiempo a la fecha este país exige documentos legales para cruzar su territorio, por lo que hay que ingeniárselas para no ser sorprendido por las autoridades migratorias, porque de ser así, y en lo que esperas tu deportación fácilmente ya se invirtieron al menos siete días, con el retroceso que esto representa.
Después de Panamá, caminó por siete naciones en compañía de otros, que al igual que él, desafiaban cualquier adversidad impulsada por sus deseos de recorrer los miles de kilómetros que los separaba de la frontera de México con Estados Unidos.
En sus 12 meses de viaje, el maracaibero se ha dado a la tarea de anclarse por algún tiempo en algunas de las naciones que tuvo que atravesar con la intención de trabajar, y de hacerse de recursos para continuar su camino.
“Salí de casa sin Bolívar (moneda de Venezuela) alguno; salí con la intención de buscar fortuna para darle una mejor vida a mi madre, y es por ello que en cada lugar al que he llegado me he dedicado a trabajar unas semanas para hacerme de dinero para continuar mi cometido, que es llegar a la Unión Americana”, mencionó.
El camino del migrante que cruza el Darién no termina en Panamá. La mayoría de los casos es de gente que quiere llegar a Estados Unidos y, para hacerlo, siguen su vía por Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y México.
Sin embargo, fue al entrar a territorio mexicano en donde padeció el abuso de las autoridades, ya que, al llegar a Tapachula, Chiapas, presentaba un cuadro severo de calentura, misma que fue ignorada por los agentes migratorios, peses a que en más de una ocasión les pidió la ayuda.
“Lo único que les pedía era Ibuprofeno, misma que me fue negada en repetidas ocasiones hasta que me dejaron en libertad después de 48 horas a las 11 de la noche en medio de la nada, pero con un documento en el bolsillo que me permite permanecer en México”, añadió.
Menciona que fue en Chiapas en donde perdió su celular, único medio de comunicación con su familia que consta de seis hermanos y su madre, por lo que ya tiene al menos un mes de no saber de ellos.
Con el semblante triste, lleno de preocupación por la incertidumbre que representa estar en un país ajeno, a miles de kilómetros de su hogar, menciona que otro de las experiencias más traumatizantes la vivió a bordo de “La Bestia”, el tren de carga que miles de migrantes utilizan para trasladarse desde el estado de Tabasco hasta Tamaulipas.
Existen dos rutas principales de “La Bestia”, la primera conocida como la de oriente que parte desde Tenosique en Tabasco y sigue el Golfo de México hacia Reynosa, Tamaulipas, ciudad conocida por tener un cruce fronterizo hacia Texas, Estados Unidos.
“Por las bajas temperaturas y el viento natural por la velocidad del ferrocarril se me congelaron los pies por falta de calzado y de la ropa adecuada, por lo que, en un acto de compasión, mis compañeros de viaje me bajaron en la primera oportunidad que tuvieron para evitar la muerte por hipotermia”, dice.
Agrega que a causa de las lesiones tuvo que ser internado en un hospital público, en donde permaneció por espacio de cinco días bajo la supervisión de los médicos, a los que ahora, a la distancia, agradece haberle salvado sus extremidades.
Manifiesta que una vez recuperado de su salud se dirigió a Ciudad Juárez porque le llegó la comunicación de que por esta frontera había oportunidad de cruzar a Estados Unidos, sin embargo, al ver que no es así por las restricciones que ha ordenado el Gobernador de Texas Greg Abbott, su espíritu no decae, y dijo que, al igual que como lo ha hecho en todo su recorrido desde su natal Maracaibo, esperará la oportunidad para seguir adelante ya que su objetivo es darle una mejor vida a su madre, y esto, considera que solo lo logrará en la Unión Americana.
“Estados Unidos debe entender que nosotros los venezolanos no somos gente mala, y que lo único que queremos es una oportunidad de mejorar nuestras vidas”, finaliza, mientras fija su mirada en la barricada y el muro que lo separa de cumplir su sueño americano.
Galería
¿Quieres compartir información o enviar boletines de prensa? ¿Tienes dudas? ¿Necesitas verificar alguna nota?
No dudes en enviarnos un correo
¿Valoras nuestro trabajo? Apóyanos con tu patrocinio.
https://www.adiario.mx/patrocinios/