Imaginen acudir al mecánico. El auto lleva algún tiempo presentando problemas, así que por fin deciden que es momento de darles solución. Después de algunas revisiones, el mecánico menciona los arreglos que debe realizar, enlista los materiales que deberá comprar y da el costo total del servicio, ya con la mano de obra.
Ustedes, conformes con lo planteado, aceptan que comiencen los arreglos y esperan con ansias el día de la entrega del auto. Según lo prometido, el carro deberá funcionar “como nuevo”; los arreglos serán los suficientes para garantizar que el auto se mantenga funcional y en condiciones óptimas.
El día de la entrega, el mecánico repasa uno a uno los arreglos, entrega las piezas que retiró, retira los cubre asientos y, justo antes de entregar las llaves, les informa sobre un producto que hará que su carro no se descomponga más. Así tal cual, es un producto que fortalece la maquinaria y evitará complicaciones futuras. Suena maravilloso, ¿no? Tal como es de esperarse, es un producto caro; tan caro que deberán sacrificar otros gastos que requiere el auto, pero, ¿acaso no lo vale? ¿No merece la pena invertir en evitar lo que puede -o no puede- pasar? ¿No merece la pena confiar en el mecánico/experto en carros?
¿Qué garantía les da? Ninguna, solo tienen la palabra del mecánico y sus varias historias de éxito.
¿Qué certificaciones tiene? Ninguna, solo las que el mecánico dice que tiene, sin embargo, al investigar en internet ninguna de las instituciones avala los productos que recomienda.
¿Qué empresa los vende? Ninguna, solo el mecánico y un grupo selecto de personas que confían en el producto.
A ver, pero momento. El mecánico me explicó la problemática, me desglosó el procedimiento para arreglarlo, me enlistó las piezas y me prometió que con esto sería suficiente para dejar el auto en óptimas condiciones; entonces, ¿por qué me ofrece este producto? ¿Será que no confía en su trabajo? O ¿será que solo quiere vender, aprovechando mi situación e ignorancia?
Esta analogía es cada vez más frecuente en el ámbito médico. Así como el mecánico ofrece este producto, cada vez más personal de salud ofrece productos milagrosos para “fortalecer el sistema inmunológico” o “evitar que la enfermedad regrese”.
Pero estas situaciones son sumamente interesantes, porque los médicos que recurren a estas actividades de venta de productos, no solo le venden al paciente sus medicamentos, sus intervenciones quirúrgicas y sus servicios profesionales; sino que, además, al ganarse su confianza, los convencen para confiar en un producto -caro- que ellos venden (¡que coincidencia!).
Si se atreven a cuestionarlos, podrán responderles que confían en el producto; lo cual me hace preguntarme: ¿y la experiencia? ¿y la preparación? ¿y el ser personas de ciencia que deben tener pruebas contundentes antes de tomar una decisión que involucre la vida de otros?
Otros apelan a lo social, y comentan que lo hacen para apoyar a los pacientes; lo cual me lleva a preguntarme: ¿Cómo es el apoyo, si se le cobra miles de pesos por un producto? ¿Cómo se le apoya guiándolo a consumir más productos químicos y alejándolo de las opciones naturales -y económicas-?
Si en la analogía del mecánico, se leía incoherente el que existiera un producto, que aún sin aval ni certificaciones, cumpliera con lo prometido; ¿por qué si creer que existe algo para nuestra salud?
Al momento de estar decidiendo la cura o el tratamiento para nuestra enfermedad, no podemos solo confiar en historias y testimonios, ¡menos aun cuando son compartidas por el vendedor!
Existen profesionales de la salud que confían en su práctica y respetan su profesión, tanto así que saben que recomendar un producto sin certificaciones, permisos o aval de la Secretaría de Salud, pone el riesgo la salud de sus pacientes.
Busquemos profesionales íntegros, dignos de ser llamados Médicos y alejémonos aquellos que al desconfiar en su práctica médica prefieren el papel de vendedor de productos milagrosos.
Lourdes Tejada
Titulada en Diseño gráfico y pasante de la Maestría en Acción Pública y Desarrollo Social. En su experiencia destaca el ser co-fundadora de una asociación civil y ser miembro fundador de una red de agrupaciones juveniles. Ganadora del Premio Nacional UVM por el Desarrollo Social, cuenta además con el Premio Estatal de la Juventud, el Reconocimiento a Mujer del Año de Ciudad Juárez y la mención de Mujer Líder de México.