Recientemente, y a raíz de diversas manifestaciones sociales, se ha avivado un debate que si bien, ya había estado presente con anterioridad – probablemente no como una discusión ante otras personas, pero, muy seguramente como un debate interno- surge de nueva cuenta motivado por el paso del tiempo y por las medidas de confinamiento nuevamente aplicadas en las escuelas y que ha motivado incluso a marchas y peticiones formales por parte de las familias hacia las autoridades estatales.
Ante el desconocimiento, al inicio de la pandemia la atención se dirigió hacia las personas de la tercera edad y aquellas con alguna comorbilidad debido a que se consideró que, en principio era el sector más vulnerable; lo anterior se ha ido desvaneciendo conforme la estrategia de vacunación avanza en sus objetivos, y nos enfrenta súbitamente ante lo que se había postergado: las repercusiones a la salud mental y emocional de niñas, niños y adolescentes que han enfrentado diversas circunstancias a raíz del confinamiento y para quienes las consecuencias permanecerán por más tiempo del que quisiéramos aceptar.
Debido a que los menores de edad han visto coartado su derecho a la educación además de la obvia limitación de la convivencia entre sus pares, se ha llegado incluso a -como lo prevén UNICEF y la Organización Internacional del Trabajo- recaer en indignantes prácticas de trabajo infantil a raíz de la difícil situación económica familiar. Poniendo lo anterior en perspectiva, siete de cada diez hogares mexicanos con algún menor de edad en casa, señalaban una importante reducción de ingresos, ya que al menos el 62% de las familias bajo estas condiciones, labora en el sector informal. Aunque no solo el trabajo infantil es una situación que ha recrudecido, ya que de igual manera lo han hecho situaciones de diversos tipos de abuso a menores.
Nadie se puede volver ojo de hormiga ante las vulneraciones de las que este sector de la población ha sido víctima. Condiciones para muchos de nosotros impensables, pero para muchos otros lamentablemente normalizadas. Si bien para algún grupo de menores la salida era la escuela, para todos los menores la educación presencial es lo ideal… pero: ¿Realmente considera Usted que podemos garantizar las condiciones idóneas para un regreso a clases con el mínimo de contagios? Y hablo en plural ya que, el regreso seguro a clases es una utopía que se alcanza cuando, no solo dejamos la responsabilidad a las y los maestros, sino cuando como familia, dejamos de pensar en nuestra realidad y asumimos un compromiso con todas las personas con las que nuestras hijas e hijos interactúan al asistir al aula.
Si bien la anterior pregunta genera tanto encuentros como desacuerdos, quien le escribe no puede omitir lo siguiente: las medidas adoptadas en cuanto a confinamiento no han sido aplicadas al azar, ya que 39,705, 613 personas de entre 0 y 17 años han sido quienes mayormente permanecen en un espacio doméstico; este número representa a más del 30% de la población en México, por lo que, el solo hecho de poder aislar a tal porcentaje, es fundamental para garantizar las medidas adoptadas respecto al cuidado de la salud y la disminución de contagios.
Hasta este punto, fijar un punto de vista respecto al regreso a clases no es la intención de estas letras. Sin embargo, espero haber llevado a quien nos abre un espacio de diálogo – no presencial, así como las clases- a través de la lectura de este artículo, a coincidir en un punto: existe una necesidad que debe ser atendida de manera urgente y es a la debida atención, apoyo y seguimiento a la salud psicoemocional de las niños, niños y adolescentes, no solo por parte de los padres de familia, sino a través de acciones concretas por parte de las autoridades escolares a través de talleres y la ampliación de la currícula. Es urgente que nuestros menores comprendan qué está pasando desde un punto de vista institucional, con independencia de la modalidad de las clases en los próximos días, no solo para atender las necesidades de las y los menores, sino para reducir en lo posibles las consecuencias que se advierten -de no hacer nada- desastrosas.
Finalmente, para que quien nos lee no extrañe la cita del día, le comparto lo que Antoine de Saint Exupery nos deja para la posteridad: “Los niños han de tener mucha tolerancia con los adultos” misma que complemento con una apreciación personal: A la pandemia de la falta de empatía, de tolerancia que se ha avivado últimamente también hay que encontrarle cura. Encontremos entonces aquella coincidencia que nos haga progresar ante lo incierto.
Benjamín Carrera Chávez
Doctor en Problemas Económicos por Universidad Autónoma Chapingo.
Actualmente Diputado Local por el 5to Distrito de Chihuahua, Profesor-investigador en el Instituto de Ciencias Sociales y Administración de la UACJ y miembro del Sistema Nacional de Investigadores del CONACyT, Nivel 1.
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