A 4 meses del asesinato de 2 sacerdotes jesuitas y un guía de turistas, la comunidad subsiste cada día con el temor de que delincuentes regresen a tomar venganza, como dijeron que lo harían.
Cerocahui, Urique, Chih. (ADN / Martín Orquiz) – Muy pocos pobladores hablan de lo que pasó en la comunidad de Cerocahui el pasado 20 de junio, cuando el líder criminal de esa región serrana, José Noriel Portillo Gil, conocido como el Chueco, asesinó en la misión de San Francisco Javier a los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales, de 79 años, Joaquín Mora Salazar, de 80 y al guía de turistas Pedro Palma.
“Las cosas no han cambiado mucho, sí hay vigilancia del Ejército y de los policías (estatales), pero aquí hay mucha gente del Chueco todavía”, comenta uno de los habitantes de la localidad, ubicada en el Municipio de Urique, al suroeste del Chihuahua, enclavado en la Sierra Madre Occidental.
En la zona hay presencia de elementos del Ejército Mexicano y de la Secretaría de Seguridad Pública Estatal (SSPE), bajo esa circunstancia los pobladores se sienten, dicen, seguros, pero tienen temor de lo que pueda llegar a ocurrir cuando los vigilantes del gobierno se vayan porque les advirtieron que cuando eso ocurra los matarán a todos.
“No sabemos lo que vaya a pasar, ojalá y no nos dejen solos como antes, porque aquí todavía hay gente del Chueco”, comentó otro de los habitantes de la zona, quien también se cuidó de que alguien más lo escuchara.
Aunque las y los pobladores tratan de llevar una vida normal, la sombra del homicidio de sus líderes morales y administrativos en la práctica y su ausencia, todavía les pesa.
“Pregúntele a la gente, cualquiera le va a decir lo mismo, tenemos miedo, aunque tenemos que darle para adelante porque no nos queda de otra”, contestó con tono molesto otro de los entrevistados.
Las mujeres no hablan, solo sonríen ante los cuestionamientos y se alejan.
Hugo Raúl Paulín Hernández, Subsecretario de Inclusión Productiva y Desarrollo Rural, visitó el lugar y comentó que la tragedia ocurrida en Cerocahui es, también, una oportunidad para que esa comunidad renazca.
Durante la celebración de la Feria de Productores, realizada el jueves 20 de octubre, exactamente a 4 meses de los homicidios, el funcionario federal comentó que el evento recuerda una trayectoria agrícola, pero ahora adquiere un matiz especial.
“Es un reconocimiento al trabajo de la comunidad jesuita, que tiene muchos años trabajando aquí, pero un reconocimiento también a los sembradores y sembradoras, porque la paz se construye, la paz no nace de manera espontánea… se nace, se gesta… como dice el presidente, Andrés Manuel López Obrador, es fruto de la justicia”, declaró.
Los sacerdotes, dijo, eran parte de una comunidad de aprendizaje campesino, compartían el trabajo en las parcelas, la celebración de la comunidad, es como cuando en una familia alguien se va, se sufre, hay una pérdida de la vida muy lamentable.
“También es una oportunidad para visibilizar que, detrás de esos graves y dolorosos acontecimientos hay un trabajo en favor de la paz y de la justicia, entonces sí es un reconocimiento, es una oportunidad de celebración porque hay que celebrar la vida, que se va construyendo, que sembramos vida”, añadió.
Los homicidios fueron un acontecimiento que generó la renovación del compromiso por construir, poco a poco, una sociedad distinta remontando muchos años de rezago social, a través de los cuales se gestó la violencia y la corrupción, es lo que hay que reconstruir y eso está tratando de hacer el Gobierno Federal.
Agregó que está pendiente seguir trabajando, porque en la medida en que se construye comunidad, que las hacen sustentables, se responde de fondo a las distintas violencias, porque no hay una sola.
El único modo de enfrentarlas y revertirlas es construyendo esquemas nuevos de convivencia y de sustentabilidad de justicia, afirmó.
Paulín Hernández comentó que las comunidades indígenas rarámuri en Chihuahua y otros pueblos originarios de estados como Jalisco, Durango y Sinaloa, están convirtiéndose en liderazgos de la comunidad porque se está revalorizando su presencia y su trabajo.
López Obrador impulsa y colabora en los planes de desarrollo de los pueblos originarios.
“Estamos en ese proceso, para que estos pueblos originarios muestren toda la fortaleza, sabiduría y la experiencia que tienen y marquen nuevos derroteros en nuestro país”, declaró.
Aseguró que Cerocahui está siendo punta de lanza porque es muy visible a nivel nacional e internacional, el trabajo que se hace ahí está siendo un ejemplo que puede ser replicable en otras comunidades.
“Sembrando vida está haciendo un compromiso, por eso está generando empleo y riqueza en las parcelas que antes estaban abandonadas, hoy son productivas y están generando una cultura del ahorro, estas pequeñas contribuciones van construyendo la justicia y la fraternidad y ahí nace la paz”, continuó.
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