“Nomás deja que se acabe este año”, “lo bueno que es que ya le falta poquito”, “Ahora que llegue el 2021…” Son ejemplos de las muchas frases en el mismo sentido de las cuales están salpicadas una muy buena parte de las conversaciones a nuestro alrededor. Familia, amigos y entorno las empiezan a repetir cual mantra u oración. Por doquier el deseo es el mismo, que acabe la pandemia. La esperanza también; que el 2021 no sea solo un mejor año, sino que resarza con creces las pérdidas y dificultades vividas en este año.
Claro que la esperanza es buena, ¡qué sería de los seres humanos sin ilusión! Pero la realidad combinada con una buena dosis de actitud es mejor. Contar con información y datos correctos, nos coloca en una buena posición a la hora de tomar decisiones y si bien, una mentalidad optimista es importante para la salud física y mental, además de dotar de cierta predisposición hacia la consecución de nuestros objetivos. Es realmente suicida creer que solo porque lo deseemos la realidad va a desaparecer, acomodándose a nuestro gusto y deseo.
Esto a pesar de que la mayoría de los estados del país se encuentran en semáforo naranja y amarillo, que se vive como verde y que la reactivación económica es inevitable ante la presión de la economía sobre la salud colectiva. Me parece que tenemos por delante un duro escenario y complejas consideraciones post pandemia.
Si bien, la lógica indica que la pandemia irá cediendo de manera gradual a nivel mundial y nosotros adaptándonos a vivir con ella, sus orígenes y consecuencias no lo harán a la vez. Un alto porcentaje de ellos se quedarán por largo tiempo, con pronósticos graves para nuestro país, afectando directamente a millones de familias.
De acuerdo a un estudio presentado en días pasados por Banco Mundial, existe el riesgo real de que se registre un decrecimiento de la economía en un 7%, lo que de acuerdo a este estudio, supondría 12 millones de personas que caerían en el umbral de pobreza extrema. Pues no solo somos uno de los países con más alta tasa de mortalidad por Covid 19, también es una de las economías más golpeadas a nivel mundial.
Este solo dato debería de ponernos los nervios de punta. Detrás de los datos macroeconómicos, lo que hay son vidas humanas, son mujeres, niños, adultos mayores, indígenas con lo que significa su doble vulnerabilidad: la pobreza y sin acceso pleno a los derechos de salud, alimentación, educación y vivienda y muchos más.
A pesar de que desde gobierno se insiste en que en materia económica ha pasado lo peor y que la tendencia empieza a remontar, la verdad es que las marcas de la pandemia tardarán en sanarse. Solamente durante el primer semestre del año, los indicadores de empleo, daban nota de más de un millón de puestos laborales perdidos a causa de la pandemia. Seguramente al llegar el día 1 de enero las cifras serán mucho mayores.
Empleos que no se van a recuperar, en cosa de días, vemos cómo las empresas siguen reduciendo sus previsiones para el 2021, así como plantilla laboral e inversión, amén de todas aquellas empresas y negocios que han tenido que echar el candado para no abrir más. Durante el pasado mes de julio, la CEPAL estimaba que la pandemia pudiera provocar el cierre de 500 mil empresas formales en México. El 80 por ciento de ellas pequeñas y micro, que constituyen la base de la economía nacional.
La estimación de pérdida de empleos, se basa en las altas y bajas de trabajadores ante el Seguro Social, pero teniendo en cuenta de que son pocas las unidades económicas constituidas de manera formal, es fácil saber que los empleos perdidos a lo largo del año serán muchos más y aunque aquí en Chihuahua, se ha recuperado casi el 50 por ciento de los empleos perdidos, principalmente por la industria maquiladora, las previsiones para el primer trimestre del 2021 no permiten echar las campanas al vuelo.
Efectivamente, hay una recuperación económica que se dará de manera rápida, en especial durante el mes de diciembre, pero luego este repunte se irá ralentizando hasta por años, afectando a los más pobres. Según el estudio presentado por el Banco Mundial, el porcentaje de población pobre por ingresos en México crecería del 48.8 % actual hasta el 58.4 %, mientras que la pobreza extrema aumentaría del 16.8 % al 26.6 %.
Las cifras solo serían cifras, si no estuvieran construidas por el dolor y la impotencia de todos aquellos que han perdido sus pequeños emprendimientos, o negocios en los que se han dejado la vida para sacarlos adelante, los que no al perder su empleo no pueden satisfacer las necesidades básicas de su familia, de quienes ven menguada su canasta básica, o deben cortar los estudios de los hijos al no poderlos costear, perder satisfactores importantes para la familia e ingresar a una zona de vulnerabilidad ante la enfermedad, el delito y la muerte.
Cierto es que la recesión que se vive es a nivel mundial, que la pandemia significa un golpe fuerte al crecimiento económico de prácticamente todos los países, pero que en nuestro país se encarniza con el pésimo desempeño que ha tenido la 4T, que ya antes de la pandemia, arrastraba un decrecimiento del 0.3 por ciento y que hila ya seis trimestres de contracción.
Así que al menos en términos de economía, el 2021 se van tan oscuro como lo ha sido el 2020. Todo esto viene a cuento porque no basta con desear que las cosas cambien solo porque cruzamos entre un calendario y otro. Las acciones y decisiones que se están tomando afectan directamente sobre nuestras condiciones de vida.
La mala política económica de Gobierno Federal, nos pone frente al colapso. Frente a la pandemia, el presidente López Obrador optó por cerrar los ojos a la realidad y decir que esta crisis nos “venía como anillo al dedo”. Con ello dejando a la deriva el crecimiento de la pandemia, y adoptando medidas completamente contrarias a lo que los expertos señalaban y que otros países han implementado.
En primer lugar, reducir al 75 por ciento los gastos en servicios generales y materiales de todo el aparato federal, la llamada austeridad que vino a pegar a muchas empresas medianas que generaban empleo a personas en su mayoría de clases bajas.
Desapareciendo los fideicomisos con el fin de dirigir todos los recursos a sus proyectos personales y totalmente descabellados como son Dos bocas, el aeropuerto de Texcoco y el Tren Maya.
Así como la conservación y aumento de presupuesto para 17 programas sociales que han más que demostrado su ineficacia para disminuir la pobreza y la desigualdad y que solo tienen como esencia el voto clientelar, así como la negativa a la tan urgente y necesaria reforma fiscal.
Negativa a condonar, reducir o diferir pago de impuestos a empresas pequeñas y medianas para poder afrontar la pandemia. Lo mismo para los ciudadanos comunes que no solo no contamos con un seguro o algún tipo de sustituto de ingresos a desempleados durante el tiempo que no se ha percibido salarios por cierre de actividades económicas.
No, las cosas no se ven mucho mejor para el 2021, seguramente bajará el número de contagios y de mortandad por Covid 19, pero el desastre económico, social y de salud que deja requiere de acciones y decisiones, de una clara estrategia y de un entendimiento de lo que pasa en el mundo. Claramente el presidente López Obrador no da señales de recuperar rumbo ha dejado en claro lo que será su gobierno sin dejar ni un pequeño margen para recapacitar.
Un país con más pobres cada día, con el crimen organizado al frente de las instituciones nacionales, una violencia imparable, ahogada la economía y destruido el sistema público de salud, lo que urge son acciones. Solo como dato adicional, se calcula que el gasto del gobierno de López Obrador contra la crisis es menor al 0.5% del PIB. Mientras que India, un país que no pertenece al “primer mundo”, gastará el 10% de su PIB para la recuperación.
¿Qué cree usted que se vaya a recuperar?
Serán las elecciones de junio del 2021, la mejor oportunidad para empezar a recuperar las cámaras del Congreso y el Senado, así como fortalecer estados y municipios. Recuerde, esto va a pasar, pero de no actuar, las consecuencias se van a quedar.
Claudia Vázquez Fuentes
Analista Geopolítica.
Maestra en Estudios Internacionales por la Universidad Autónoma de Barcelona.
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