“Tras permanecer relativamente sin cambios desde 2015, el porcentaje de personas afectadas por el hambre se disparó en 2020 y siguió aumentando en 2021, hasta alcanzar el 9,8 % de la población mundial, frente a los porcentajes del 8 % registrado en 2019 y el 9,3 % en 2020”, explican desde FAO a través de una comunicación escrita remitida a la Voz de América.
Los pronósticos para 2030
Las previsiones apuntan a que casi 670 millones de personas -que representa el 8 % de la población mundial- seguirán pasando hambre en 2030, teniendo en cuenta que por aquel entonces los efectos de la inflación y la crisis económica habrán minimizado su impacto.
“Se trata de una cifra similar a la de 2015, cuando se estableció el objetivo de acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición para finales de esta década en el marco de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, agregan al respecto.
El Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (IFAD, en inglés), otro organismo dependiente de la ONU y que vela por la mejora de los sistemas agrícolas para, entre otras cosas, luchar contra la brecha social y económica que afecta a los datos de hambruna en el mundo, expone que si no se hace algo al respecto “las cifras probablemente sean peores en el futuro”.
“Estamos hablando de que ahora 150 millones de personas han vuelto otra vez a la pobreza o a la inseguridad alimentaria, pero hablamos también de 3 billones de personas en el mundo que no tienen una dieta sana en su alimentación, en muchos casos son nuestros propios pequeños agricultores que no se la pueden permitir”, explica Álvaro Lario, presidente de IFAD durante una entrevista con la VOA.
La situación en América Latina
Lario advierte que la situación también se agrava en América Latina, “donde sabemos que en muchos casos la inseguridad alimentaria ha pasado de un veintitantos por ciento dependiendo del país a un 30 y tantos por ciento”.
Los países con mayor tasa de hambre son Haití (47,2 %), Venezuela (22,9 %) Nicaragua (18,6 %), Guatemala (16 %), Ecuador (15, 4 %) y Honduras (15,3 %).
“Las cifras son muy alarmantes y la realidad es muy dura en el sentido de que la tendencia que habíamos visto durante muchos años, de que tanto la pobreza como la inseguridad alimentaria iba reduciéndose, ahora creo que desde los últimos cuatro o cinco años, la tendencia se ha revertido a una situación mucho peor”, agrega el máximo responsable del organismo agrícola internacional.
Los estudios que normalmente elaboran las principales agencias internacionales para valorar la situación en América Latina y el Caribe aún no han ofrecido datos concretos sobre la tasa de inseguridad alimentaria que hay en la región para 2022 ya que los datos definitivos se publicarán a mediados del próximo año.
Las causas en la región
Sin embargo, ya se cuentan con algunas estimaciones sobre cuál va a ser la tendencia futura en América Latina y el Caribe.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), además de la FAO y el Programa Mundial de Alimentos (WFP, en inglés), señalan que el aumento de la inflación ha provocado un incremento del riesgo de inseguridad alimentaria, a pesar de que esta región cuenta con uno de los mayores superávit agropecuarios del mundo.
Estos tres organismos publicaron a principios de mes el informe Hacia una seguridad alimentaria y nutricional sostenible en América Latina y el Caribe en respuesta a la crisis alimentaria mundial precisamente para abordar esta situación en la región.
“Este comportamiento de la inflación de alimentos agudiza el riesgo de problemas de acceso a una dieta saludable, inseguridad alimentaria y hambre porque afecta más a los hogares de menores ingresos”, declaró José Manuel Salazar-Xirinachs, secretario ejecutivo de la CEPAL.
En este contexto, Salazar-Xirinachs advierte que “las crisis sucesivas a nivel internacional han comprometido el acceso regional a los alimentos e insumos agropecuarios”.
Otros factores que agudizan la crisis
Además, hay otros puntos a destacar que también están relacionados con el agravio de la tasa del hambre en la región:
-Las restricciones a la producción y al comercio de alimentos agudizan los efectos de la crisis climática porque “ese clima cálido y seco redujo el rendimiento de cultivos como el trigo y el maíz” y se prevé una reducción de la producción mundial de maíz del 4 % y del arroz en un 2 %.
-América Latina y el Caribe es una región altamente dependiente de la importación de fertilizantes, los que son cada vez menos asequibles para los agricultores.
-La inflación de alimentos aumenta el riesgo de hambre ya que afecta más a los hogares de menores ingresos.
-El combate a la inflación debe considerar otros instrumentos más allá de la política monetaria para no comprometer la recuperación económica.
-Las políticas deben responder a la emergencia a la vez que promueven cambios en los patrones de exposición a la crisis.
El portavoz de la CEPAL en esta materia también advierte que los precios de los alimentos siguen a niveles “excesivamente altos debido a diversos factores geopolíticos y climáticos”, una cuestión que, a su parecer, también se debería abordar de forma mucho más enérgica por parte de los gobiernos y los organismos internacionales con tal de reducir ese impacto.
El impacto de la guerra en Ucrania
Por otro lado, y de acuerdo con el extenso informe publicado recientemente, los tres organismos apuntan a que este conflicto seguirá afectando el suministro global de alimentos en 2023 y que, si no se pone remedio, se prolongará en el tiempo.
Las razones, de acuerdo al portavoz de la CEPAL, que justifican esta afirmación son las siguientes:
-La agricultura ucraniana está siendo fuertemente afectada: “se estima una caída de alrededor de un tercio de la superficie sembrada en la temporada 2022/23”.
-Rusia, bajo el embargo comercial, “puede carecer de algunos suministros como “maquinaria, semillas y pesticidas que suele comprar a la Unión Europea y a otros países”.
-“En el resto del mundo, los altos precios de los fertilizantes amenazan con mermar los rendimientos en algunas zonas productoras y afectar la producción para los mercados internos”.
-Las reducciones en las cosechas de cereales “también un impacto en la ganadería, con aumentos en los costos y los precios a los consumidores”.
Mayor inversión para paliar la crisis alimentaria
Por su parte, el presidente Lario, en conversación con la VOA, insiste en que los planes de inversión en la región son claves para afrontar esta crisis alimentaria.
“Lo que falta es inversión, inversión e inversión. Y no solo es inversión por parte del Fondo Internacional Agrícola, por parte del Banco Mundial o de la FAO, sino que es inversión también por los propios países”, dice aclarando que “si la inversión no ocurre ni por la parte local de los gobiernos ni por la parte de los sistemas del banco de desarrollo, y ni siquiera se ponen las plataformas para atraer al sector privado” será muy difícil poner las bases para aplacar este escenario cada vez “más preocupante”.
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