Hace algunos años que un equipo de arqueólogos chileno y estadounidense trabaja en el desierto de Atacama, el más árido del mundo, desenterrando huesos humanos de hace más de 120 siglos. Los investigadores acaban de publicar una artículo en la revista ‘Quaternary Science Reviews’ en el que concluyen que las trazas del asentamiento humano podrían tener unos 12.790 años de antigüedad.
Los trabajos se llevan a cabo en Quebrada Maní, en las proximidades de la ciudad de Iquique, a unos 1.860 kilómetros al norte de Santiago y consta de más de 1.000 artefactos, como puntas de proyectiles, raspadores de piedra, cuchillos, conchas marinas, fogones y huesos de camélidos con marcas de cortes.
Este nuevo hallazgo arqueológico en el desierto de Atacama, que se complementa con otros como el de Monte Verde, al sur de Chile, podría terminar con la tradicional ‘Teoría de Clovis’, por la cual se creía hasta ahora que el ser humano cruzó el Estrecho de Bering hace unos 14.000 años.
Según esta teoría la escasez de agua en el Estrecho de Bering, que une Asia y América del Norte, permitió el paso de los primeros homínidos americanos. Hasta hace unos pocos años el Consenso de Clovis, lugar en el que supuestamente se encontraron los primeros restos humanos de América (Nuevo México, EEUU), establecía que los seres humanos no pudieron pasar de Asia a América antes del 12.000 a.C.
Antes de esa fecha el Estrecho de Bering estaba helado y no había un puente de tierra por donde cruzar. Después el mar cerró el paso. Sin embargo, desde hace un par de décadas, y como es costumbre en la evolución, las fechas y las teorías se contradicen. En Chile, varios estudios han demostrado que las ocupaciones humanas en el desierto de Atacama, hoy el lugar más seco del mundo, existieron hace más de 12.000 años, durante el Pleistoceno tardío.
El paleoecólogo Claudio Latorre, uno de los responsables de la excavación, ha indicado al diario ‘La Tercera’ que “eran personas que dominaban el paisaje de forma increíble” y que tenían “intercambio con otros grupos”. “Podían desplazarse de mar a cordillera”, añadió Latorre, investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad y de la Universidad Católica.
Si bien el desierto de Atacama hace 12.000 años era igual de seco que hoy, la intensidad de las lluvias habrían permitido la existencia de recursos hídricos y por lo tanto, de flora y fauna en lugares como la Quebrada Maní.
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