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    noviembre 2, 2024 | 20:17

    ¡El mundo esta desquiciado!

    Publicado el

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    “¡El mundo está desquiciado! Vaya faena haber nacido yo para tener que arreglarlo.” Hamlet.

    Nunca había entendido la causa de mi malestar hasta que leí esta queja. Desde que era niña, me preocupaba por el mundo; en mi pequeño universo, me aterraba pensar que todo aquello tan hermoso pudiera estar en peligro. Veía la colina que se asomaba detrás del río cerca de la casa de mis abuelos y me causaba molestia la erosión de las rocas que caían, pensando en que quizás alguien estaría debajo y pudiera ser agredido por una de ellas. Sin razón alguna, llegaba a mi mente la frase de Elisa Greisen: “alguien tiene que hacer algo”.

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    Estamos en vísperas del proceso electoral y en nosotros se despierta el animal político que Aristóteles decía hay en cada hombre. Es inevitable no opinar, tomar partida, apoyar, cuestionar y, entre los calores y colores de la pasión, muchos también optan por descalificar, enfrentar y pelear bajo el mismo instinto con el que Aristóteles nos describía.

    Sin embargo, también hay quienes se dicen apolíticos; yo les llamaría apáticos y desinteresados, aquellos que no participan, no pelean, no votan, como diría mi abuelito, de esos “que no pichan ni cachan ni dejan batear”, ciudadanos que se escudan en los desaciertos de unos cuantos para evadir los asuntos de la polis de la que también son parte.

    Como sabemos, un “político” es una persona que participa en los asuntos públicos, y creo que de eso nadie se salva. Como parte de una sociedad, los asuntos públicos se vuelven parte de nuestra vida diaria, y avalamos o rechazamos en cada momento las decisiones y las políticas públicas que otros dictan.

    Fernando Savater habla de elegir la política como la “búsqueda razonable de la mejora, aun a riesgo de errores y retrocesos”, y explica cómo, en nuestra humanidad, vivimos entre dos mundos reales: el mundo natural y el mundo social. En el primero, podemos ser observadores de las leyes de la naturaleza, pero nunca cambiarlas; en el segundo, el ser humano tiene la posibilidad de cambiar su entorno social, dado que fue creado por seres humanos iguales a él. Esta condición es la que me parece se hace presente y vibrante en cada proceso electoral.

    Uno va por la calle y se encuentra a la gente hablando de los actores políticos, se hacen presentes los hombres, las mujeres, los jóvenes y los no tan jóvenes; todos con el deseo ferviente de participar, seres humanos que no aceptan la acomodación resignada a las condiciones sociales vigentes, que se niegan a aceptar las desigualdades y que, tomando una bandera, se lanzan al ruedo con la intención de ser agentes transformadores de su comunidad, asumiendo con mucho valor la faena de arreglar el mundo.

    El resultado de este ejercicio político en cada uno de ellos es otra historia. Creo que hay pocos políticos que aspiran a ocupar un cargo público por la mera intención de perjudicar al pueblo, aunque al asumirlo, la mayoría lo hagan con decoro y con descaro.

    Pero estamos hablando de las intenciones, de las razones por las que de niños anhelamos ser grandes y tener superpoderes para “salvar al mundo”. Esta motivación natural del ser humano va tomando diferentes matices según nuestra formación y experiencia personal hasta lograr una conciencia política.

    En esta conciencia, cada uno reconoce su pertenencia y participación. Asumir esta libertad nos da la posibilidad de ser legisladores paulatinos de los cambios que creemos deben conducirnos a mejores condiciones de vida para todos; un acto de profundo amor que va más allá del beneficio propio. Así, privarse de esta actividad innovadora es renunciar a una de las fuentes de sentido de la existencia humana.

    Por ello, hoy que aparecen los candidatos y sus propuestas, prefiero fijarme en ese sentido humano transformador que habita en ellos. Desde otra perspectiva, puedo decir que existe porque existió en mí.

    Para aquellos que solo pueden ver lo maligno en estos seres, lo corruptible, lo nefasto, aquellos que solo cuestionan y, como diría un expresidente, “nada les embona”, sería importante hacer un examen de autoconciencia. Todas las teorías de la neurociencia indican que somos capaces de crear solo aquello en lo que creemos y ver en otros lo que hay en nosotros mismos.

    No pretendo bañarme ni bañar a nadie de pureza, pero no encuentro otra forma de dignificar mi ejercicio social y, por ende, político, sino reconociendo el valor y trabajo de los demás. Es cierto que tendremos afinidades más comunes con unos que con otros, tendremos cómplices que validarán nuestros esfuerzos, y apoyaremos los de ellos. Habrá personas que confíen siempre en el héroe que llevamos dentro y en nuestra capacidad para cambiar nuestros microespacios, pero habrá otros a los que no podamos convencer y quizás tampoco nos convenzan. Sin embargo, esta diferencia no nos convierte en seres humanos disímiles ni en enemigos, pues nuestro objetivo es más grande que nuestras diferencias. Ya el mundo está desquiciado, y es tarea de todos arreglarlo.

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    Rocío Saenz

    Lic. En Comercio Exterior. Lic. En Educación con especialidad en Historia. Docente Educación Básica Media y Media Superior, Fundadora de Renace Mujer A.C. Directora de Renace Mujer Lencería, Consultora socio política de Mujeres.

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