Pedro Lamothe en su libro: “Epistemocracia: Primer Tratado General de Ingeniería Política”, asegura que la democracia no debería conceder el mismo valor a los individuos por igual.
Se resiste aceptar que el voto tenga el mismo valor entre unos y otros por el sólo hecho de estar vivos; entre los ciudadanos debe haber categorías. Dice él.
Que no somos iguales, o cómo diría Víctor Valencia de los Santos, aludiendo a un dicho popular: “todos somos del mismo barro, pero no es lo mismo bacín que jarro”.
Para abrir la discusión, Lamothe simpatiza con la idea de patear el trasero a los políticos y echarlos del poder. Los ciudadanos debemos corregir los desperfectos ocasionados a la sociedad.
Pero más allá todavía, para este autor, los científicos deben ser los conductores políticos del país.
Expone sus razones, y aunque no concuerdo totalmente con sus planteamientos, pues acusa un severo trauma supremacista, tipo Trump, concedo en que su análisis contiene interesantes razonamientos.
Veamos.
Para él, el voto debería tener un valor funcional.
“No es lo mismo un voto de un profesionista que el de un maquiloco, un albañil o una ama de casa”, asegura Lamothe.
Se le otorga el mismo valor, para manipular a los ignorantes a su conveniencia y beneficio.
Lo mismo ocurre con las aspiraciones al poder.
Se inculca entre la población la idea de que cualquiera puede ser presidente, gobernador, alcalde, diputado o senador por el simple hecho de ser ciudadano, aunque sea un completo ignorante.
Los “coyotes” del poder, fabrican candidaturas con seres de reblandecido cacumen y cuando están en el poder, succionan los beneficios que otorga el tráfico de influencias. Usándolos.
Hay voces del barrio, que en el hartazgo popular se alzan contra lo establecido y toman un liderazgo natural, sin embargo, de llegar al poder, poco o nada podrían hacer si su ignorancia o falta de experiencia no le permiten activar “correctamente” los controles de la sociedad.
No todos somos José Mújica. Él se cuece aparte, porque pobreza económica no es sinónimo de ignorancia.
Pero regreso al punto neurálgico de mi reflexión. Si usted piensa que tiene “libertad” para ejercer su voto, está en un error. Con toda seguridad ha sido manipulado con mucha antelación para que el día de la elección usted deposite el sufragio a favor del que mejor pudo descubrir su genoma electoral.
No es fácil explicarlo, pero Pedro Lamothe, considera que la socio-biología; materia que ni usted ni yo dominamos, contiene, estudia y define la conducta electoral a través del análisis de una “substancia etérea” a la que denomina, LOS GENES DEL PODER.
Y aunque es difícil anticipar los resultados con exactitud, puede prever con mucha certidumbre el escenario electoral al menos con un año de antelación.
La ciencia de la prospectiva tiene de igual forma el “toque” del vaticinio a través del manejo de la lógica.
Por otro lado. El conocimiento de la Teoría de los Juegos que proponen Nash, Neumann y Morgestern, nos ayuda a conocer que lo que vivimos hoy en materia electoral podría desembocar en lo que se conoce como DEMOCRACIA INDUCIDA.
Como podrán advertir, el juego de la política tiene más variantes que el pelaje del puercoespín. Y en el ejercicio del análisis, hay sus niveles.
Desde aquellos que suponen lo que puede ocurrir porque los sacudió un pálpito matutino, hasta los que examinan y exploran entre los manglares de la ciencia para ofrecer un escenario más o menos concreto y efectivo.
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