Regresamos a esas épocas aciagas en que el animal político se retuerce entre estertores buscando aliviar su hambre de poder.
Este animal, crecido entre la inanición, hará lo que sea para no sucumbir, como lo cita el principio dinámico de la existencia del Hombre según Ronald Hubbard, creador de la Dianética y la posterior Iglesia de la Cienciología, “Sobrevive”.
Y ante ese impulso vital hará lo necesario para mantenerse con vida. Lo que sea y lo hemos visto recientemente.
Hemos sido testigos de la peor conducta humana en la clase política, luego del incendio y fallecimiento de seres humanos en el INM de Ciudad Juárez.
Hemos develado la escoria humana que aprovecha las acciones del fratricida de facto para traspolarlas a su antagónico político, convirtiéndose en huérfanos, porque eso es no tener madre.
Venimos de un primer trimestre hueco y fatídico con reos fugados, algunos de ellos capturados o muertos en el intento de captura; un informe de gobierno estatal hueco que sirvió como pasarela de la antesala electoral.
Pasamos por descubrir a un MC que se hace chiquito dejando de competir en Coahuila y el Estado de México, que se escuda en un discurso para justificar su salida de la contienda acusando a otros partidos políticos, cuando por sus acciones en realidad les apoya sumando votos aunque no las siglas.
Vemos una y otra vez como Morena y sus mil fracciones se pican los ojos y sacan la lengua. Como régimen y oposición se pelean por el INE usando las mismas argumentaciones, primero de un lado y luego, cuando no les conviene, del otro.
El animal político está vivo y hambriento.
Hoy más que nunca podemos concluir que en el sistema político mexicano solo hay dos sopas: la clase política y el pueblo.
En una militan con plumaje de diversos colores del mismo asqueroso animal, la clase política, y, en la otra, el pueblo inconsciente y embelesado por el brillo de tal o cual color del exuberante plumaje.
Políticos que, cual aves carroñeras, se alimentan de la búsqueda incansable de motivos, no importa que sean ficticios o forzados, que defenestren a su oponente.
Esa es la política de hoy. Cero honorabilidad. Así sucede ahora mismo, atrincherados en el dolor ajeno, desviando culpas unos a otros.
Los hechos son unos e inobjetables: Murieron 40 seres humanos.
No se trata de culpas sino de responsabilidades, porque si se tratara de culpas todos sin excepción tenemos parte de ella por la ominosa omisión ante el fenómeno que vivimos, por nuestros actos xenófobos, públicos y privados. Todos.
Pero si quiere culpables no tiene que irse muy lejos, están aquí y estuvieron en el radio de la fatal acción. Pretender usar la oportunidad para el golpeteo político es despreciable, colgar adjetivos emanados por la creatividad política aún más.
¿Campos de concentración…? ¿Pretender que renuncien de un plumazo dos secretarios de estado…?
Si eso no es querer sacar raja política, diganme ¿que es…?
La ciudadanía en general no merece discursos tan bajos, rayando en el odio, la intolerancia y en el desvío de la atención informativa en ocurrencias lejanas a lo sustantivo, de la búsqueda genuina de los hechos y la impartición de justicia, todo ello es un despropósito doloso.
En la redacción decidimos no hacer eco de voces, sin importar quien, que se manifiesten en el sentido de hacer de esta lamentable situación una forma de oportunismo político, para enfocarnos tan solo el seguimiento directo al caso.
David Gamboa
Mercadólogo por la UVM. Profesional del Marketing Digital y apasionado de las letras. Galardonado con la prestigiosa Columna de Plata de la APCJ por Columna en 2023. Es Editor General de ADN A Diario Network.