Ha estallado una crisis política para el inquilino de la Casa Blanca, el presidente Biden tuvo que abordar el tema estando en la Ciudad de México diciendo estar sorprendido; el asunto podría obstaculizar su reelección, abona a la grave división que experimenta la sociedad estadounidense y en consecuencia da oxígeno al trumpismo que venía de unos decepcionantes resultados en las elecciones intermedias de 2022.
Luego de ocho años como vicepresidente de los Estados Unidos, entre 2017 y 2019, Joe Biden ocupó una oficina del Centro Biden para la Diplomacia y el Compromiso Global en la Universidad de Pensilvania, donde el 2 de noviembre de 2022 unos abogados personales de Biden encontraron documentos secretos del gobierno de Obama cuando cerraban dicha oficina, los abogados dieron aviso a la agencia de Archivos Nacionales y Administración de Documentos de Estados Unidos y estos a su vez al Departamento de Justicia, todo esto antes de las elecciones intermedias del 8 de noviembre. Entre diciembre de 2022 y enero de 2033, se han encontrado más documentos ya bajo resguardo del FBI en la casa del presidente en Wilmington, Delaware.
Lo anterior se ocultó desde un principio a la opinión pública con el fin de que no interfiriera con las elecciones del 8 de noviembre, en las que muchos esperaban una ola republicana, no fue así y los demócratas lograron un resultado muy aceptable al no ceder el control del senado.
Lo interesante es que la Justicia norteamericana venía actuando contra Donald Trump por un caso similar, en agosto de 2022 el FBI recuperó 11 mil documentos en un cateo (tal cual) a la residencia Mar-a-Lago del expresidente, de estos, cerca de 300 estaban marcados como clasificados, el caso inició cuando la agencia de archivos detectó un faltante de documentos y Trump se negaba entregarlos, aunque el tema ya no había trascendido tal vez por la cercanía de las elecciones. La sustracción o acumulación de este tipo de materiales fuera de los procedimientos establecidos pueden poner en riesgo la integridad de los operadores de inteligencia, las relaciones internacionales y al mismo Estado norteamericano por lo que no es un asunto menor.
La reacción de la administración Biden ha sido la de tratar de diferenciar al máximo el caso que involucra al presidente con el de Trump (“Trump sustrajo los documentos de manera intencionada”, “Biden no sabía”, “Trump adoptó una posición rijosa”, “Biden está colaborando con la justicia.”), así como el de adelantarse a la intervención de la cámara de representantes de mayoría republicana. El secretario de Justicia Merrick Garland ha nombrado al fiscal federal John Lausch como fiscal especial para la investigación de los documentos que implican al presidente y todo pareciera apuntar a un control de daños que técnica y jurídicamente salvaría al presidente.
Cuando Biden respiraba aires de confianza al contener al trumpismo en las elecciones intermedias, al amarrar a Putin en Ucrania gracias a las armas estadounidenses y a la estrategia de reconfiguración geo económica que le recuerda a China que la Democracia norteamericana aún puede plantarle cara; es así que se le hace un regalo a los republicanos que podrán explotar políticamente de cara al 2024.
Ya el líder de los republicanos en la cámara de representantes Kevin McCarthy ha reprochado el ocultamiento del caso para no afectar al partido del presidente en las elecciones del 8 de noviembre, el trato desigual por parte de la Justicia hacia Trump y que Biden siguiera criticando el caso de Trump de manera “hipócrita”, prometiendo además una investigación del congreso. El caso contribuye a los rumores del ala extremista republicana de enriquecimiento de la familia Biden a costa de negocios en Ucrania y alimenta la narrativa del trumpismo, mas apegada a explotar las emociones para convencer al electorado que a comunicar argumentos válidos. Por lo pronto Trump acusa a Biden de facilitar toda esa información a China.
Si aun con los resultados adversos de las elecciones de medio término y con el fortalecimiento político del republicano Ron DeSantis en Florida, de ninguna manera podía descartarse a Trump para el 2024, menos hoy que el movimiento extremista encuentra una oportunidad de devolverlo al ruedo y a la Casablanca.
Por otro lado, en una simbólica visita a la iglesia Eben Ezer de Martin Luther King, el presidente Biden advirtió sobre el peligro que enfrenta la Democracia estadounidense y se lanzó contra el trumpismo: “trafican con el racismo, el extremismo y la insurrección”, “Bueno, mi mensaje a esta nación en este día es que vamos hacia adelante, vamos juntos, cuando elegimos la democracia sobre la autocracia, una comunidad amada sobre el caos, cuando elegimos los creyentes y los sueños, ser hacedores, no tener miedo, siempre manteniendo la fe”.
Finalmente se advierte en el gobierno de nuestros vecinos del norte una crisis política, derivada de un error o en el mejor de los casos de un descuido del presidente Biden o de su equipo, quien tendrá que valorar seriamente si compite por la reelección y de una latente inconformidad social ideologizada sintetizada en el trumpismo, vemos una sociedad dividida y un esfuerzo constante y organizado en poner en duda el sistema democrático estadounidense con fines excluyentes, esfuerzos que tienen efectos en las demás democracias occidentales (ejemplo Brasil). Sin embargo, la robustez de las instituciones norteamericanas y la importancia de la libertad en la cultura estadounidense, hacen posible que las tensiones políticas sean procesadas dentro de una Democracia funcional, cuestionada, pero aún funcional.
“Y si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá permanecer.” (Marcos 3:25).
Moisés Hernández Félix
Lic. en Administración Pública y Ciencia Política, candidato a Maestro en Administración en curso. Ha sido funcionario público federal y docente en nivel media básica y medio superior. Se especializa en gobernanza educativa y políticas públicas.
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