Es indiscutible que la situación para los pequeños y medianos empresarios en la frontera norte es complicada. La violencia, las crisis económicas y la falta de apoyo gubernamental han dejado una huella profunda. Sin embargo, el artículo de Thor Salayandía, aunque valiente en su exposición, parece girar en torno a una visión nihilista de nuestra realidad, una constante victimización que ya no se sostiene.
Es cierto, como empresario en diversos giros y geografías desde 1991 doy fe que hemos enfrentado devaluaciones, ninguna como la del error de diciembre del 94, la crisis de 2008, la pandemia global en 2020, e incluso un gobierno que tacha de “delincuentes de cuello blanco” a algunos empresarios. Pero, ¿acaso estas adversidades no han existido siempre de una u otra forma? La frontera norte, particularmente Ciudad Juárez, ha prosperado a pesar de las dificultades, por eso llegue aquí hace casi treinta años. Lo que ha cambiado no es solo el entorno, sino la actitud de quienes deberían estar liderando el cambio.
El miedo que menciona Salayandía es real, no hay duda en ello, pero no puede seguir siendo la excusa. Hemos permitido que este sentimiento paralice al sector empresarial, cuando históricamente ha sido la iniciativa privada la que ha sacado adelante al país en sus momentos más oscuros. ¿Dónde está ese arrojo que se suponía era parte del ADN de los empresarios del norte? Nos hemos sumido en una oposición sistemática a todo y por todo, vivimos en una queja constante, mientras dejamos que otros tomen las riendas de nuestro destino, empresarialmente hablando.
Las cámaras empresariales, que deberían ser baluartes de defensa y promoción del sector, efectivamente se han convertido en cascarones vacíos, sin visión ni capacidad de acción. Pero esto no sucedió de la noche a la mañana, ni es responsabilidad exclusiva de los gobiernos. Nosotros, como empresarios, hemos permitido que esto ocurra. Nos hemos desconectado, hemos dejado de involucrarnos en la creación de una visión de futuro y nos hemos resignado a un papel secundario. ¿Por qué? Porque es más cómodo que enfrentar las dificultades de cara.
Lo más alarmante es la normalización de esta pasividad. Los 215 negocios que han cerrado en Juárez en los últimos 11 meses no son solo una estadística fría, son una advertencia de lo que está por venir si no actuamos ya. No podemos seguir esperando a que el gobierno nos rescate ni a que mágicamente el ambiente de negocios se vuelva favorable. La única solución es asumir nuestra responsabilidad y dejar de lado ese bajo perfil que, en la visión de Salayandía, nos envuelve.
El Bloque Empresarial Fronterizo puede ser una iniciativa prometedora, pero no será más que otra agrupación fallida si no se acompaña de una auténtica transformación en la actitud del empresariado. No basta con armar proyectos o hacer “mucha investigación”, como sugiere el autor. Necesitamos liderazgos fuertes, decisiones contundentes y, sobre todo, unidad para afrontar los desafíos.
Sí, los impuestos son altos, las reglas cambian constantemente y la maquila sigue sin integrarse completamente en nuestra economía local. Pero en lugar de lamentarnos por lo que no funciona, deberíamos estar buscando soluciones creativas y proactivas. Ciudad Juárez y la frontera norte tienen una posición geográfica envidiable, pero esa ventaja no servirá de nada si seguimos estancados en la pasividad y el miedo.
El llamado a la acción que Salayandía lanza es acertado, pero insuficiente. Ya no es momento de “meditar mucho” las cosas. Es hora de actuar, de asumir el rol que nos corresponde como motores económicos de esta región. El tiempo para la queja ha terminado. Si de verdad queremos dejar un mundo mejor para las próximas generaciones, debemos despertar y reclamar el lugar que nos pertenece en el desarrollo de nuestra comunidad, antes de que sea demasiado tarde.
David Gamboa
Mercadólogo por la UVM. Profesional del Marketing Digital y apasionado de las letras. Galardonado con la prestigiosa Columna de Plata de la APCJ por Columna en 2023. Es Editor General de ADN A Diario Network.
