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    octubre 30, 2024 | 0:13

    Consentimiento y sin sentimiento.

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    Ana Paula llegó a nuestro encuentro con los ojos rojos, la cara quebrada y los sentimientos hechos nudo. La ira, el coraje, la indignación, la impotencia y la humillación se retorcían en su estómago bajo la siguiente idea: “no es justo”… La habían despedido porque su exjefe no comprendió que en el consentimiento sexual no se manda.

    Desde que la conoció, quiso jugarle al galán. Nadie podía decirle que no al jefe, y más si es tan atractivo e inteligente como él mismo se describía. Ana no sabía qué hacer; en ocasiones sonreía con sus comentarios e insinuaciones sexuales, ocultando con una mueca su incomodidad. Cuando sus expresiones subieron de tono, Ana no tuvo más remedio que decirle con palabras lo que ya se expresaba con todo su irritado ser al patrón: “Disculpe, pero usted no me interesa”.

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    El riesgo de decir estas palabras para quienes tienen una red de apoyo económico y personal es mínimo, pero para quienes desconocen sus derechos y temen dejar de comer, el precio de decirlas es un lujo que pocas se pueden dar.

    En algunas mentes no muy lúcidas, escuchar un “No” carece de significado. Pareciera que en su inconsciente trastornado oyen exactamente lo contrario y los impulsa a continuar un juego que lastima y violenta al otro.

    La magnitud de la violencia y la vulnerabilidad al acoso sexual en nuestro país tiene algunas medidas: 9 de cada 10 mujeres han sufrido algún tipo de violencia sexual en los espacios públicos o lugares de trabajo, y el 74% de las mexicanas se sienten inseguras en el transporte y las calles. Números altísimos que se ocultan entre diversas formas que solo ven y sienten las víctimas.

    El acoso es un fantasma presente entre los que se quieren pasar de vivos, aquellos que no les conviene entender que no solo el contacto físico agravia, que son libres de expresar lo que gusten, pero que no pueden realizar comentarios sexuales sobre el cuerpo o la apariencia de otra persona.

    -¿No le puedo decir que está bien “buenota”? -No, señor, no puede decirlo si ella no lo consiente. – ¿No puedo silbar cuando pase una mujer o niña? -No, tampoco puede hacerlo. Si ella va pasando, su expresión no consentida le puede generar incomodidad y usted debe abstenerse. No debe acechar a nadie, ni lanzar miradas sugestivas, ni demandar favores o exponer órganos sexuales por ningún medio. No puede nunca, jamás, en ningún momento.

    La ecuación parece tan sencilla: Sin consentimiento, no tengas acercamiento y no fuerces sentimientos. Pero la vida real se hace compleja cuando se calientan las pasiones y se malinterpretan las sonrisas.

    Quizás para muchos el asunto es un tema de interpretaciones personales que pone en desventaja al cazador sexual o al que toma la iniciativa en el juego romántico del sexo. En realidad, se trata del respeto total a la decisión de la otra persona a consentir o no libremente.

    Hay un video que me encanta sobre esta argumentación: el consentimiento en el sexo es como invitar a alguien a tomar un té. Si el invitado dice “qué rico, me encanta el té”, eso no quiere decir que tenga la obligación de tomarse lo que le has preparado. Si responde de manera confusa, con un “Mmm… no sé, tal vez me tome el té” y aun así lo preparas, tampoco está obligado a beberlo. Incluso puede decirte que sí lo tomará, pero si en el último momento ya no quiere tomar té, no debes ni puedes forzarlo a tomarlo. Aunque la invitación no sea agresiva, simplemente no quiere tomar té. Insistir en que lo tome es violencia.

    El entendimiento del consentimiento entre las personas es un elemento estructural y armónico en las relaciones humanas, una aceptación basada en la decisión del otro y no en la interpretación de la expectativa y deseo egoísta de obtener placer o cariño de manera coercitiva o manipulada.

    Esta libertad se ha escondido entre diversas formas culturales que han minimizado a las esposas abusadas en sus propios hogares, que permiten, a través de silbidos y piropos públicos, expresiones que, aunque bien intencionadas, no son aceptadas y requeridas por las mujeres. Los tocamientos en los espacios públicos y los jefes acosadores, como el de Ana Paula, siguen libres, ignorando que lo que han hecho es un delito. Aunque por el momento no haya sido demandado, las santas feministas esperaremos el momento de la justicia. Por lo pronto, difundimos recesos y derechos expresando que “Si no hay consentimiento, olvida los sentimientos y demanda siempre al agresor”.

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    Rocío Saenz

    Lic. En Comercio Exterior. Lic. En Educación con especialidad en Historia. Docente Educación Básica Media y Media Superior, Fundadora de Renace Mujer A.C. Directora de Renace Mujer Lencería, Consultora socio política de Mujeres.

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