¡Oh, la vida! Está llena de esos momentos donde sientes que todo se está yendo al traste y, de repente, aparece una persona mágica que parece tener el poder de resolver todo lo que te aqueja. No, no estamos hablando de romance ni de cupido lanzando flechas. Es ese amigo que llega cuando te estás hundiendo, lanzándote un salvavidas justo a tiempo. ¡Qué alivio! Pero, espera, no todo lo que brilla es oro, y en el vasto océano de las relaciones, hay tiburones que se disfrazan de delfines.
En esos momentos de crisis, cuando el mundo parece estar en tu contra y tu cerebro está más confuso que un GPS sin señal, es fácil caer en la trampa. Tu mente está cansada, buscando desesperadamente una salida, y ahí es cuando esa “persona mágica” entra en escena. Con una sonrisa amigable y una promesa de ayuda, parecen ser la respuesta a tus plegarias. ¡Aleluya!
Pero, y aquí viene el giro digno de una novela de misterio, a veces esa mano amiga se convierte en una garra invisible que empieza a controlarte. Comienzan como tus salvadores, pero poco a poco se transforman en manipuladores maestros, moviendo las cuerdas de tu vida como si fueras unamarioneta en su espectáculo personal.
Cuando estás en medio de una tormenta emocional, es difícil pensar con claridad. La desesperanza te inunda y te vuelves tan susceptible como un imán para las malas influencias. Esa persona que parece tener todas las respuestas empieza a decirte qué hacer, cómo pensar y, básicamente, toma el control de tu vida. Es como si hubieras cambiado a un dictador por otro, solo que este tiene un rostro amable y un discurso lleno de empatía… al principio.
Con el tiempo, esta relación se vuelve tóxica. El “salvador” se convierte en el vampiro emocional que se alimenta de tu energía, tu reputación y, peor aún, de tu identidad. Es como si estuvieran interpretando tu vida en una película, solo que tú no eres el protagonista, sino el público que paga la entrada para ver cómo te roban el show.
Entonces, ¿cómo podemos distinguir entre el amigo genuino y el lobo con piel de oveja? Jung nos da una pista clave: “nadie se ilumina fantaseando con figuras de luz, sino haciendo consciente su oscuridad”. Una persona verdaderamente mágica no necesita controlar ni manipular. Están allí para apoyarte, para enseñarte a pescar en lugar de darte el pescado. Te ayudan a levantarte cuando caes y te sostienen hasta que recuperas tu fuerza.
Estas personas creen en ti incluso cuando tú has perdido la fe en ti mismo. No buscan brillar más que tú, sino que quieren que encuentres tu propia luz. En lugar de un salvador, son más bien como un faro en la distancia, guiándote de vuelta a ti mismo.
Las verdaderas amistades no son las que te esclavizan bajo la apariencia de la ayuda. Son aquellas que te acompañan en la oscuridad, que te sostienen sin anularte, y que, sobre todo, te ayudan a encontrar tu propio camino hacia la luz. La próxima vez que alguien te ofrezca su mano, pregúntate si están ahí para levantarte o para sujetarte. Al final, la verdadera magia está en encontrar a aquellos que nos ayudan a ser nuestras mejores versiones, sin pedir nada a cambio.
¡Nos vemos en la Terapia!
Lucía Barrios
Psicoterapeuta, fundadora de CEFAMPI y autora. Experta en terapia breve, violencia de género y derechos humanos. Conferencista y docente en UACJ, ha liderado proyectos significativos sobre psicología y desarrollo humano.