Hay un fenómeno que ha tomado cada vez más relevancia en la era de la información y que ha devenido en un desafío que agrega una carga adicional en el manejo de situaciones muy delicadas que afectan a poblaciones enteras, como fue el caso de la pandemia por Covid-19 y, en la actualidad, respecto del huracán Otis que, con su fuerza destructora de categoría 5, tocó tierra poco después de la media noche del 25 de octubre pasado cerca de Acapulco, Guerrero, con vientos extremos de hasta 330 kilómetros por hora, arrasando el puerto y sus alrededores.
Me refiero a la infodemia, término que se acuñó en tiempos recientes y el uso del mismo se hizo común en el contexto de la pandemia por Covid-19, precisamente porque, de acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), se deriva de la conjunción de las palabras “epidemia” e “información” y hace alusión a un exceso de información, veraz o no, que dificulta que las personas accedan a aquella proveniente de fuentes fiables y obtengan orientaciones válidas en momentos en que se hace más necesario para la toma de decisiones.
Mientras los habitantes de Acapulco y poblaciones aledañas se enfrentaban a ese fenómeno natural sin precedentes en la historia del puerto, la difusión de información errónea y desinformación se propagó a una velocidad vertiginosa, desencadenando una serie de desafíos mayores a los generados por el propio huracán.
El gobierno federal asumió la responsabilidad de coordinar los esfuerzos de respuesta, tanto con los gobiernos locales como con organizaciones de la sociedad civil con el objetivo de proporcionar información precisa y objetiva a la población con la finalidad de mitigar los efectos de Otis. Sin embargo, personas y agrupaciones, principalmente relacionadas con partidos políticos de oposición y medios de comunicación con gran influencia entre la población mexicana, teniendo la oportunidad de ejercer un papel de control y crítica, asegurándose de que las acciones gubernamentales fueran efectivas y transparentes, decidieron actuar en sentido contrario generando problemas relacionados con la infodemia.
Optaron por inundar las redes sociales de rumores, teorías de conspiración y noticias falsas sobre el huracán y la respuesta gubernamental con el objetivo claro de dañar a la administración federal, la figura presidencial y todo lo relacionado con el Movimiento de Regeneración Nacional. Poco o nada les importó generar confusión entre la población y socavar la confianza en las instituciones, a pesar de las graves consecuencias para la población afectada. La finalidad, fría y oprobiosa, insisto, era sacar raja política de un evento de por si desastroso.
Chihuahua no ha estado ajeno al fenómeno de la infodemia y como prueba lo ocurrido a partir de que se anunció la distribución de los libros de texto gratuito a mediados del presente año, generando una andanada excesiva de información que generó confusión y desconfianza entre muchos ciudadanos que daban crédito a afirmaciones falsas respecto del contenido de esos libros y la supuesta intención del Gobierno de México de llevar a nuestro país al comunismo a partir de la “ideologización” de los niños, niñas y adolescentes a través de esos contenidos.
De manera lamentable, como principal promotora de esa tendencia desinformativa estuvo la gobernadora constitucional del estado, María Eugenia Campos Galván, seguida de legisladores locales del Partido Acción Nacional y del Partido Revolucionario Institucional, algunos líderes de organizaciones empresariales e integrantes de la iglesia católica, entre otros.
Los chihuahuenses nos vimos atrapados en una avalancha de información errónea. Por un lado, el gobierno federal intentando cumplir con su obligación de entregar los libros de texto gratuitos elaborados por la Nueva Escuela Mexicana intentando mantener a raya la desinformación, al tiempo que los ciudadanos enfrentamos el desafío de diferenciar entre críticas legítimas y desinformación maliciosa.
La infodemia relacionada con la pandemia de Covid-19 dejó en evidencia la importancia de contar con fuentes confiables y verificadas en momentos de crisis y resaltó la necesidad de educar a la población sobre cómo identificar y combatir la desinformación. Desafortunadamente, la vileza de quienes no asumen la responsabilidad que implica la infodemia, que incluye a aquellos que de manera genuina y de buena fe reproducen y comparten informaciones falsas, pero, sobre todo, a quienes lo hacen con la intención de causar daño sin tomar en cuenta las consecuencias de sus actos, ha cobrado tal vigencia que la fuerza destructora de esas campañas se hace presente tanto en el caso del huracán Otis como en el caso de la distribución de los libros de texto gratuito en nuestro estado, entre muchos otros temas.
En última instancia, tanto el gobierno como los partidos de oposición y los ciudadanos en general tenemos la responsabilidad de abordar la infodemia de manera conjunta, protegiendo la integridad de la información y asegurando que la población reciba datos veraces y oportunos en momentos críticos, como los desastres naturales, epidemias y acciones de gobierno, entre otros eventos con afectaciones tan graves como los abordados en este artículo.
La lucha contra la infodemia es esencial para garantizar la seguridad y el bienestar de la sociedad mexicana. Asumamos este reto.
Pedro Torres
Las opiniones expresadas por los columnistas en la sección Plumas, así como los comentarios de los lectores, son responsabilidad de quien los expresa y no reflejan, necesariamente, la opinión de esta casa editorial.