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    noviembre 17, 2024 | 0:33

    La Orden masónica es una institución perfecta

    Publicado el

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    En 1965 el Salvador Allende solicitó su plancha de quite a la Respetable Logia Hiram 65 de la Gran Logia de Chile, de la que formaba parte.

    La Logia rechazó su petición, por compartir el contenido de sus planteamientos sobre el futuro de la Orden.

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    Allende, fallecido en 1973 en el Palacio de la Moneda, era un maestro masón activo.

    Hoy te traemos íntegro el texto conocido como Carta de Petición de Cese la Masonería.

    Disfrútalo.
    SFU.
    Sobre todo, mucha Salud, donde quiera que estén.


    “La Orden masónica es una institución perfecta”
    QH Salvador Allende

    Al Querido Hermano:
    Luis Holguín Blanco
    Venerable Maestro de la
    Respetable Logia Simbólica “Hiram” No. 65
    Presente.-

    Creo que, tal vez, en ninguna alternativa anterior de mi existencia había experimentado una emoción más intensa y compleja como la que afronto en la presente oportunidad: he de esperar que esta comunicación traduzca ante el Querido Hermano y Venerable Maestro y mis Hermanos, lo más genuino y auténtico de mi pensamiento.

    Las alternativas propias de un destino profano pletórico de contingencias de lucha, me connaturalizaron con el principio de que es esencial el frío análisis colectivo para adoptar resoluciones de gran trascendencia.

    Pero en tales coyunturas siempre -antes que ahora- comprendí que actuaba en función de procesos sociales y políticos e igualmente en función de organizaciones de muy claras concepciones interpretativas de la historia, regidas por programas concretos y atendidas a estrategias y tácticas consecuentes.

    Capté que no era yo, aún acerca de mis propios actos, el arbitro supremo y exclusivo.

    Encarné aspiraciones de carácter general que personificaban a miles de chilenos y, por lo mismo, aunque se me dispensara el honor máximo de las más elevadas responsabilidades cívicas, me di los hechos con un compás de justo graso y según una cabal escala de valores objetivos.

    Mis pasos tenían que reflejar un fenómeno amplio.

    Y conforme a este criterio, jamás me dejé arrastrar por la jactancia de echar sobre mis hombros el fardo de algo que me transformara en una especie de agente de lo irreparable.

    Siempre me miré, antes que nada, en la faz de mi conciencia; pero aboné mis procederes y elegiré su peso, en lo que consideré como una correcta interpretación del sentir de la comunidad.

    En este instante no he consultado a ser humano alguno, porque ello no procede.

    Obro, teniéndome a mí mismo como único consejero.

    Por un impulso íntimo e inducido por ansias y anhelos nutridos de lo bueno y alimentado también por el ambiente familiar, con humildad y fe en lo positivo de la condición del hombre, detuve mi ruta profana.

    Golpeé, hace cerca de 30 años y en plena muchachez, ante las puertas de la Orden.

    Dejé oír mi solicitud iniciática; Hoy, al cabo de tan larga etapa de trabajo y convivencia, he resuelto cerrar esta dilatada trayectoria, sin haber interrumpido jamás mi asiduidad a los Talleres.

    ME ACOJO A MI TEMPLO ÍNTIMO

    Me alejo de los templos, por magníficos que ellos aparezcan ahora en la suntuosidad de su arquitectura y me acojo al templo íntimo que, en plena madurez de condiciones, he logrado edificar para mí mismo.

    Este Templo, construido con los sólidos muros del idealismo; traducido en la justicia social, la libertad concreta extraña a toda alienación; apoyado en la fraternidad por la proscripción de las clases sociales y de la igualdad por la derogación de cualquier discriminación, ya sea racial, religiosa, económica o cultural, es obra de múltiples experiencias acumuladas con el correr del tiempo.

    Surge mi formación, de estudios hechos, de circunstancias y emociones tan variadas como ricas, en las que el éxito y el fracaso se confundieron; en que las amarguras y las excepciones se borraron ante el desinterés de nos humildes y los ejemplos anónimos y edificantes y también de mis muchas jornadas de mi alternancia Masónica.

    Cuanto acumulé a través de treinta años de trabajo en los talleres de la Orden, tiene inobjetablemente caracteres de piedra fundamental para mí.

    Pero no deseo que semejante cimiento angular sufra menoscabo y velando por preservarlo ante mis ojos con fuerza y vigor he resuelto poner entre lo actual y contingente y los grandes valores, la neutralidad de la distancia y su benévola perspectiva.

    Me alejo sin reservas espirituales de ningún especie; con hondo sentido de la fraternidad hacia todos mis hermanos y ansiando solo que se me excuse, si inadvertidamente, con actos o palabras dijera, siquiera rocé espiritualmente a algún Hermano en nuestros Talleres.

    Solicito mi carta de retiro por imperativo de mi conciencia.

    Y ante esta, todo requerimiento extraño al propio yo, ha de detenerse y todo sentimiento ha de postergarse.

    El precio de semejante estrictez es muy duro.

    Pero se alcanza una compensación: la conformidad consigo mismo y la paz que traen el tiempo y su transcurrir.

    Aspiro que mi último contacto material con los Talleres pueda ser de alguna utilidad.

    Ello es mi deber postrero como Masón activo.

    Por lo mismo, pensaré en voz alta, con el único ánimo de que mi franqueza contribuya a clarificar conceptos, a evitar dudas en los iniciados -ojalá así sea-, también a enriquecer a quienes han alcanzado la plenitud Masónica, ya que el acervo moral no cesa jamás de perfeccionarse por la adición incesante de puntos de vista.

    Estudiante en un período de fragor social y político y médico joven, de acción profesional amplia y anónima, fui tremendamente golpeado por el impacto de la realidad patria y que, por decirlo sintéticamente, en su estructura económica, cultural, social y política, es la de toda América Latina.

    De ambiente familiar sin prejuicios dogmáticos y atraído por el papel protagónico de los Masones desde los albores de la independencia; por la dura tarea de la Orden en su inalterable lucha contra el mal y por el bien; por la acción profana de la institución en sus afanes de eliminar la desigualdad social; por sus esfuerzos para barrer la intolerancia y superar el oscurantismo y pro imponer un régimen de igualdad de derechos y de expectativas para todos los hombre ingresé a la Orden.

    Es no escasa medida también ejerció influencia en mis preocupaciones de bien público, mi devoción hacia la figura de mi abuelo, el doctor Ramón Allende Padín, ex Gran Maestro de la Orden y fundador de la primera escuela laica de Chile.

    Larga trayectoria en la que he recibido honrosas muestras de confianza de mis Hermanos, como la Maestría y la jefatura de mi Taller, me han hecho formarme un juicio que estimo apoyado en la realidad de nuestro ámbito fraternal.

    Además, imagino que son muy escasos los Hermanos que han visitado tantas Logias como yo, a través del territorio nacional, durante tantos y tantos años que llevo procurando descubrir en su integridad social a Chile y las características de sus gentes.

    UN INCENTIVO DE SUPERACIÓN

    Desde un punto genuinamente teórico, la Orden Masónica es una institución perfecta.

    Esencialmente aspira a una meta que carece de ubicación determinada en el tiempo y que, por lo mismo, representa un incentivo permanente del más alto nivel: la superación del hombre en sí.

    Los métodos que sustenta para promover semejante proceso son inobjetables por su contenido y significación.

    En efecto, su sistema de gradación iniciática, sinónimo de esfuerzo, disciplina, constancia, etc., no puede merecer el más leve reparo.

    Su lenguaje simbólico, más allá de la belleza que encierra en si, ofrece la enorme ventaja de que las imágenes, que superan el frío significado preciso de los términos, ponen en vibración sugestiva y creadora todos los resortes de la imaginación interpretativa y de los sentimientos.

    Y el Ritual del intimo contacto de los símbolos, planea fórmulas expresionales y hasta organizativas que ennoblecen la convivencia .

    La Orden, en sus aspiraciones de fondo, podría mirarse quizá si como la mas acabada expresión del humanismo, ya que no incurre en dogmas – sinónimo de drama histórico- que singularizan las religiones.

    En su aspecto formal, la Orden también reconoce principios de una vigencia indiscutible: genuina democracia; una indispensable jerarquízación funcional de valores y una precisión nítida de las delimitaciones entre los diversos órganos de su estructura.

    Obviamente, dentro de los Talleres se crea, así una realidad que debería hacer de cada Hermano un hombre libre, de buenas costumbres, apto para cultivar la igualdad, la fraternidad, la tolerancia, y en suma, un ciudadano auténtico de la libertad integral.

    En la sociedad Masónica y en el pueblo Masónico nace, en cierto modo, un mundo que refleja el ideal de estructura de la comunidad, no solo ya en su carácter nacional, sino en la esfera universal.

    APERTURA AL MUNDO CONTEMPORÁNEO

    Este mundo ideal en que vive el pueblo Masónico, ¿puede bastar al hombre real, al hombre común, que se desenvuelve dentro de los imperativos tan concretos de una nación?

    En este interrogante radica un gran problema, pues, en los hechos, se aprecia una contradicción.

    Los Masones giramos en torno de la Igualdad, la Libertad, la Fraternidad como suprema síntesis de la convivencia colectiva .

    Procede hacer una observación: ¿quiénes integran nuestra Orden?

    ¿Podría, con honestidad intelectual, imaginarse que su composición refleja a la sociedad chilena de hoy?

    La respuesta, al menos en mi comprobada experiencia, tiene que ser negativa.

    En la Orden solo se cobijan elementos de la burguesía.

    No hay éste aserto calificativo de ninguna especie. Es un hecho y nada mas.

    En consecuencia, los principios que animan la vida Masónica son practicados por un grupo -no el mas vasto- de nuestra comunidad.

    ¿Debe la Orden permanecer indiferente ante una vacancia de la clase obrera como la que enuncio?

    Más aún, ¿se trata de un fenómeno accidental?

    La ausencia de elementos extraños a la burguesía es grave, tanto mas cuanto que fenómeno tiende a acentuarse, ya que la historia acredita que hubo épocas en que nuestros Talleres se vieron decorados por muchos y preclaros Hermanos, que respondían, por lo menos a una extracción artesanal y que también predominaba en el mutualismo.

    ¿Ingresa a la Orden en forma ininterrumpida, una raudalosa corriente de juventud, de estudiantes, de elementos representativos de la intelectualidad nacional en marcha?

    Tengo la impresión de que la respuesta, aunque menos categórica que en el caso de los trabajadores, tiene también que ser adversa.

    En mi trayectoria de Masón activo, siempre me promoví estas cuestiones.

    Las conclusiones fluyen con extrema facilidad: determinados sectores sociales y aun estratos muy influyentes de la burguesía progresista no sienten que la Orden responda a los requerimientos del mundo contemporáneo.

    ¿Por qué? Por dos razones principales: por el desconocimiento de lo que es en sí la Orden y por la actitud de algunos Hermanos, que contradicen en el mundo profano lo que se imagina deben ser los principios de la institución.

    En su incesante afán de superación humana, la Orden tiene, sin embargo, metas que son esenciales para que tal perfeccionamiento pueda alcanzarse. Se plantean como tales la Igualdad, la Libertad, y la Fraternidad, y sus derivaciones.

    Algunos Hermanos consideran estos elementos en una órbita exclusivamente abstracta y formalista, eludiendo toda consideración de sus aspectos reales en la convivencia y que aparecen como algo sine qua non para el imperio de estos principios.

    Puede argumentarse que la Orden, si entra en estas actitudes temporales, pasaría rápidamente hacia su transformación en un partido político.

    Hay en esta apreciación un juicio simplista que exige análisis.

    En primer término, tiene que pensarse en la época en que la institución Masónica afianzó su etapa moderna, ya que no es del caso remontarse a entidades esotéricas del mundo antiguo, del Renacimiento o del feudalismo.

    La actual trayectoria corresponde a un período en que recién se comenzó a luchar por la emancipación del hombre con un sentido propiamente “humanista”.

    ¿Cuál era el nivel en que podía librarse esta confrontación de valores?

    Sólo en los espíritus selectos que, por su capacitación intelectual captaban que las únicas expectativas de progreso radicaban en el afianzamiento de ciertos conceptos de derecho, sinónimo de garantías individuales.

    Se promovió, así, el avance y perfeccionamiento de las instituciones constitutivas del Estado, al libre examen y al desarrollo capitalista como oposición al medioevo.

    La Orden partió en su ruta actual bajo el imperativo de fortificar las instituciones políticas y sus estructuras .

    Es decir, fue reflejo de una etapa en que las condiciones predominantes restringían las posibilidades de los seres superiores a hacer más y más correctas las manifestaciones superestructurales y formalistas de la sociedad.

    Y nadie puede ignorar que semejante enfoque se abría solo para los espíritus más cultos y generosos de la burguesía y de la intelectualidad.

    Y, desde entonces, la Orden para muchos Hermanos ha fincado su supervivencia en subrayar el carácter abstracto de su contenido.

    Me inquiero, ¿puede una institución mantener su fuerza y su vigor situándose al margen del “devenir” histórico y preocupándose sólo de conceptos relativos?

    A mi juicio ello sería una vana aspiración que, a lo más relegaría la Orden a una labor ateneísta y de grata convivencia puertas adentro.

    LA REALIDAD CON MIRADA VIGILANTE

    A mi juicio, la Orden tiene que medir la realidad que la circunda, tanto nacional como latinoamericana y universal, con mirada vigilante y actual.

    La declaración de principios y reiterados Conventos así lo disponen.

    No se puede sobrevivir sólo en razón de bellas tradiciones y del mérito del papel que se desempeñó en acontecimientos históricos.

    Nadie ignora que los deslumbrantes avances científicos y técnicos han transformado en sus raíces mismas muchos conceptos.

    Diríase que la mayoría de las palabras conservan su sentido esencial; pero que resultan ineficaces para expresar las dimensiones de los nuevos valores que trastocan el mundo en sus elementos determinantes.

    Es acertado imaginar que un régimen jurídico liberal, a través de las disposiciones constitucionales, podría, por ejemplo, garantizar la libertad de los hombres, en el sentido de evitar la presión arbitraria.

    Evidentemente, el régimen jurídico representa un progreso sobre la etapa en que predominaban el absolutismo y la arbitrariedad.

    Igualmente constituyó un enorme avance la división y la autonomía de los Poderes del Estado, etc.

    Nuestra Orden cumplió en ese sentido una noble misión, no solo por la filosofía que imprimió en sus afiliados, sino por la batalla que libró frente a instituciones que, como la Iglesia, eran sinónimos de un status quo absolutista.

    Pero, ¿Puede hoy restringir sus esfuerzos a semejantes aspiraciones?

    No, y por una razón muy simple: en el estado actual alcanzado por las ciencias y sus técnicas derivadas, es dable ir más allá: se está en condiciones de organizar un régimen que origine un humanismo, claramente configurado.

    Es alcanzable hoy la libertad concreta, y no solo la libertad de espíritu.

    Antes, la gente de privilegiada sensibilidad y cultura se limitaba a alcanzar la hegemonía de su propia conciencia mientras las grandes masas quedaban al margen de todo avance.

    Hoy, nadie debe ignorarlo, resulta viable procurar a todos los seres los elementos que requieren para satisfacer sus necesidades biológicas, espirituales y culturales, en cualquiera de sus expresiones y matices.

    Es posible dar estructura a una comunidad en que haya sistemas planificados, aptos para derrotar las alienaciones efectivas que subordinan al hombre.

    Y un ser liberado en términos concretos tiene acceso a la más genuina, fecunda y típicamente humana existencia del espíritu y a una moral también genuinamente humana y social.

    Hoy, el hombre puede, en forma efectiva, desarrollar los tributos que lo diferencian de los demás seres.

    Es factible construir una comunidad en forma y en marcha.

    En forma, para responder eficazmente a los requerimientos que singularizan al hombre y su presencia, y en marcha, por la experiencia que es posible alcanzar ininterrumpidamente metas que la imaginación se revela incapaz de concebir.

    Es dable, así, cumplir integralmente, en el espíritu y la materia, un humanismo que, por si, justifica nuestra Orden y que, a mi juicio, traduce el símbolo del Gran Arquitecto del Universo.

    ¿Cómo podría o debería proceder nuestra Orden en su labor para alcanzar tan loables finalidades?

    La exclusión parece ser el método más adecuado para responder.

    No puede, sin lugar a dudas, enunciar fórmulas programáticas definitorias para dar solución a los problemas objetivos de la realidad, porque con ello seguramente alteraría la fraternidad, constituyéndose en un partido político o en una suerte de organización semejante, cuyo destino, en último término, habría de ser predominio institucional, con todas las proyecciones y consecuencias que esto trae consigo.

    No puede, igualmente, desentenderse de semejante realidad, ya que los hechos son porfiados y las vacancias que se comprueban en la composición de la Orden -vacancias tanto cualitativas como cuantitativas- revelan que algo origina esta falta de atracción en la comunidad.

    UNA MISIÓN GRANDE Y EXCELSA

    A mi modo de ver, la Orden tiene una misión grande y excelsa: sin precisar enunciados de soluciones programáticas debe inculcar a sus afiliados que hay que definir con vara actual los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad para que surja una sociedad exenta de alienaciones, eliminando la cesantía abierta o disfrazada por los salarios insuficientes; para que se evite la enfermedad suprimible; para que no se operen las muertes anticipadas; para que exista un sistema de seguridad social funcionalmente correcto y eficaz en su acción, para que se erradique el analfabetismo y para que se abra a todos el acceso a las anchas rutas de la cultura en sus múltiples expresiones y creaciones; para que se reconozca el derecho a la vivienda que llevan en si todos los seres y para que el esparcimiento se encuentre al alcance de la generalidad, tanto en el orden físico y espiritual y no represente, como hoy acontece, un privilegio económico de los sectores que menos lo requieren por su vida grata cotidiana.

    Trasladados estos conceptos al orden internacional, se eliminará el subdesarrollo de los países; se afianzará la paz y se impondrán los derechos entre los Estados, más allá de las fórmulas organizativas o de su poderío bélico.

    LA LUCHA CONTRA LA OLIGARQUÍA

    Esta posición de nuestra Orden necesariamente la llevará a luchar con quienes, acéptenlo o no, son índices de postergación generalizada y con quienes disfrutan de las ventajas de un status quo insostenible por antihumano y antisocial.

    Estas mismas batallas se libraron ayer y ahora ellas deberán librarse contra la oligarquía, el feudalismo agrario; la concentración financiera monopólica; el colonialismo, el neocolonialismo y el imperialismo, y el oscurantismo religioso y dogmático.

    La Orden, si acepta tal actitud consecuentemente con las responsabilidades de nuestra hora, no podrá guardar silencio y enclaustrarse en sus templos.

    Sus filas, en cambio, se verán engrosadas y fortificadas de modo que sus enseñanzas trascenderán decisivamente al medio.

    Pero una Orden que nada dice cuando se siembra el terror psicológico masivo sobre la base de la mentira internacional durante nuestros procesos cívicos, es algo sin valor espiritual.

    Una Orden que no reacciona para procurar que no se vulneren la soberanía y la libre determinación de los pueblos, es algo también sin vida.

    Una Orden que nada dice cuando se invaden y masacran los pueblos porque una nación se reserva el derecho de determinar, por sí y por su poderío armado, cual es el sistema político y económico que considera aceptable, es una institución que no vela por la Libertad, ni por la Igualdad ni por la Fraternidad.

    Nadie puede inferir en estas apreciaciones que yo pretenda que la Orden se transforme en movimiento político.

    Pido, sencillamente, que forme a sus miembros en los conceptos que son su razón de existir, pero trasladados éstos a su significado, contenido y dimensiones presentes.

    A través de toda mi labor, principalmente en los últimos años he procurado que los Hermanos adquieran una conciencia de estos hechos.

    En importantes actos de la Gran Logia he denunciado la colusión gigantesca puesta en marcha entre la Iglesia, el imperialismo y la reacción nacional e internacional para preservar el statu quo que origina que la sociedad chilena no esté al margen de los riesgos colectivos – hoy técnicamente eliminables – siempre que impere un régimen político y de Gobierno que así lo desee.

    El sistema en vigencia hace que las masas no se revelen integradas por hombres “libres y de buenas costumbres”, sino en alta cuota por seres alienados, frustrados y agobiados por las taras de la miseria.

    A través de una muy prolongada jornada también he tratado de contribuir a que en los talleres se desentrañen objetivamente los elementos que configuran la realidad, definiendo en todos sus grandes lineamientos los factores que, en conjunto dan pie al subdesarrollo en Chile.

    Hasta ahora, he de reconocerlo, esta adaptación de las concepciones de mis Hermanos al mundo de hoy se torna difícil.

    He hecho un esfuerzo grande, a pesar de que mis tareas profanas me absorbían en inmensa medida.

    He cumplido conmigo mismo.

    En el aspecto interno se han adoptado normas institucionales que, en mi concepto, vulneran gravemente el sentido democrático de la institución.

    Tal juicio me merece y lo representé en forma del todo regular, la última enmienda constitucional que ha llevado a posibilitar la reelección del Serenísimo Gran Maestro.

    Esgrimí objeciones morales y también genuinamente institucionales, ya que toda entidad, de cualquier naturaleza que ella sea, ha de abrir válvulas para la renovación.

    Si no se considera conveniente brindar tales expectativas, se llega al corolario de que la misión del Sembrador no ha sido útil, pues no se ha dado origen a los frutos de cuya nobleza se tenga certidumbre.

    Podría, ante todos los hechos que he analizado, adoptar una alternativa: seguir junto a quienes comparten mis ansias de renovación dentro del pueblo Masónico o darme por vencido y guardar silencio.

    Pero no haré ninguna de ambas cosas.

    No creo útil para los Hermanos, cuyos puntos de vista comparto en su alto significado Masónico mi permanencia en la tarea junto a ellos, pues soy un político de acción militante muy definida y, por lo mismo, resulta fácil esgrimir la mezquindad de imputaciones partidistas para desconocer y desnaturalizar la raíz Masónica de mis afanes.

    No me acojo al silencio y envío esta nota a mis Hermanos explicando con franqueza mis ideas.

    Aspiro que esta comunicación sea juzgada en su exacta dimensión y que ella llegue a constituir un incentivo mas para las inquietudes de tantos Hermanos.

    Me resta formular algunas explicaciones estrictamente subjetivas.

    Experimento desgarramiento al alejarme de la casa que, espiritualmente, fue la mía por tantas épocas.

    Tengo conciencia de que, dentro y fuera de los Talleres, me comporté como un Masón.

    Siempre, aun a riesgo de mi posición política, reivindiqué públicamente mi formación iniciática; ante el ataque aleve contra la Orden siempre se me halló delante, ya sea en el Parlamento, en el Comité o en la Asamblea Popular.

    Aun dentro de los organismos superiores dentro de mi partido hube de poner de realce la no incompatibilidad entre los principios de la Orden y los programas de tipo socialista: entonces, al igual que esta comunicación trate de analizar la realidad de lo que es, en esencia, nuestra institución Masónica.

    Es decir, creo que en mi la siembra fue fecunda y al incurrir en esta mención, recuerdo con recogimiento y gratitud a quienes me brindaron la iniciación, a quienes me prodigaron la generosidad de su ejemplo y a quienes me estimularon a desbastar la piedra bruta.

    Mi emoción solidaria se traslada igualmente hacia los Hermanos que, sin vulnerar la prescindencia política de la Orden me procuraron su inapreciable apoyo a mi trayectoria profana, me alentaron con la fe en los postulados de justicia social y me entregaron tantos y tantos testimonios de solidaridad abierta y extraños a cualquier propósito subalterno.

    Me acojo a retiro.

    Formulo votos por la prosperidad de la Orden dentro de una efectiva misión social, para bien de la Patria, de nuestra América y del mundo.

    Deseo que la felicidad mas genuina marque el destino de todos y cada uno de quienes son y seguirán siendo mis Hermanos de verdad.

    Saluda muy fraternalmente al Venerable Maestro

    Firmado:
    Salvador Allende G.
    Santiago, 21 de junio de 1965

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