Pongamos todo en perspectiva
Cuando pareciera que la desigualdad y la violencia son temas estructurales que nunca podremos evitar y derrotar, detenernos y enfocar los esfuerzos en las infancias es una estrategia de supervivencia colectiva fundamental y hasta necesaria.
Las infancias son las que heredarán la sociedad que construyamos hoy, por lo que invertir en ellas no es solo una opción, sino una responsabilidad colectiva garantizarles espacios de paz y actividades propias de su edad, como el juego, la recreación y el desarrollo artístico, no es una mera opción; es un requisito para (re) construir el tejido social que tanto anhelamos. El juego no es un lujo, sino una necesidad fundamental para la construcción de un futuro más justo, equitativo y pacífico.
Al hablar de juego, no nos referimos únicamente a ese momento de entretenimiento que los adultos tienden a subestimar, sino a una herramienta fundamental para el desarrollo integral de los niños y niñas. Porque ahí, en ese pequeño instante de libertad, radica el potencial de transformar nuestro presente en un futuro más justo, equitativo y pacífico.
El juego libre no solo permite a los niños expresarse, sino que también es un espacio donde desarrollan habilidades sociales cruciales, como la empatía, la cooperación y la resolución de conflictos. Estas competencias, aprendidas desde temprana edad, son la base sobre la cual se construyen sociedades pacíficas y colaborativas. Cuando los niños juegan, no solo están aprendiendo a interactuar con otros, sino que están fortaleciendo su capacidad para comprender las emociones ajenas, negociar, compartir y respetar límites. Estas habilidades son fundamentales para una convivencia armoniosa y para la construcción de comunidades más solidarias y equitativas
En este sentido, me atrajo mucho la opinión de la académica Rocío Rivera, de la Facultad de Psicología de la UNAM, quien plantea que el juego libre es mucho más que una actividad recreativa, para ella es el cimiento sobre el cual se construye la independencia emocional, la resiliencia y las habilidades sociales de niñas y niños, sin embargo, vivimos en un contexto donde esta actividad esencial está en peligro de extinción.
El reciente “Sondeo Estatal de Preferencias de Juego en Niñas, Niños y Adolescentes”, realizado en Oaxaca es muy interesante ya que bastante específico y único, ya que aunque hay estudios que se encargan de medir consumos en internet, estos no profundizan, ni diferencian entre niñez y adultos. Desde su metodología, el análisis pone al centro a las infancias, ya que involucró a más de mil niños y niñas, y a sus cuidadores.
Dentro de los resultados se observó que casi un tercio de los niños juega con juguetes que promueven la violencia, mientras que el 21% tiene juguetes bélicos en casa. Además, las diferencias de género en las preferencias de juego, marcadas por estereotipos, revelan la persistencia de una cultura que limita las posibilidades de desarrollo de nuestras infancias. Por ejemplo, el 29.9% de las niñas prefiere jugar con muñecas, mientras que solo el 0.73% de los niños las menciona como una opción. Esto no solo refleja un condicionamiento social, sino también la perpetuación de roles rígidos que afectan las oportunidades de crecimiento de ambos géneros.
En el lado digital tenemos uno de los puntos criticos ya que el 41.8% de los cuidadores admite que sus hijos juegan videojuegos, muchos de ellos violentos, como “Call of Duty” o “Garena Free Fire” y esto sumado a la falta de tiempo en familia y la sobrecarga académica, tiende a crear ambientes donde los niños están cada vez más desconectados de su entorno social y emocional. Si bien muchos videojuegos violentos son perjudiciales para el desarrollo emocional y social de los niños, no todos los videojuegos deben ser vistos con el mismo prisma. Algunos pueden ser herramientas educativas y cognitivas útiles, estimulando la creatividad, la resolución de problemas y la colaboración en entornos virtuales. La clave está en la selección del contenido y en equilibrar el tiempo de juego digital con actividades físicas y sociales que fomenten el desarrollo integral de los niños.
Si queremos sociedades pacíficas, necesitamos infancias pacíficas. Esto no significa alejarlos de la realidad o aislarlos de fenómenos tan comunes como la interacción en aldeas digitales prohibiendo el juego en línea, sino darles las herramientas para enfrentarla con resiliencia, empatía y creatividad.
Desde políticas públicas que promuevan la construcción de parques y espacios comunitarios, hasta campañas de sensibilización sobre la importancia del juego libre, cada esfuerzo cuenta. Pero esto no será suficiente si no cambiamos nuestra mentalidad colectiva. Como sociedad, debemos entender que cada momento de juego que permitimos a nuestras infancias es una inversión en la construcción de una comunidad más equitativa, solidaria y pacífica.
De momento el estudio antes citado nos abre un panorama bastante amplio de lo que se necesita realizar en Oaxaca, que fue el territorio analizado, porque en una época hiperconectada y en donde la sociedad de la saturación y el burn out acapara el discurso, las niñas, niños y adolescentes merecen entornos saludables para que construyan sociedades pacíficas
Carlos Villalobos
Opinólogo por convicción, fotografo de conciertos, entrevistador y maestro digital. Coordinador de "El Garage Istmeño". Originario de Oaxaca, Oax.