La vida del ser humano siempre ha sido regida por el miedo a la pérdida, ya sea que nos demos cuenta de ello o no.
Lo que estamos viviendo actualmente a nivel global solo a venido a exacerbar ese miedo y ponerlo en primer plano en nuestra mente, pero la realidad es que la mayoría de nuestros actos siempre han sido guiados por algún tipo de miedo.
La situación actual es tal, que millones de personas están viviendo en estado de miedo y ansiedad extrema por el futuro. Miedo a perder a un ser querido, miedo a perder los bienes materiales, miedo a morir. De acuerdo a la mente conceptual, lo que está sucediendo es una total calamidad, pero si vamos a un nivel más profundo, esta es una oportunidad para despertar a un nivel de conciencia más elevado. Suena filosófico, pero es real.
Nunca experimentamos el despertar de la consciencia cuando estamos en nuestra zona de confort. Es una vivencia catastrófica, una calamidad, lo que nos empuja a ver hacia adentro, a analizarnos profundamente, a cuestionar nuestro sistema de creencias y valores para darnos cuenta aunque sea por unos instantes de que hemos estado viviendo una mentira, una ilusión.
No soy una persona religiosa y no acostumbro mencionar la biblia, por lo que tal vez sería preferible citar el cuento de Los Tres Cochinitos, pero me parece apropiado mencionar la parábola del nuevo testamento, en la que Jesucristo habla de un hombre que construyó su casa sobre arena y de otro que excavó a un nivel más profundo para cimentar su casa en la roca.
Cuando llegaron las tempestades, el hombre que había construido su casa en la arena lo perdió todo y el que cavó profundo logró que su casa se mantuviera firme.
Simple cuestión de lógica, no hay que ser ni ingeniero ni religioso para entender el mensaje, pero una cosa es entenderlo y otra muy distinta es interiorizarlo. Construir una casa en la arena es vivir identificados con nuestra mente, construirla en la roca es vivir arraigados en nuestra identidad esencial, aquella que es intemporal, eterna e inamovible.
Sé que suena abstracto y seguirá sonando así, mientras no estemos dispuestos a cuestionar la validez de nuestros procesos mentales. El camino más corto para lograrlo es notando que hay una entidad nuestra que “se da cuenta” de que estamos pensando. Si es usted uno de esos afortunados que puede sentir esa presencia pacífica y serena que es el testigo silente de lo que sucede en su propia mente, trate de quedarse con esa presencia el mayor tiempo que le sea posible y regrese a ella cada vez que tenga oportunidad de hacerlo. A diferencia del pensar, eso sí es voluntario, está usted ejerciendo el poder de la conciencia que usted Es. Usted Es esa presencia profunda y sabía que es testigo de la existencia de su cuerpo físico y de su mente.
Cuando vivimos arraigados en esa conciencia vivimos en el presente la mayor parte del tiempo, la vida sucede en un plano más elevado en el cual nos damos cuenta cuando surge un pensamiento que nos causa un sentimiento de temor, y lo identificamos por lo que es: un momento proyectado en el futuro que solo existe en nuestra mente.
Cuando vivimos en nuestra cabeza, identificados con los pensamientos que generamos, estamos viviendo en un pantano de arenas movedizas, pues por mucho que creamos que pensar es un suceso voluntario, en realidad no tenemos control alguno sobre nuestros pensamientos pues son tan involuntarios como el crecer de nuestro cabello o el surgimiento de las arrugas en nuestra piel, simplemente nos suceden.
Y lo que nos está sucediendo ahora es comparable a un pensamiento, no sabemos dónde termina la realidad y dónde empieza la ficción.
Como si fueran pocas las realidades inventadas que rigen nuestra existencia, ahora se creado una nueva realidad inventada denominada “La Nueva Normalidad”. En verdad no puedo pensar en un concepto más absurdo que ese. No sólo porque la “normalidad” es un término totalmente subjetivo (lo que es normal para mí puede no serlo para otros) sino por la trampa que intenta ocultar. Léase “entre más asustados estemos, más fáciles de controlar somos”. Por eso me extrañaría nada que en las próximas campañas políticas algunos candidatos utilicen esta pandemia para fines electoreros.
Una persona asustada hace cualquier cosa por eliminar el motivo de su miedo, pero el miedo no existe en la conciencia, solo en la mente. En la conciencia solo existe el momento presente, este preciso instante. La mente en cambio, debido a esta pandemia, está llena de proyecciones de un futuro incierto, plagado de contagio y muerte.
Hoy más que nunca es imperativo arraigarnos en la certeza de que no solo tenemos conciencia, sino que SOMOS conciencia, porque solo así, podremos discernir entre la precaución responsable y el sometimiento a cualquier tipo de normalidad absurda que nos quieran imponer.
A mí me da la impresión de que nos quieren aislados, asustados, divididos, alejados de la expresión más auténtica del ser humano, que es el amor, el contacto físico con las personas que son importantes en nuestras vidas. Ese contacto físico que es indispensable para que un ser humano viva física y mentalmente sano.
Pero esta es solo mi humilde opinión y no es mi intención descalificar la existencia del riesgo real al que nos enfrentamos en estos momentos. Simplemente es un llamado a que vivamos más conscientemente, con responsabilidad pero sin permitir que se coarte nuestro derecho a vivir lo que para nosotros sea nuestra normalidad.
Nuestra libertad de expresar nuestro afecto a nuestros seres queridos y a nuestros amigos no debería ser impuesta ni regulada por personas ajenas a nosotros mismos, del mismo modo que no somos realmente libres si aceptamos ser rehenes de la mente, identificándonos con cada pensamiento cargado de miedo.
Ahora resulta que no solo viviremos más asustados que nunca, pues además de nuestros propios vicios de pensamiento tendremos que regirnos por cualquiera otra realidad inventada que quieran imponernos.
La nueva normalidad solo es un concepto más y quien quiera vivir de acuerdo a ella es muy libre de hacerlo, pero es notorio el hecho de que nos inunden de estadísticas fatales, riesgos potenciales, imágenes por demás desalentadoras, etc., en lugar de crear campañas masivas para enseñar a quienes no saben cómo hacerlo, a fortalecer su sistema inmunológico, por poner un ejemplo.
Yo no sé usted estimado lector, pero yo estoy totalmente saturada de información negativa y me niego rotundamente a seguirles el juego. A lo único que estoy dispuesta es a cuidar mi propia salud siendo responsable con mi alimentación y la higiene en mi persona y mi entorno, de ahí en más, no puedo permitir que me impongan una “nueva normalidad” que para mí no tiene absolutamente nada de normal.
Lamentablemente nuestras autoridades en todos los niveles de gobierno parecen no tener la más nublada idea de lo que están haciendo, pues si me apuran mucho, yo diría que nos encerraron antes de tiempo, irresponsablemente, y sin medir las repercusiones económicas o mentales de un encierro tan largo.
Pero lo hecho hecho está y ahora nos toca a nosotros como individuos discernir lo que es mejor para cada uno de nosotros y nuestras familias, actuando con responsabilidad, pero sin miedo.
Rosy Chumacero
Oriunda de Ciudad Juárez, es madre de tres hijas y abuela de cuatro nietos. Incursionó en la iniciativa privada, en la locución de noticieros, en la docencia de idiomas y en los bienes raíces en El Paso, Tx.
Empezó su búsqueda en el camino espiritual en el año 2002, estudiando Raja Yoga con la Maestra Hindú Didi Lavina Vaswani en El Paso Texas, donde vivió por 14 años, recibiendo Nombramiento de Maestra de Raja Yoga en el Centro de Retiros de Madhuban - Rajasthan, India, en 2002.
Es Miembro de la Universidad Espiritual Mundial Brahma Kumaris desde 2002 y Ministro Ordenada por la Hermandad Espiritual Mundial desde 2008.
Escribe la columna "El Rincón del Alma", en la revista semanal Weekend.
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