La caída y el hielo viviente
Por los últimos siglos, especialmente después de la invención del telescopio y del desarrollo de las técnicas espectroscópicas, astrónomos desde la Tierra han creído ver o han obtenido evidencia indirecta de agua en otros mundos. Alguna vez creímos que las grandes llanuras oscuras de la Luna, detectables a simple vista, eran océanos y mares y así los bautizamos: el Mar de la Tranquilidad, el Océano de las Tempestades, etc. Cuando los blancos casquetes polares de Marte fueron vistos por primera vez a través de los telescopios del siglo XVII, todo hacía suponer que estaban hechos de hielo, de hielo de agua. El hecho que Venus estuviera siempre rodeado de una densa atmósfera alguna vez en el siglo XX nos sugirió que se trataba de gruesas nubes de vapor…de agua. La gruesa corteza de hielo de Europa, luna de Júpiter, siempre nos tentó a pensar que debajo de ella, donde la temperatura es mayor, el hielo se fundiría para crear agua líquida.
Las técnicas espectroscópicas y de radar en el espacio revelaron la presencia de hielo de agua en los polos de la Luna y un lago de agua líquida debajo del casquete polar sur en Marte en el 2018. Los robots exploradores (rovers) enviados al planeta rojo iniciando el siglo XXI muestrearon el terreno marciano y confirmaron que no está completamente seco, que contiene hielo como el suelo de la tundra (permafrost). Igualmente, las cámaras de los orbitadores marcianos mostraron el signo inequívoco de corrientes de agua líquida superficiales y esporádicas en el planeta rojo en 2015, descubrimiento del entonces estudiante americano-nepalés de doctorado en ciencias planetarias Lujendra Ojha. Existe también, muy atractivamente, la posibilidad de depósitos de agua subterráneos en Marte (aquifers), los que pueden ser verificados en un futuro próximo. Agua, la venerada molécula de la exploración planetaria ligada estrechamente a la vida y la inteligencia como las conocemos aquí.
Una de mis crónicas más dolorosas en el planeta rojo fue la de la llegada de la misión del 2030, especialmente numerosa y transportada por dos BFR de tercera generación. A unos minutos del amartizaje, nuestro furor en segundos se transformó en angustia y dolor al ser testigos presenciales de la muerte de un tripulante, el químico norteamericano Draven Rittenhouse Jr. a consecuencia de una dramática caída y de la rápida descompresión de su casco y traje espaciales, justo durante su descenso en el andamio-elevador del enorme cohete.
Sol 758.015 (2.14 años terrestres desde la primera misión): El comandante Dr. Draven Rittenhouse Jr. fallece sobre el terreno marciano al caer de una altura aproximada de 28 metros durante su descenso sobre el planeta rojo de un BFR (Big Falcon Rocket). El seguro en el gancho de uno de los cables suspensores del andamio-elevador del BFR no fue colocado correctamente en uno de sus extremos por el propio Rittenhouse, y a unos segundos de su descenso el cable suspensor se desprendió. El andamio quedó así sostenido sólo por un cable, lanzando al vacío al Dr. Rittenhouse, quien se encontraba parado en ese extremo del andamio y no alcanzó a sujetarse. Rittenhouse es el primer ser humano en morir sobre Marte como resultado de una caída de gran altura.
Un evento que nos sacudiría a todos, recordándonos la fragilidad de nuestra propia existencia ante un error tan insignificante como no asegurar debidamente el gancho de un cable suspensor. Rittenhouse abatió mil obstáculos, desafíos y peligros antes de llegar a Marte, y el más inocente de los errores en el planeta que consagraría todos sus esfuerzos lo llevaría a la muerte. Absurdas y detestables son algunas jugarretas del universo.
Pero esa misma generación de 2030 traería al planeta rojo a Gonzalo Bastión Herrero, Canis, quien todavía semioculto en su casco nos causó gran impresión a su llegada, aunque pronto aprendimos a convivir con el estupendo biólogo español de oscuro aspecto canino. La naturaleza apasionada de Gonzalo quedó de manifiesto muy pronto en un suceso que contrastaba drásticamente con las emociones generadas por la reciente muerte de Draven Rittenhouse. Un suceso científica y estéticamente emocionante y trascendente a nivel biplanetario.
En la Tierra, Canis era colaborador directo de la bióloga Leneth Rittenhouse, hermana del fallecido Draven, quien también era parte de la misión y bajaba con su hermano en el andamio-elevador cuando ocurrió el accidente. Leneth alcanzó a sujetarse, al igual que su otro compañero en el andamio, mientras su hermano caía. La bióloga llegó a la superficie apenas sostenida del andamio por sus brazos mientras la mitad de su cuerpo y sus piernas colgaban al aire. Tocó así el terreno marciano a un metro de donde se encontraba el cuerpo de Draven, abrazándolo desconsolada.
A manera de un acuerdo no oficialmente anunciado, muchos tripulantes comunican a sus colegas antes de llegar al planeta rojo cómo es que debe disponerse de sus cuerpos en caso de una fatalidad. Las regulaciones oficiales estipulan que los cuerpos de los científicos y colonos caídos en el cumplimiento de su deber pueden ser inhumados en Marte. Draven Rittenhouse había dicho a su hermana que, en caso de morir durante su misión, su cuerpo debería ser enterrado, y Leneth estaba dispuesta a cumplir la voluntad de su hermano. Para ello, ya se había escogido un sitio, próximo a la Estación Antoniadi pero en dirección opuesta a la zona de amartizaje y despegue de los BFR, que por acuerdo de la comunidad cumpliría los objetivos del primer cementerio humano en Marte.
El cuerpo de Rittenhouse fue trasladado ahí al día siguiente por algunos de nosotros y por todos los compañeros del químico caído recién llegados a Marte, incluído Canis, quien voluntariamente pidió ser él quien cavara la tumba del hermano de su cercana colaboradora y amiga. Se le indicó a Canis que necesitaría cavar una fosa de no más de dos metros de largo, uno de ancho y uno de profundidad. Después de una ceremonia luctuosa sencilla, el español de 1.95 m de altura empezó enérgicamente a sacar tierra del suelo con la pala. Visiblemente emocionado, pronto se le recomendó que tomara las cosas con calma, a lo que él respondía afirmativamente, haciendo una breve pausa, para después continuar tu tarea con un ímpetu sólo explicable por la frustración de haber perdido a un compañero de misión. El Dr. Guo lo relevó un par de veces durante la excavación, para que el español descansara un poco. Pero Gonzalo Bastión, en su afanoso esfuerzo y siendo un hombre tan alto, perdió noción de la profundidad y empezó a cavar más allá de un metro de la superficie. Nadie alrededor intentó detenerlo más allá de un sutil “Quizás hasta ahí es suficiente Dr. Bastión”, mientras Canis sobrepasaba ya 1.50 metros de profundidad. El Dr. Friel, geólogo, que con ojo de experto empezó a notar la crecida abundancia de hielo en la tierra extraída por Canis, comentó serio e intrigado mientras se acercaba a la fosa y miraba el fondo
- Bastión, why don’t you dig some more in that precise spot ? (Bastión, ¿ por qué no cava un poco más en ese punto preciso ?)
Yo estuve a punto de decir “Dr. Bastión, pare ya, creo que es suficiente” cuando todos escuchamos a Gonzalo decir, con voz sollozante y alarmada
- ¡ Este hielo está vivo, por Dios !
Gonzalo acababa de picar un depósito subterráneo de agua líquida. Al entrar en contacto con la atmósfera marciana a baja presión y temperatura, el agua se convertía rápidamente en hielo a los pies de Canis, quien veía cómo sus botas se rodeaban con una especie de gruesos tentáculos de hielo que empezaban a extenderse por todo el fondo de la fosa, como si tuvieran vida. El “hielo viviente” empezó a acumularse y a cubrir sus botas rápidamente, ante lo cual el español reaccionó saliéndose por un lado de la fosa, rompiendo el hielo mientras el resto de nosotros tratábamos de entender lo que sucedía. Casi al instante, los geólogos Friel (norteamericano) y Guo (chino) que presenciaron todo, apuraron a Canis a ponerse a salvo mientras ellos, sin perder un segundo y armados de un espectrómetro digital y una “esci” (sc-tablet), parcialmente sumergidos en la fosa, tomaban imágenes y medidas básicas de temperatura, presión y composición química. Simultáneamente, solicitaban por radio apoyo técnico inmediato de un equipo de geólogos y químicos de la Antoniadi. El cuerpo de Draven Rittenhouse sería luego inhumado en un lugar no muy lejano.
Sol 759.35. Los científicos Bastión-Herrero, Friel y Guo (los primeros dos de la segunda misión a Marte recién llegados; el tercero de la primera misión establecido en la Estación Antoniadi) descubren el primer manto acuífero identificado en el planeta rojo, localizado en el subsuelo a una profundidad aproximada de 1.70 metros, la mayor explorada hasta el momento en la ahora llamada Área C en los linderos del asentamiento Antoniadi. La estructura y extensión física de tal manto, el volumen acuífero total, permeabilidad y otros parámetros globales están por determinarse.
El intenso flujo de agua no tardó mucho en estabilizarse, cuando una gruesa capa de hielo selló el brote. La noticia del hallazgo cundió rápidamente en Marte y en la Tierra. Eventualmente, el crédito del fantástico descubrimiento fue dado a los tres involucrados: Friel, Guo (los especialistas) y Bastión-Herrero. Hallazgo que desafiaba el duelo y profundo sentimiento de pérdida de toda una comunidad de colonos.
Héctor Noriega Mendoza
Ponente. Investigador.
Maestría en Astronomía (UNAM | NMSU) y Doctor en Astronomía por la Universidad Complutense de Madrid (UCM)
Fundador de la Sociedad Astronómica Juarense, Cofundador del Proyecto Abel, Miembro de la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica, Miembro de la American Astronomical Society y Profesor de tiempo completo de Astronomía en UTEP.