Yoli creció en una colonia del poniente de la ciudad, una de tantas donde parece que el tiempo se ha olvidado de transcurrir. Se casó con el joven apuesto del barrio, estaba destinada a ser solo una ama de casa, a vivir del bajísimo ingreso de su marido y a soportar los golpes del fin de semana.
Tener un carro era impensable; comprar una casa, absurdo. Su contexto y el poco apoyo de su familia podrían haber limitado la visión de Yoli, como lo hicieron con casi todas sus compañeras de escuela, quienes terminaron por adaptarse al medio y aceptar su imposibilidad de cambiar sus condiciones de vida.
Hace unos días comí con Yoli. Me platicaba su historia: emprendió un negocio de bienes raíces, tiene una casa, un carro, viste elegante y se quedó sin marido. Su destino había cambiado.
Cada vez que escucho historias como esta, me pregunto: ¿Estaba Yoli destinada a cambiar su destino? ¿Por qué las otras mujeres en su contexto no lo hicieron? ¿Se trata solo de querer algo y luchar por ello para que se logre?
Creernos por completo las tendencias de la psicología positiva, en la que somos mayormente responsables de los resultados de nuestra vida, es una creencia que en muchas ocasiones resta importancia a los estragos que una persona vive a causa de la inconsciencia de otros.
El hecho de no poder evitar nuestra humanidad y los resultados que emanan de estas relaciones no exime la responsabilidad social que tenemos para restituir, jurídica, legal, económica o emocionalmente, los daños. Las afectaciones se tienen que asumir de manera personal como adversidades a vencer y encontrar valientemente una forma de salir adelante.
Ninguna mujer ni ningún hombre debería luchar para acceder y ser protegido de la violencia, la discriminación, la falta de protección jurídica o el acceso a la educación, ni para aspirar a una vida plena.
No debería, pero así es. Cuando se nace, no se adquiere solo una nacionalidad; se incluyen de facto una serie de condiciones sociales que afectarán nuestro destino. Un destino que puede llegar a ser disruptivo, que se nos plantea como “historias de éxito” en las que, con mucho esfuerzo, tenacidad, constancia, talento, motivación e ímpetu, se puede vencer el contexto.
Pero estas historias heroicas no son para todos. Pareciera que el bienestar y desarrollo pleno de las personas estuvieran reservados solo para casos especiales.
Para los educadores, la posibilidad de modificar este contexto es la igualdad de circunstancias. Cuando en una sociedad todos tengamos el mismo acceso a las oportunidades, habremos avanzado.
Para algunos pensadores, la posibilidad estriba en la modificación de nuestro limitado sistema de creencias basado en mitos. (Miguel Ruiz)
Para los políticos, es cuestión de ordenamientos jurídicos y presupuestos que se traduzcan en programas llenos de buenas intenciones, dependientes de la voluntad de quienes ostentan el poder.
Lograr crecer y acceder a una mejor calidad de vida en un país como el nuestro es casi una moneda al aire. Un juego de circunstancias y condiciones que pone a prueba nuestra capacidad de vencer una y otra adversidad.
Así es la vida: hay que ser resiliente cuando el destino nos alcanza y suceden hechos fuera de nuestro control. Pero no deberíamos acostumbrarnos a aquello que sí está en nuestras manos o en las obligaciones y responsabilidades de otros.
Decía mi amigo Juan: no deberíamos acostumbrarnos a lo que está mal: familias disfuncionales, discriminación, violencias, impunidad, injusticias, inseguridad… No deberíamos condenarnos a vencer y a luchar siempre para obtener lo que por humanidad nos merecemos.
La excepcional historia de Yoli es un ejemplo de esta lucha. La aplaudo y valoro, pero me gustaría más imaginar un país donde el destino al nacer nos presente mejores circunstancias, una sociedad donde las mujeres no sigan pidiendo no ser violentadas, una comunidad donde los gobiernos se responsabilicen de lo que les corresponde, un contexto donde los ciudadanos puedan acceder sin pena y de igual manera a las oportunidades y derechos… una historia donde el éxito sea compartido y no solo de unos cuantos.
Rocío Saenz
Lic. En Comercio Exterior. Lic. En Educación con especialidad en Historia. Docente Educación Básica Media y Media Superior, Fundadora de Renace Mujer A.C. Directora de Renace Mujer Lencería, Consultora socio política de Mujeres.