<<Observatorio del Azogue (12-2)
El terror de todos nosotros viajeros a Marte, sin excepción, siempre fue la prueba CO2TT (Carbon Dioxide Tolerance Test), la aborrecida pero indispensable Prueba de Tolerancia al Dióxido de Carbono, una propuesta personal sometida en la última fase de nuestro entrenamiento espacial rumbo a Marte.
La CO2TT venía precedida por una serie de esfuerzos internacionales anteriores a 2020 encaminados a simular lo más realistamente posible, a diversas latitudes terrestres, las condiciones físicas y climatológicas propias del planeta rojo.
Asimismo, las agencias espaciales y los grupos de investigación hacían énfasis en recrear los hábitats, las técnicas de supervivencia, los trajes espaciales, las técnicas de cultivo y las condiciones de interacción y aislamiento humano para las cuales los futuros exploradores en Marte debían estar preparados.
La efervescencia científica alrededor de Marte era ya intensa antes del 2020, pues fue en la década 2010-2020 cuando la misión Curiosity de la NASA llegó a Marte y reafirmó el optimismo científico en el planeta como un mundo habitable por humanos. La Mars Society y su líder el Dr. Zubrin abogaban ardientemente por la conquista de nuestro vecino planetario.
SpaceX vivía una serie de triunfos con sus cohetes Falcon y sus vuelos en órbita terrestre baja rumbo a la Estación Espacial Internacional, mientras la Agencia Espacial Europea y la NASA enfocaban sus esfuerzos en la Luna.
En esa misma década, China con su Programa de Exploración Lunar exitosamente conquistaba nuestro satélite natural a través de sus varias misiones Chang’e. Mars One y Mars City Design surgían como proyectos independientes y la compañía Hewlett Packard (HP) lanzaba su proyecto internacional para diseñar una ciudad marciana para un millón de habitantes.
Incluso el Medio Oriente a través de Dubai y el Centro Espacial Mohammed bin Rashid se unía a estos planes biplanetarios en la Tierra con su proyecto de la Mars Science City, una gran ciudad marciana construída en medio del desierto árabe haciendo uso de las técnicas de impresión 3D.
Mientras tanto, previo a mi colaboración con el Dr. Pascal Lee del Mars Institute, venía yo pensando que si la NASA, por ejemplo, planeaba realizar simulaciones completas y realistas del ambiente marciano y actividades humanas en él, un hábitat permanente debía incorporarse a tales simulaciones.
En 2019, por lo menos dos modelos realistas de un hábitat funcional marciano habían sido presentados y galardonados por la NASA en un concurso especial, MARSHA y Den@Mars. Dos modelos por impresión 3D que basaban su construcción en materiales accesibles del suelo marciano, siendo el basalto su componente principal.
Estos modelos, creados por la compañía AI SpaceFactory y por la Universidad del Estado de Pennsylvania, respectivamente, habían convencido a los especialistas de la NASA como buenos candidatos a hábitats humanos construíbles y permanentes en Marte.
Ambas propuestas eran tan técnicamente atractivas que en su momento me propuse promover con energía su construcción en la superficie terrestre haciendo equipo con el Dr. Lee y el Mars Institute de la NASA. En el proceso llegué a pensar por primera vez en la necesidad de un observatorio astronómico en la superficie marciana.
El proyecto de construcción de MARSHA y Den@Mars prosperó y se consumó finalmente en 2023 por parte de la NASA en el Ártico, en un sitio remoto de la Isla Devon con presencia de basalto, componente ausente en la mayor parte de la isla.
Eventualmente, con el apoyo de Pascal, la NASA y el arquitecto Walexander Bright, logramos que SpaceX se interesara en la idea y construyera réplicas de MARSHA y Den@Mars en Boca Chica.
El Centro Espacial Boca Chica construído en Texas por SpaceX, punto de despegue de nuestro primer viaje a Marte en 2028, no contaba en esos momentos con una estación de simulación marciana.
Elon Musk acogió relativamente pronto nuestra idea de tener un MARSHA y un Den@Mars justo ahí, próximos al sitio de despegue y arribo de sus cohetes Starship, recreando el escenario que esperaríamos tener en Marte en un futuro próximo: una base humana en Marte dotada de un sitio de amartizaje y despegue de Starships transportando nuevas expediciones de humanos y cargamento.
Sin nosotros saberlo, Walexander Bright y yo, que juntos impulsábamos la construcción de hábitats marcianos realistas en la Tierra, seríamos elegidos años más tarde para formar parte de la primera expedición al planeta rojo. Pero además, también seríamos entrenados en Isla Devon y Boca Chica, en ambientes presurizados dentro de los totalmente funcionales hábitats MARSHA y Den@Mars.
La última parte de tal entrenamiento incluyó la prueba CO2TT, que sugerí simultáneamente a NASA y SpaceX y poco después a la Agencia Espacial Europea estando en Boca Chica, con el respaldo incondicional de Pascal, de Walexander e incluso de Robert Zubrin de la Mars Society, quien apasionadamente apoyó la idea.
Básicamente yo estaba proponiendo someternos como futuros astronautas en Marte, durante nuestro entrenamiento, a niveles controlados pero gradualmente crecientes de dióxido de carbono (CO2) en nuestros hábitats presurizados.
No se trataba de inducir un condicionamiento orgánico real, en un período de tan sólo unos años, para ser capaces de respirar dióxido de carbono como tal, un gas tóxico de origen para los seres humanos.
La idea era sólo aprender a tolerar una concentración máxima de 10% ambiental de este gas en el organismo en los casos de exposiciones accidentales a la atmósfera marciana, como en una descompresión masiva en un ambiente cerrado o a consecuencia de un traje o casco espacial dañado.
Mientras tanto, yo continuaba revisando la cinemática de la luna Fobos a partir de los datos de los orbitadores marcianos, y cada vez me convencía más del hecho de que la mayor luna del planeta sería aniquilada no muy lejos en el futuro por las fuerzas de marea de Marte para crear una anillo alrededor de él. Un observatorio en el planeta rojo, in situ, era una opción práctica para esclarecer dudas.
En Marte la construcción, establecimiento y funcionalidad del Observatorio del Azogue dependieron fundamentalmente de no más de cuatro voluntades: la de un arquitecto, dos ingenieros y un astrónomo sujetos a no pocas limitaciones tecnológicas en un ambiente hostil.
Al otorgarme el Consejo la libertad de nombrar nuestro primer observatorio, escogí el “Azogue” recordando ese añejo término utilizado por mis antepasados mineros en Chihuahua para referirse al mercurio, el metal líquido.
Como primer astrofísico en Marte, mi misión era poder estudiar dinámicamente por medio de un telescopio, caracterización orbital y modelos numéricos tanto las lunas de Marte como aquellos objetos celestes peligrosamente cercanos, principalmente asteroides como los llamados Mars-Crossers, que pudieran colisionar con el planeta.
Existía evidencia reciente de colisiones meteoríticas en Marte, pero no una estadística confiable de la distribución geográfica de las mismas, del tamaño de los bólidos o de las energías de impacto. Tampoco teníamos una idea precisa de la cantidad de objetos amenazantes en el espacio marciano cercano.
Para empezar a estimar todas aquellas variables yo contaba con un magnífico instrumento, un telescopio Schmidt-Cassegrain de 24 pulgadas (60 cm) de diámetro con capacidades infrarrojas equipado con CCDs de última generación, montura y base rotativa robóticas y sillón ergonómico. Nuestro objetivo era poder detectar objetos tan débiles como magnitud V=20 o 21.
Todo este equipo había sido transportado a Marte en el segundo de los Starships desde Boca Chica en la Tierra, meses antes de nuestra llegada a este mundo desértico.
El observatorio astronómico, primero en ser construído y utilizado con fines de investigación sobre la superficie de otro planeta, por su naturaleza siempre ha sido un edificio independiente y relativamente aislado, como es el caso de los observatorios en la Tierra y espaciales.
El pequeño edificio con cúpula es una mezcla de diseño clásico y neoplanetario original de Walexander Bright y Fiore Teshima, construído enteramente por impresión 3D, y desde su creación en 2028 ha monitoreado los cielos marcianos con precisión y eficiencia, caracterizando las órbitas de miles de objetos cercanos a Marte e identificando posibles amenazas de colisión, entre las que se cuentan las 9 realmente ocurridas hasta el momento (2038) a diversas latitudes, por pequeños asteroides.
Trabajando en el Observatorio del Azogue, ubicado 50 metros al norte de nuestra Estación Antoniadi, a lo largo de estos años he tenido un par de experiencias impactantes, una terrible y otra extraordinaria. Ambas ocurridas estando yo completamente solo en el edificio, lo que es la norma, aunque siempre en contacto por radio y video con la Antoniadi.
Viví una noche la prueba CO2TT, pero realmente amplificada, por un error personal francamente inocente. La náusea, la somnolencia, el subsecuente vómito y la casi pérdida del conocimiento resultado de estar expuesto momentáneamente al CO2 atmosférico puro me recordaron aquellos entrenamientos en la Isla Devon y en Boca Chica, en la Tierra.
Pero uno de los descubrimientos más intrigantes hasta ahora en Marte continúa hasta este momento como pregunta abierta; un hallazgo fortuito y posible gracias a las capacidades en el infrarrojo cercano de nuestro telescopio del Azogue.
En 2036, después de hacer unas pruebas de detección de fuentes infrarrojas en el cielo desde el observatorio, una noche dirigí el telescopio a la superficie marciana misma, a las dunas circundantes a la Antoniadi, sólo por curiosidad. En plena oscuridad, el terreno mostraba el característico brillo infrarrojo del helado suelo marciano, pero observando en la dirección noroeste algo llamó mi atención.
Sobre uno de aquellos montículos de arena y hielo, alcancé a percibir un brillo. Al enfocar el telescopio, se trataba de varios brillos pequeños, como puntos de luz difusos en un área específica de las dunas. Concluí naturalmente que se trataba de puntos “calientes” en la superficie, y dejé la exploración directa de esa región del terreno para el siguiente día.
Por la mañana, invité a Canis y a Ramsey a que me acompañaran a revisar la zona, que yo estimé estaría a unos 200 metros del observatorio en dirección noroeste. Al llegar al lugar, nos sorprendimos al encontrar, perfectamente delineados sobre el terreno, cinco agujeros de forma hexagonal, cada uno de unos 10 cm, irregularmente distribuídos en un área no mayor a un metro cuadrado.
Asumimos que se trataba de una prueba de análisis de terreno, pero Ramsey negó tener noticia de tal actividad entre sus colegas geólogos. Confirmamos que tampoco era el resultado de alguna prueba realizada por los robots de la estación, sobre todo después de medir la profundidad de tales agujeros, ¡ cerca de 20 metros !
Hasta el momento (2038) hemos identificado tres grupos más de agujeros hexagonales tan o más profundos en las limitadas zonas hasta ahora directamente exploradas por humanos, dos de esos grupos muy próximos a los asentamientos de las Estaciones Olimpo y Antoniadi.
Los hexágonos, como son ahora conocidos, fueron anunciados públicamente en la Tierra a una semana de su descubrimiento en Marte y desconocemos su origen y propósito. No parecen revelar más que una gran profundidad y una peculiar emisión térmica, la que los hace fácilmente detectables en el infrarrojo, como aquella noche del 2026 desde el Observatorio del Azogue por casualidad.
Dr. Argos Vallefranco Sanmillán
Astrofísico y cronista de los Nuevos Territorios Planetarios
Planeta Marte
Regalías Históricas de un Pionero (13)>>
Héctor Noriega Mendoza
Ponente. Investigador.
Maestría en Astronomía (UNAM | NMSU) y Doctor en Astronomía por la Universidad Complutense de Madrid (UCM)
Fundador de la Sociedad Astronómica Juarense, Cofundador del Proyecto Abel, Miembro de la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica, Miembro de la American Astronomical Society y Profesor de tiempo completo de Astronomía en UTEP.