“Para las mujeres el mejor afrodisiaco son las palabras, el punto G está en los oídos, el que busque más abajo está perdiendo el tiempo.” – Isabel Allende
Una mujer soltera siempre será vista como una fuente de los deseos. Una fuente a la que cualquiera se acercará a tirarle una moneda y esperar que suceda un milagro.
Hablo por mí y por todas las mujeres solteras del mundo –bueno, más por mí–, al decir que es muy halagador cuando una se convierte en el centro del tiro al blanco y ellos se acercan. Porque siempre se acercan.
En la actualidad, a algunas mujeres ya no nos tiemblan los huesos y tomamos la iniciativa cuando es necesario; sin embargo, el protocolo social que dicta que sea el interesado quien dé el primer paso sigue siendo el más común. No sé por qué; no soy hombre, ni tampoco soy una mujer promedio.
Debe ser cosa de las hormonas y eso está bien, creo. Y aunque siempre he defendido que cada quien, sin importar las circunstancias, persiga sus intereses, he decidido hablar sobre las razones por las que he rechazado a mis pretendientes durante los últimos tres meses —sí, desde que me dejó mi novio—, las mismas razones que básicamente me harán rechazarlos siempre, siempre..
Es cierto que nadie es perfecto y que cuando uno se enamora los defectos forman parte del todo. ¡Ah, pero eso sí! Nunca aceptaré a los hombres que…
1. Son avaros
No es que yo sea una interesada. Este defecto tiene un trasfondo que pocas veces se vislumbra en los debates feministas de bajo rango, es decir, en las pláticas de personas que no tienen ni idea de lo que es el feminismo.
En lo personal, más de una vez he pagado la cuenta y no veo el escándalo en tal acto. Yo trabajo y gano mi dinero; el pagar la cena, el cine, o cualquier otra cosa, no me convierte en una mujer que compre a un hombre, sino en una persona que disfruta el tiempo que pasa con otra persona y que no encuentra sentido alguno en el hecho de que el dinero determine el tiempo, el espacio o el lugar de la compañía.
Por eso me irritan los hombres que no gastan un solo centavo en sus citas. Aquellos que se la piensan dos veces antes de llevar a su chica al cine un día que no sea miércoles. Sí, esos hombres tacaños que les puede comprarte un refresco, una nieve, o lo que sea.
Un caballero que no esté dispuesto a invertir algo tan simple y barato como “el dinero” en una relación, no vale la pena, porque si le molesta compartir su dinero contigo, también le molestará compartir cosas en serio importantes.
Compartir, ésa es la palabra clave. Esa clase de tipos me dan miedo, casi tanto como los que…
2. Son infantiles
Y esto va más allá de la madurez. Hablo de aquellos que no actúan como hombres, sino como niños desesperados por tener atención.
Alguien debería decirles que los tiempos en los que nos jalaban la trenza, nos decían “feas” y nos hacían enojar para que los persiguiéramos, esos tiempos se quedaron en la lejana puerilidad del jardín de infantes. En mi experiencia —que no me atrevo a decir que sea mucha o poca, sino apenas es eso, experiencia— me he percatado que detrás de este error existe un grave complejo de inferioridad.
Tal vez te sientes muy gracioso burlándote de ella, crees que actúas espontáneo y original si de repente le riñes por cualquier tontería, si le sacas la lengua, si la contradices y si le cambias de tema cuando ella te está hablando de algo serio.
Tal vez te sientes muy varonil si dejas de llamarla durante días, y después le hablas y le dices que la has extrañado, y después la vuelves a ignorar.
Tal vez creas que a las mujeres les gusta que las traten mal, pero déjame decirte que si eso crees, no sólo eres un idiota, sino que además tu soltería está tan comprometida como tu niñez eterna.
¡Crece de una puta vez!
Y hablando de niños, otros tipos a los que no tolero se caracterizan porque…
3. Son inseguros
Quizá sufrieron de bullying durante la pubertad, o simplemente no se sienten capaces de que una mujer les haga caso. Y están tan preocupados por caerte bien que todo el tiempo te piden que reafirmes tu aprobación hacia ellos.
Te hacen preguntas todo el tiempo estilo ¿Te caigo bien? ¿Cómo te gustan los hombres? ¿Te molesta si hago esto? ¿Te molesta si no hago esto?
Y una vez que sales con ellos, los cuestionamientos evolucionan a ¿te la pasaste bien? ¿Volveremos a vernos? ¿Te gusta cómo beso?
Y en los intervalos, si tú expresas un mínimo grado de desacuerdo, respecto de cualquiera de sus acciones, te piden disculpas “por ser tan estúpidos o torpes o raros” o una despreciable combinación de todas. Y siempre terminan diciendo “comprendo si ya no quieres hablarme”, “entiendo si ya no quieres salir conmigo”, “esto me ha pasado antes”.
¡Ah! Y aún no termino con estos hombrezuelos, ¿qué tal esos, que después de la primera cita te hablan para preguntarte con quién estás, dónde estás, qué estás haciendo y quién es ese amigo tuyo del Facebook, qué tal, eh? Cuando alguien hace esto, me le resbalo de las manos y corro tan lejos como me sea posible, casi tan rápido como cuando ellos…
4. Son aduladores
Y no es que no me guste que me mencionen por enésima vez que tengo los ojos hermosos –es lo único que tengo bonito, y por eso es el único piropo que he escuchado desde siempre–, pero eso de recibir halagos al mayoreo es algo enfermizo.
Los halagos son como chocolates, uno de vez en cuando cae bien, pero intenta comerte una caja de chocolates entera y ¡verás cómo te sientes!
Cuando su charla para llamar mi atención se basa en decirme lo linda que es mi cara, lo hermosa que es mi voz, lo perfecta que soy, lo inteligente, culta y talentosa que soy; me rió y me doy la vuelta.
¡No soy tonta!
Es verdad que tengo virtudes, muchas, pero también es verdad que no puedes verlas todas juntas en treinta minutos de conversación. Tú no crees que soy perfecta, crees que podrías abrirme las piernas, y tal vez podrías, pero no con tu absurda adulación.
No es bueno colmar a una mujer de halagos, porque espantan, así como lo hacen los que…
5. Son descuidados
Y aunque una mujer no es tan visual como un hombre, es realmente decepcionante cuando vas a buscar a una chica en las peores fachas de la semana, teniendo en cuenta que ella se maquilló, se peinó y hasta se perfumó pensando en verse agradable.
No se trata de que rentes un esmoking o de que vistas de gala para llevarla a comer hamburguesas; se trata de que te bañes, te pongas ropa limpia, te peines, y muestres un mínimo de cuidado en tu persona.
Imagínate que ella saldrá por esa puerta, oliendo a rosas, con el cabello limpio, con su mejor atuendo, y tú llegas en playera, con los zapatos sucios, con gorra porque no te peinaste y con la idea de que ser uno mismo involucra mostrarse tal cual, sin mayor artilugio que el de ser uno mismo.
Sí, es verdad, pero eso déjalo para después. Si un hombre no se esmera, aunque sea un poco, en lucir bien la primera cita; lo veo como cualquier otro hombre y no como uno que tiene deseos de conquistarme.
No me hagas mucho caso. Tengo mal carácter y si enlisto todas las cosas que me molestan de los hombres no terminaría nunca. De hecho, yo ni siquiera puedo platicar con alguien que tiene mala ortografía; eso sin contar que, bueno, mis sentimientos siguen comprometidos.
Aunque haces bien en hacer un autoanálisis, si es que esto te interesa y descubrir si estás actuando como alguno de estos hombres “hipotéticos” de los que he hablado.
Pero sobre todo, nunca olvides que la mejor manera de conquistar, no a una mujer sino al mundo entero, es siendo tú mismo.
No seas codo, no seas infantil, no seas inseguro, no seas aburrido, no seas descuidado; sé la mejor versión de ti mismo siempre.
Karen Cano también ha hablado de las tonterías que todo el mundo viene a contarte cuando cortas, ha defendido heróicamente a Burritoland y a la comunidad gay.
Originalmente publicado en MéxicoKafkiano.com el 10 de Julio de 2014
Karen Cano
Escritora, feminista y periodista de Ciudad Juárez, sobreviviente de la guerra contra el narco, egresada de la Universidad Autónoma de Chihuahua, reportera desde el 2009; ha trabajado para distintos medios de comunicación y su trabajo literario ha sido publicado en Ecuador, en Perú y en distintas partes de México.