Los españoles han lanzado un llamado de apoyo por el impacto de las inundaciones que dejaron al menos 158 muertos. Los residentes recurrieron a los medios de comunicación.
Madrid (VOA) – Tres días después de que históricas inundaciones repentinas arrasaran varios pueblos en el sur de Valencia, en el este de España, el impacto inicial dio paso a la ira, la frustración y una ola de solidaridad el viernes.
Muchas calles aún estaban bloqueadas por vehículos y escombros amontonados, que en algunos casos atrapaban a los residentes en sus hogares. Algunos lugares seguían sin electricidad, agua corriente ni conexiones telefónicas estables.
Los residentes recurrieron a los medios de comunicación para pedir ayuda.
“Esto es un desastre. Hay muchísima gente mayor que no tiene medicamentos. Hay niños que no tienen potitos. No tenemos leche, no tenemos agua. No tenemos acceso a nada”, dijo una residente de Alfafar, uno de los pueblos más afectados en el sur de Valencia, a la televisora estatal TVE. “Aquí no ha venido nadie ni a avisarnos el primer día”.
Hasta ahora se han recuperado 158 cuerpos — 155 en Valencia, dos en la región de Castilla La Mancha y uno más en Andalucía — después del desastre natural más mortal en la memoria viva de España. Miembros de las fuerzas de seguridad y soldados trabajaban para buscar a un número desconocido de personas desaparecidas, y se temía que muchas siguieran atrapadas en vehículos destrozados o garajes inundados.
Y como las autoridades repetían una y otra vez, se esperaban más tormentas. La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) emitió alertas por fuertes lluvias en Tarragona, Cataluña, así como en parte de las Islas Baleares.
Mientras tanto, los sobrevivientes de las inundaciones y los voluntarios se concentraban en la titánica tarea de limpiar una capa omnipresente de lodo denso.
Algunos residentes en comunidades como Paiporta, donde al menos 62 personas murieron, y Catarroja, han caminado kilómetros hasta Valencia para conseguir provisiones, y pasan junto a vecinos de áreas no afectadas que traen agua, productos esenciales o palas para ayudar a remover el lodo.
Juan Ramón Adsuara, el alcalde de Alfafar, uno de los pueblos más golpeados, dijo que la ayuda no bastaba para los residentes atrapados en una “situación límite”.
“Hay gente conviviendo con cadáveres en casa, eso es muy triste. Nos estamos organizando, pero se nos está acabando todo”, dijo a los periodistas. “Vamos con las furgonetas a Valencia, compramos y volvemos, pero aquí estamos totalmente olvidados”.
El agua corriente convirtió calles estrechas en trampas mortales y generó torrentes que arrasaron con hogares y negocios, dejando muchos inhabitables.
Las redes sociales han canalizado las necesidades de los afectados. Algunos publicaron imágenes de personas desaparecidas con la esperanza de obtener información sobre su paradero, mientras que otros lanzaron iniciativas como Suport Mutu —o Apoyo Mutuo, en valenciano— que conectaba solicitudes de ayuda con personas que la ofrecen. Otros organizaron colectas de productos básicos en todo el país o iniciaron recaudaciones de fondos.
La costa mediterránea española está acostumbrada a tormentas de otoño que pueden causar inundaciones, pero esta fue la inundación repentina más grave en la memoria reciente. Los científicos la vinculan al cambio climático, que también está detrás de las temperaturas cada vez más altas y las sequías en España y el calentamiento del mar Mediterráneo.
El cambio climático causado por el hombre ha multiplicado por dos la probabilidad de una tormenta como el diluvio de esta semana en Valencia, según un análisis parcial emitido el jueves por World Weather Attribution, un grupo compuesto por docenas de científicos internacionales que estudian el papel del calentamiento global en el clima extremo.
España ha sufrido una sequía de casi dos años, lo que empeoró las inundaciones porque el suelo seco estaba tan duro que no podía absorber el agua.
En agosto de 1996, una inundación arrasó un campamento a lo largo del río Gállego en Biescas, en el noreste, y mató a 87 personas.
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