La semana pasada, nuestro vecino país del Norte vivió un suceso, de esos que entran a los libros de historia. Por primera vez un expresidente y precandidato presidencial en activo, fue arrestado y emplazado a juicio por actos criminales.
Así es, Donald Trump, mentiroso patológico y ególatra megalomaníaco, finalmente cayó presa de sus propios oscuros manejos: trató de disfrazar un pago que hizo a una actriz de cine porno, para ocultar un affaire que tuvo con dicha actriz. El problema no es que haya tenido un affaire, o que hay tratado de ocultar el desliz, no, el problema fue que, acostumbrado como está a evadir sus responsabilidades, no quiso utilizar su propio dinero, sino que utilizó dinero de la campaña presidencial, violando con ello, las leyes electorales de Nueva York.
Y no es que el señor Trump no tenga dinero, claro que no, es bien sabido que tiene mucho, simplemente está acostumbrado a salirse con la suya. Si el hubiera pagado con dinero de su pecunio, no hubiera delito que perseguir, pero no, en lugar de ello urdió una trama de las que acostumbra.
Por medio de su abogado, llegó a un acuerdo de $150,000 dólares para garantizar el silencio de la actriz porno; luego, dicho abogado consiguió un préstamo hipotecario para cubrir esa cantidad. Para redondear la estafa, la campaña de Trump pagó “honorarios” al abogado quien recuperó su dinero y cobró una comisión. De esa manera, Trump trató de escurrir el pago, transfiriéndolo alegremente, a su base de donantes, quienes, por cierto, están deseosos y dispuesto a quedarse sin comer con tal de que su héroe se salga con la suya. El problema es que ese esquema es ilegal.
Ahora el señor Trump deberá enfrentar el correspondiente juicio con la posibilidad de que resulte culpable y deba compurgar pena de cárcel. Cabe mencionar, que esta es solo una de múltiples investigaciones en las que está inmerso, y de las que, posiblemente, también salgan órdenes para su consignación como probable delincuente.
¡Muy bien! (aunque muy lento) por parte del sistema de Justicia norteamericano, y eso, inevitablemente nos lleva a preguntarnos, en México… ¿Cuándo? Porque, ni modo que no se sepa de la bien conocida corrupción que han prohijado históricamente nuestros expresidentes, pero principal y especialmente, los últimos tres.
De Fox, está documentado que antes de iniciar su periodo como presidente, se encontraba prácticamente en la quiebra. Sobre sus negocios pesaba una enorme deuda de $12 millones de dólares que amenazaba con dejarlo sin nada. A poco de iniciado su gobierno, la compañía Bimbo le invirtió $6 millones de dólares. Con eso salió del apuro y se fue para arriba como la espuma.
Si, a partir de ahí, fue puro crecer, al grado que al término de su administración, no solo ya había salido del atolladero económico, sino que con todo descaro presumía su recién remodelado rancho en la conocida revista QUIEN. Si, la misma revista en la que la gaviota presumiría, años más tarde, su flamante “casa blanca”. No cabe duda que a los corruptos les gana la vanidad.
El caso de Calderón también es emblemático de la forma de gobernar que tienen los prianistas. Al inicio de su gestión, el matrimonio Calderón-Zavala manifestó poseer bienes por $7.4 Millones de pesos, y al terminar, su fortuna declarada ya estaba en $17.8 millones. Eso hace un incremento promedio anual de $1.73 millones de pesos por año.
Es decir, prácticamente no tuvo que tocar ni un peso del sueldo que percibía como presidente, y en el inter hizo magníficos negocios inmobiliarios, pues pasaron de poseer propiedades por $2.5 millones de pesos, a $10.4 millones, al final de su gestión.
Un punto importante a destacar, de Felipe Calderon, es que a raíz de la detención y procesamiento de su ex Secretario de Seguridad Pública, Genaro Garcia Luna, encontrado culpable de narcotráfico y enriquecimiento ilícito, el expresidente decidió poner sus barbas a remojar, y en el más puro y tradicional estilo de los expresidentes mexicanos, trasladó su residencia a España, ¿temerá algo?
Finalmente, quien se lleva las palmas, es nuestro ínclito y mediáticamente más célebre expresidente: Enrique Peña Nieto. El angelito vive humildemente en un chalet de lujo en España, mismo que le es facilitado por, ¿quién más? Un empresario que fue contratista de su gobierno. Cosas de socios.
La única fuente conocida de ingresos de Peña Nieto es el servicio público, y definitivamente no hay congruencia entre sus ingresos devengados y la fortuna que actualmente posee. Llama mucho la atención que, de las 9 propiedades inmobiliarias que declaró en 2013, 7 las obtuvo por herencia y donación. Si, fueron regalitos de gente que lo quería mucho. ¡Ternurita!
En fin, no debería ser muy difícil encontrar la fuente de los recursos de estos tres individuos y saber que esta es lícita o ilícita. Si fuera licita, que así se diga públicamente, pero en caso contrario, que se les juzgue como es debido. Solo que para que ello ocurra hace falta algo que ni la fiscalía, ni el gobierno de la 4T tienen: Voluntad. Por alguna razón, para nosotros ignota, han decidido dejarlos en paz y disfrutar de sus fortunas.
Jorge G. Castañeda, furibundo opositor de López Obrador, ha venido denunciando, desde antes de que este asumiera el poder, un pacto de omertá. ¿tendrá razón Castañeda? A quien esto escribe le parecía eso muy poco probable; hoy, ya no estoy tan seguro.
Es cuánto.
José Antonio Blanco
Ingeniero Electromecánico. Juarense egresado del ITCJ con estudios de maestría en Ingeniería Administrativa por la misma institución y diplomado en Desarrollo Organizacional por el ITESM. Labora desde 1988 en la industria maquiladora. Militó en el PRD de 1989 al 2001.
En la actualidad, un ciudadano comprometido con las causas progresistas de nuestro tiempo, sin militancia activa.
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