Imagínate la escena: Jesús, el maestro de Nazaret, levanta las manos al cielo y pide al Padre.
¡Zas! Los cinco panes y dos pescados se multiplican milagrosamente, alimentando a cinco mil personas. ¡Qué locura! Al terminar la reunión, sus amigos, maravillados y curiosos, se acercan y le preguntan cómo lo hizo.
Era un suceso fuera de toda lógica. Con la serenidad que lo caracteriza, Jesús les responde: “Se lo pedí a mi Padre, que está en el cielo”. Sus amigos, desconcertados, le dicen: “Pero nosotros también pedimos y no obtenemos respuesta. ¿Cómo es que a ti sí te escucha?”. Jesús, con paciencia, les aclara: “Es que no saben pedir. No piden lo que realmente les conviene”. A esto, ellos solo pudieron clamar: “¡Auméntanos la fe!” (Aclaro que esta versión es de Lucía Barrios; pueden consultar el original en la Reina Valera).
Cuando leí esta historia por primera vez, no la entendía completamente. Me preguntaba: ¿Cómo se debe pedir, entonces? ¿Qué significa realmente aumentar la fe? Fue un descubrimiento que se fue revelando poco a poco.
Recuerdo un caso particular. Un paciente que estaba tratando por su problema de alcoholismo me envió un mensaje un viernes temprano, en tono jocoso: “Lucía, hoy es viernes y quiero que sepas que NO voy a tomar”.
Luego, alrededor de las 2:30 pm, me escribió nuevamente: “¿Puedes creer que todas las botellas tienen descuento en tal tienda? Te lo digo porque NO voy a ir y necesito desahogarme contigo”.
Más tarde, a las 7 pm, me contó en otro mensaje sobre el tormento de pasar frente a la tienda de descuento y su firme decisión de no entrar a comprar alcohol. Finalmente, a las 9:30 pm, recibí una foto de un vaso medio vacío. Me confesaba que no había tenido más remedio que beber y ya llevaba media botella de whisky. No entendía qué había pasado.
Días después, en terapia, le expliqué: no sabemos pedir. Su mente estaba saturada de la frase “NO voy a tomar”, pero la esencia de su plegaria seguía siendo negativa: “No quiero tomar”.
En cambio, al aprender a pedir de manera correcta, el pensamiento podría haberse estructurado así: “Qué bien se siente estar sobrio. ¿Qué cosas puedo hacer que me ayuden a mantenerme sobrio? La sobriedad es mi camino y mi meta”. Aunque la intención parece similar, el enfoque es completamente diferente.
Vivimos en un mundo que consume nuestra mente e imaginación, desviándonos hacia deseos que poco tienen que ver con nuestros verdaderos propósitos. Nos deslumbramos con la idea de una mejor casa, un coche nuevo, una escuela de prestigio, ropa de moda, y así sucesivamente. De esta manera, agotamos nuestra comprensión en las banalidades de la vida y, poco a poco, perdemos la fe.
Según Wallace Wattles, existe un método creativo infalible para alcanzar cualquier cosa que uno desee en la vida.
Lo aprendí hace tiempo y puedo dar fe de que funciona, tanto si eres consciente de ello como si no. Este método se compone de tres pasos:
Crea. Pide detalladamente, sé específico. Debes reconocer claramente qué es lo que realmente anhelas y deseas.
Visualiza. Imagina que ya estás viviendo lo que deseas. Presta atención a las sensaciones y percepciones que te genera disfrutar de esas cosas o momentos que quieres crear. Tu cerebro buscará la forma de convertirlas en realidad.
Agradece. Vive en un profundo estado de gratitud, con la fe de que las cosas que aún no son, serán.
No es magia. Es un proceso que, al convertirse en un estilo de vida, puede acompañarte en la construcción de la realidad que quieres vivir. Este proceso, sin duda, aumenta nuestra fe.
Y claro, nos vemos en la terapia.
Lucía Barrios
Psicoterapeuta, fundadora de CEFAMPI y autora. Experta en terapia breve, violencia de género y derechos humanos. Conferencista y docente en UACJ, ha liderado proyectos significativos sobre psicología y desarrollo humano.
