En un evento realizado ante el panismo hidrocálido, hace unos cuantos días, la senadora neopanista, Lili Téllez, conocida por su histrionismo, tuvo a bien desnudar su alma y su verdadera matriz ideológica: “No nos avergoncemos de representar a esa derecha moderna, que defiende la vida, el esfuerzo individual, la familia, la propiedad privada, el orden y el Estado limitado” declaró sin temor alguno a la maroma ideológica.
Esta postura, ahora ya bien definida, de férrea militante de derecha, ¿es nueva? ¿O ya la tenía, pero la mantenía oculta? Porque cuando participó en las elecciones del 2018 a invitación expresa de López Obrador, declaraba enfáticamente que el peligro para México no era AMLO, sino los otros, especialmente el PRI y el PAN. Y si bien, siempre dejo en claro que no se afiliaría a Morena, nunca cuestionó el “izquierdismo” de López Obrador. Todo lo contrario.
Pero independientemente de las veleidades ideológicas de la ahora precandidata del PAN a la presidencia de la República, lo que pasa por alto la señora Tellez, es que, por definición, la derecha se opone a formas modernas de organización social defendiendo el statu quo a ultranza. Me explico.
Tomando como base su discurso, comparemos cada uno de los puntos por ella citados. Para la derecha, la defensa de la vida implica la negación a la mujer para decidir sobre su propio cuerpo, buscando la criminalización del aborto en prácticamente todas sus etapas, y sin importar las circunstancias de la concepción: edad de la madre, resultado de una violación, etc. Es decir, pretenden echar atrás todos los derechos alcanzados por las mujeres en muchos años de lucha.
En cuanto al esfuerzo individual, la derecha lo quiere ver como el único camino válido para subir por la escalera social, siendo su mantra, “el pobre lo es, porque no se esfuerza” negando de golpe las circunstancias sociales que rodean a cualquier individuo, y tratando de quitar al Estado, la obligación de proveer un entorno social apropiado para el desarrollo de las personas.
Con respecto a la familia, esta es vista desde el punto de vista moral-religioso, y solo se acepta la familia “tradicional” es decir, mamá, papá e hijos, negando el derecho a cualquier otra forma de núcleo familiar, como si estos no existieran.
En cuanto los últimos dos conceptos, el orden, y al Estado limitado, estos son básicos en su cosmovisión, pues para ell@s, solo la iniciativa privada puede proveer un marco de interacción humana eficaz y ordenado, generador de desarrollo económico sustentable (el mercado), que ha de servir de base para el bienestar del individuo. Parece bien, pero cuando lo único que importa es la utilidad, todo lo anterior se convierte en palabrería hueca. Mas aun, cuando ese mercado falla, entonces sí, que intervenga el gobierno. ¿El caso más emblemático?, El Fobaproa. Mientras hay ganancias, estas son privadas, pero si hay pérdidas, estas las debe asumir la sociedad. ¡Qué bonito!
En fin, como la misma señora Téllez lo dice, no hay que perder de vista la discusión entre izquierdas y derechas, pues mientras la izquierda le habla a una mayoría menospreciada por muchos años, la derecha le habla una minoría rapaz y molesta por la pérdida de sus privilegios y prebendas.
Ahora bien, es la izquierda que nos gobierna, ¿una izquierda moderna?
Es opinión de quien esto escribe que, a pesar de que hay sectores de izquierda moderna, es decir, que impulsan políticas progresistas de largo alcance y para beneficio de toda la sociedad, lo cierto es que estos son minoría dentro del gobierno. La propia ambigüedad ideológica de Morena lo dice todo.
Solo por citar un caso, la despenalización del uso recreativo de la mariguana. ¿Porque no se ha avanzado en esa materia? Precisamente por la resistencia de grupos conservadores que también están integrados a Morena, y que, desgraciadamente, detienen el avance de ideas de izquierda moderna.
Otra de las situaciones propias de la vieja izquierda, es la de creer que, porque la razón nos asiste, las leyes y reglamentos se pueden torcer o por lo menos estirar. De esto podemos citar, como caso más reciente, el fracaso del llamado Plan B.
La derecha y por ende los conservadores han hecho uso y abuso del poder desde hace muchos años, enquistándose en todas las esferas del poder público, y la Suprema Corte de Justicia de la Nación, queda como uno de sus principales bastiones. Por lo tanto, se debe tener el doble o el triple de cuidado a la hora de someter cambios legales, para reducir al máximo la probabilidad de que esa camarilla eche atrás cualquier reforma que se pretenda llevar adelante.
Y eso precisamente fue lo que paso con el citado Plan B; fue hecho con tal premura que se les sirvió, en bandeja de plata, toda una serie de pretextos para echarlo abajo, sin ni siquiera tener que llegar a discutir el contenido de los propios cambios que dichas reformas impulsaban.
Ahora ya se viene el proceso electoral del 2024, y con él, se dificulta, por no decir que se impide, cualquier reforma legal de envergadura, quedando todo en suspenso hasta después de la elección. El Presidente está apostando a que la sociedad mexicana le dé una mayoría suficiente en las cámaras a quien resulte elect@, para poder culminar con su paquete de reformas.
¿Se lo dará la sociedad mexicana? Y si es así, ¿se habrá aprendido la lección? Ambas preguntas habrán de ser respondidas el año próximo.
Es cuánto.
Como hasta el día de hoy, es casi seguro que quien sea candidat@ de Morena, ser el próxim@ Presidente de la República, esas definiciones adquieren importancia.
José Antonio Blanco
Ingeniero Electromecánico. Juarense egresado del ITCJ con estudios de maestría en Ingeniería Administrativa por la misma institución y diplomado en Desarrollo Organizacional por el ITESM. Labora desde 1988 en la industria maquiladora. Militó en el PRD de 1989 al 2001.
En la actualidad, un ciudadano comprometido con las causas progresistas de nuestro tiempo, sin militancia activa.
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