El México del siglo XX y de las primeras décadas del siglo XXI no puede entenderse sin el Partido Revolucionario Institucional, instituto político que de ser hegemónico se encuentra al borde del precipicio histórico.
El intento reeleccionista del general Álvaro Obregón a la presidencia de México en 1928 derivó en su asesinato en el mismo año. Obregón olvidaba en esos años que la Revolución mexicana se había gestado a partir del “Sufragio Efectivo, No Relección” de Madero.
Al preguntarse quién había ordenado el asesinato de Obregón la vox populi mexicana exclamaba en aquellos años: “cállese la boca”. Una clara alusión al entonces presidente Plutarco Elías Calles, quien culpable o no del magnicidio daba por terminada la época de los caudillos y convocaba a la creación del Partido Nacional Revolucionario.
Si el mérito de Calles fue el dar forma a la vida institucional del país, Lázaro Cárdenas fijaría el precedente de la continuidad del programa de la Revolución mexicana limitando a seis años la autoridad del presidente sobre las instituciones.
La amplia reforma cardenista incluyó al PRN que cambió al corporativizado PRM. El sucesor de Cárdenas, Ávila Camacho, acuarteló al ejército, dando origen al PRI para así transmitir el poder a los civiles.
Desde la fundación del PNR en 1929 a la fecha, México pudo sortear la renovación de poderes de manera fundamentalmente pacífica. A partir de Cárdenas, nuestro país ha experimentado dentro del régimen presidencialista aún vigente, sucesiones del Ejecutivo cada seis años de manera ininterrumpida hasta nuestros días.
Desde 1946, luego de la transformación del PRM a PRI, la vida institucional del país es esencialmente civil, hecho que inhibió en México las condiciones que en otros países confluyeron en dictaduras militares como las que padeció latinoamericana durante la segunda mitad del siglo XX. Si bien existen algunos episodios de represión militar, estos no fueron a iniciativa del ejército.
Con sus numerosas fallas y ominosos excesos, lo que muchos llaman el PRI-gobierno tuvo el mérito de construir instituciones, reformarlas, legitimar periódicamente al sistema político, actuar para dar gobernabilidad al país en función de la real Política desde el poder o desde la oposición (por ejemplo, en 2006) y llevar a cabo dos transiciones democráticas a partidos distintos en el año 2000 y 2018 de manera pacífica.
Por eso es lamentable la situación actual de este partido político, sumido en el peor escenario de su historia, con cada vez menos votos y debilitado en su militancia. Ya decíamos que de seguir así las cosas al PRI le espera lo que finalmente sucedió con el PRD.
En su última asamblea nacional ordinaria, el PRI, por lo que se sabe hasta ahora, ha resuelto modificar el artículo 178 de sus estatutos, lo que posibilitaría a las actuales dirigencias su reelección.
La intención reeleccionista de la dirigencia nacional ya ha causado escozor en personajes destacados que siguen militando en el partido tricolor. Es probable que dicha determinación estatutaria sea combatida en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, así como desde diferentes y eventuales flancos políticos.
Es evidente el control que sobre los órganos de gobierno del partido tiene la actual dirigencia nacional del PRI, síntoma, entre otras cosas, de una participación insuficiente por parte de los diferentes liderazgos priistas en la vida interna del partido.
La reflexión profunda a la que está obligado el PRI parece darse en sentido contrario a la que realmente necesita cuando se impulsan cambios estatutarios con poco tacto político y con un margen de tiempo insuficiente para haber preparado una asamblea nacional de la trascendencia histórica actual.
La dramática situación del PRI aún podría rescatarse, entre otras cosas con autocrítica, serias propuestas de cambio, ejercicio democrático y haciendo Política. ¿Será mucho pedir?
“Pero si os mordéis y os devoráis mutuamente, ¡mirad no vayáis mutuamente a destruiros!”
(Gálatas 5:15)
Moisés Hernández Félix
Lic. en Administración Pública y Ciencia Política, candidato a Maestro en Administración en curso. Ha sido funcionario público federal y docente en nivel media básica y medio superior. Se especializa en gobernanza educativa y políticas públicas.
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