El día de ayer, el Senado de la República se transformó en un auténtico ring de lucha libre. En lugar de debates civilizados y discusiones constructivas, fuimos testigos de un espectáculo casi digno de la Arena México. El coordinador de Morena, Adán Augusto, y el senador panista Enrique Vargas casi llegaron a los golpes, entre insultos y manotazos, en una escena llena de gritos y euforia.
La sesión comenzó como cualquier otra, con la discusión del reglamento interno del Senado. Sin embargo, pronto se desató el caos. Adán Agusto, con la furia de un luchador apodado el Cavernario, lanzó un ataque verbal contra Enrique Vargas, quien respondió con la agilidad y destreza de un Blue Demon. Los insultos volaron por el aire como si fueran llaves y contrallaves en un combate de lucha libre.
La situación escaló rápidamente, y lo que debería haber sido una discusión parlamentaria se convirtió en un espectáculo bochornoso. Los manotazos y los gritos resonaban en el recinto, mientras los demás senadores observaban atónitos, como si estuvieran presenciando una lucha estelar en la Arena Coliseo.
Pero este no es el primer escándalo que protagoniza Morena en el Senado. Ya es bien sabido que legislan con las rodillas, aprobando reformas sin revisarlas adecuadamente, solo por complacencias y caprichos. Y sin duda para complacer a ya saben quién. La falta de seriedad y profesionalismo en el proceso legislativo es alarmante, y hoy quedó más claro que nunca.
En lugar de analizar y debatir las propuestas con rigor, los senadores de Morena parecen más interesados en imponer su voluntad a toda costa. La democracia implica debatir, conciliar visiones y construir acuerdos en la diversidad, pero parece que estos principios son ignorados por el partido en el poder.
La pregunta que todos nos hacemos es: ¿qué seguirá? Si hoy vimos a los senadores casi llegar a los golpes, ¿qué podemos esperar en el futuro? ¿Acaso veremos a nuestros legisladores enfrentarse en un verdadero combate de lucha libre, con máscaras y todo?
La situación es preocupante y refleja una profunda crisis en el sistema político mexicano. La falta de respeto y la violencia verbal no tienen cabida en un órgano legislativo que debería ser un ejemplo de civilidad y diálogo. Los ciudadanos merecemos representantes que trabajen por el bien común, no luchadores que se enfrenten en un ring improvisado.
La falta de seriedad y profesionalismo de los senadores, sumada a la violencia verbal y los manotazos, nos deja con una sensación de incredulidad y desilusión. Es hora de que nuestros legisladores recuerden su verdadero propósito y trabajen con responsabilidad y respeto.
La democracia no es un ring de lucha libre, y nuestros representantes deben comportarse a la altura de las circunstancias.
Aldonza González Amador
Criminóloga y Empresaria Juarense
Actualmente Presidenta del Organismo Nacional de Mujeres Priistas en el Estado de Chihuahua (ONMPRI) y Estudiante de Administración de Empresas en la Universidad de la Rioja España.
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