Las microempresas en México representan un importante elemento dentro de la estructura productiva del país; al ser factor crucial dentro de las condiciones que permiten la gobernabilidad; la creación, protección y desarrollo de las microempresas debiera ser parte fundamental de una política de desarrollo económico nacional o local.
En México se considera microempresa a la unidad económica que emplea a entre uno y diez empleados y que no generan ganancias anuales mayores a los cuatro millones de pesos, de acuerdo al INEGI estos negocios ocupan al menos el 37% de los trabajadores nacionales, aportan aproximadamente el 15% del Producto Interno Bruto y representan alrededor del 95% de los negocios existentes.
Al ser una de las mayores fuentes de empleo del país (lo son de cualquier país del mundo), las microempresas requieren no solo del fomento e impulso del Estado mexicano, es indudable que para su supervivencia se hace necesario aplicar medidas encaminadas a su protección. Protección que, si bien puede y debe enmarcarse desde los gobiernos y legislaturas, también implica la cooperación de otros actores sociales y económicos.
El Estado debe entonces garantizar las condiciones para la creación y apertura de nuevos micronegocios, tal como se ha venido haciendo para las grandes empresas nacionales o de capital extranjero. Un pequeño emprendedor palidece al momento de constatar la larga lista de trámites burocráticos de los tres niveles de gobierno para abrir cualquier pequeño negocio, desde allí se desincentiva la actividad productiva y se incentiva la informalidad.
Una de las principales condiciones para motivar el pequeño emprendimiento es el establecimiento de un Estado de Derecho que asegure a los ciudadanos con iniciativa empresarial el gozar del fruto de su trabajo. En los tiempos recientes el contexto de criminalidad y de delincuencia común u organizada detiene la actividad productiva de manera particular en los negocios más pequeños por ser más vulnerables a delitos como la extorsión, asaltos o cobros de piso.
Pues bien, hablar de microempresas es hablar de los negocios más cercanos a la ciudadanía; son las tiendas de abarrotes, papelerías, estéticas, panaderías, fondas o pequeños restaurantes, ventas al por menor, carnicerías, talleres mecánicos, ferreterías, etc. En gran parte son negocios familiares que sustentan económicamente a millones de hogares, otros son inversiones de ahorros en aras de la autorrealización, su precarización implica un grave problema social.
Fortalecer a los pequeños negocios es simplificar los trámites para su operación de manera tal que los impuestos y derechos de los tres niveles de gobierno no impliquen una sangría constante de dinero para los microempresarios como actualmente sucede con las declaraciones al SAT, pagos por licencias de funcionamiento, licencias de uso de suelo, permisos de salubridad, dictámenes de aforos, dictámenes de protección civil, licencia de venta de alcohol, inspecciones recaudatorias, etc., etc.
Los subsidios pueden ser un instrumento de protección a las microempresas, que deben ser creados exclusivamente para estos establecimientos; el trato fiscal debe seguir contemplando un régimen especial para este tipo de negocios y debieran crearse estímulos reales a la seguridad social tanto para los trabajadores como para los propietarios.
De acuerdo al INEGI, los negocios en general registran su mayor mortandad antes de cumplir los tres años de operación, por lo que factores como los errores en la administración y falta de adopción y capacitación en nuevas tecnologías pueden ser determinantes para su desarrollo. En este sentido el sector social puede de manera creativa aportar sus capacidades en subsanar las deficiencias que presentan las microempresas.
Proteger a las microempresas de la competencia avasalladora, ofrecer un Estado de Derecho funcional, generar instrumentos que puedan fortalecerlas y articular al sector social en su óptimo desarrollo son acciones que el Estado mexicano puede propiciar para mantener estable un motor fundamental de la economía nacional.
“La riqueza lograda de la noche a la mañana pronto desaparece; pero la que es fruto del arduo trabajo aumenta con el tiempo”.(Proverbios 13:11)
Moisés Hernández Félix
Lic. en Administración Pública y Ciencia Política, candidato a Maestro en Administración en curso. Ha sido funcionario público federal y docente en nivel media básica y medio superior. Se especializa en gobernanza educativa y políticas públicas.
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