Lo ola de calor que se vive en prácticamente todo el hemisferio norte, sin llegar aún el verano no ha hecho más que evidenciar la mala gestión de las energías por parte de los gobiernos. Mala gestión no solo de los recursos naturales y su explotación, sino también de la falta de planificación e inversión en cuanto a la adaptabilidad a las nuevas necesidades sociales, humanas y de producción.
A quienes aún dudan del cambio climático y de los fenómenos del clima como el próximo reto más cercano para la supervivencia humana le sugerimos que vaya aparcando su incredulidad porque las consecuencias y efectos del mismo serán cada vez más cercanos y difíciles de sortear.
Pero volvamos a la crisis energética que se vive en buena parte del orbe o al menos en los países occidentales. Culpar a Rusia por la crisis del mercado energético es solo una muy pequeña arista de las múltiples y complejas caras de esta situación.
Uno de las más severas es la poca diversificación de las fuentes de generación de energía, pues a pesar del impulso que han tenido durante la última década las energías renovables, estas no crecen a la velocidad de la demanda, además, como ya lo habíamos establecido en un artículo anterior, estas por sí mismas no sustituyen a las energías provenientes de combustibles fósiles, pues las mismas energías verdes precisan de ella para algunos de sus procesos.
Pero vayamos un poco más allá del carácter técnico sobre las emisiones de carbón y el efecto devastador de estas en nuestro planeta y enfoquémonos por hoy en aspectos más carnales y propios del materialismo analítico que domina hoy.
La disponibilidad de energía eléctrica, aunado con el acceso al agua será uno de los principales factores que marquen la nueva migración industrial de esta primera mitad del siglo. El acceso a energías y recursos naturales son directamente correlacionales a la riqueza de los Estados y la dependencia de los menos afortunados. La energía no solo mueve al mundo, mueve también a la economía.
Los cortes en energía eléctrica, la insuficiencia en su abasto y su natural encarecimiento, serán cada vez más comunes, no solo de manera estacional durante el verano, que es cuando la demanda se incrementa de manera natural, que es lo que estamos viviendo, en este momento. La situación, aunque pudiera considerarse meramente temporal, se acrecienta y perpetúa en el tiempo.
El acceso a las diversas fuentes de energía, así como la capacidad de garantizar una fuerte demanda, es en sí mismo un importante activo para la inversión, pero esto cobra mayor fuerza día con día, de ahí que muchas empresas están relocalizándose o “escouteando” (explorando) nuevas plazas.
Son estas condiciones las que vendrán a reforzar un cierto segmento de países, regiones y sectores privilegiados, lo que sin duda acrecentará la brecha entre los que tienen todo y los que no tienen nada. Países que logren una generación continua y estable de calidad de energía eléctrica serán aún más atractivos para invertir.
Si algo teme el capital es la incertidumbre, las empresas desean mantener el mínimo de variables fuera de control. Cobertura total, adaptabilidad, calidad, así como precios sostenidos son elementos que buscan las empresas al momento de invertir.
La riqueza de un país está directamente asociada a su eficiencia energética, a mayor energía, mayor desarrollo y a mayor desarrollo, mayor aumento en el consumo. El avance tecnológico tiene en su base la dependencia energética, solo que el actual modelo basado en el uso de combustibles fósiles no renovables, además del alto coste que representa en contaminación y el aceleramiento del cambio climático, tiene sus días de gloria contados, y esto es porque mientras el desarrollo de nuevas tecnologías crece de manera exponencial, la energía de origen no renovable decrece en la misma proporción.
Así que es urgente garantizar las necesidades de energía de este mundo actual, pero no a cualquier precio, urge garantizar el acceso a la energía de una manera responsable y sustentable no solo para el planeta, sino también para toda la población. A pesar de que el acceso a la energía, en especial eléctrica parece un servicio ya universal, la verdad es que no es así no solo por el alcance del suministro si no por la escalada de precios que se vive a nivel mundial.
En el caso de Europa, el día de hoy tienen la electricidad y el gas más caro en la historia, lo que ha llevado a cientos de miles de familias a caer en la pobreza energética y no tiene mucho que ver con el tema ruso, tiene que ver con la escalada de precios a nivel mundial con esa oferta y demanda que marca los precios al consumo y que hace que cualquier forma de energía imperante hoy en día sea cada vez más costosa.
No es solo los costos de llevarla hasta nuestra puerta, es también el hecho de que el recurso no es ilimitado, las condiciones actuales no soportan el ritmo sostenido de progreso, las previsiones que se hacen de 200 años de vida para el modelo actual de energía se hace bajo el supuesto de un mundo estático, un mundo que permanezca tal cual está hoy, lo que es francamente imposible.
El verdadero reto del nuevo modelo energético es además de ser sustentable y no dañino para el planeta, encarne una vocación universal y que llegue a todos los rincones del planeta que alivie la tremenda desigualdad donde solo Estados Unidos, Canadá, Rusia, Japón y Europa, es decir, el 15% de la población consume el 43% de la energía que se produce en el mundo.
El pleno acceso a la energía en el S.XXI no solo supondrá el ejercicio de un derecho y un factor de bienestar, para las próximas décadas será decisivo para la supervivencia en un mundo en el que las principales amenazas serán la falta de recursos y las emergencias climáticas.
Aquellos que estén preparados podrán sortear los nuevos tiempos, pero para aquellos que no lo estén, el futuro no podría ser más desalentador.
Claudia Vázquez Fuentes
Analista Geopolítica.
Maestra en Estudios Internacionales por la Universidad Autónoma de Barcelona.
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