Hay cosas que llegan para quedarse. Como los hechos ocurridos en Ciudad Juárez en el ya conocido como jueves negro. Con esto, no digo que los ataques van a sucederse un día sí y al otro también, un comentario así, además de demostrar una falta total de conocimiento y sentido común solo actuaría como propaganda del miedo.
Lo que significa es que; una vez que se cruzan las líneas es muy difícil volver atrás. Lo ocurrido el 11 de agosto era una situación que, aunque trágica se hacía previsible. En un país incendiado de sur a centro con una ruta de ascenso sostenida, era claro en algún momento el fuego arribaría a nuestra ciudad.
De no modificarse las condiciones habrá de repetirse. No estoy segura cuál de las miles de recetas para combatir la violencia en México sea la más efectiva. Lo que sí creo es que el ser conscientes de la realidad y el llamar las cosas por su nombre, facilita las decisiones.
Y aunque duela, y las autoridades lo nieguen pensando que si no lo nombran no existe, saber a lo que nos enfrentamos nos hace más libres para hacer, para decidir.
El tomar conciencia de que el conflicto de los cárteles, los cuales hace ya varias décadas atrás escalaron sus actividades primarias del narcotráfico a un amplio abanico de actividades delictivas y paralelas al Estado incluso, replegando al mismo Estado en su avance, se ha modificado y ha tomado un nuevo rumbo, lo que obliga a cambiar el discurso y la acción, el identificarlo y nombrarlo correctamente nos evitaría muchos dolores y quebrantos.
En México lo que se vive es una oleada de narcoterrorismo, las condiciones que se vienen presentando corresponden a la exacta definición de terrorismo, como el uso de la violencia por parte de organizaciones o grupos extremos para infundir terror en la población como medio para obtener determinados fines ya sea de carácter político, ideológico y/o económico.
Este opera mediante diversas vías, la primera de forma física para lo cual ejerce acciones violentas como secuestros, homicidios, torturas, atentados, etc., y la segunda de violencia moral, esto es mediante la destrucción de bienes, explosivos, incendios, acciones ejecutadas de manera reiterada e indiscriminada contra la población civil o contra determinados blancos, esto con el fin de influir o coaccionar a los gobiernos y de manera especial a la ciudadanía para que tomen determinadas decisiones que interesen a estos grupos extremos.
El ataque a la población civil como forma de presión, pero sobre todo como medio de propaganda, es una de las nuevas características de los conflictos del siglo XXI.
Lo que ha cambiado la lógica del conflicto el cual suponía siempre el enfrentamiento entre dos entes bajo condiciones similares, es la aparición de un tercer actor que sin ser parte activa del conflicto, y sin tener ningún tipo de condiciones para enfrentar una amenaza, se ve de pronto inmersa en una dinámica de incertidumbre, violencia y miedo.
Es la población civil, convertida en objetivo de ataque y herramienta de uso por uno o ambos bandos. Hoy como nunca la población civil en todo el mundo constituye el mayor grupo de bajas bajo cualquier conflicto de cualquier escala. Son niñas, niños, mujeres y hombres muriendo a manos de ejércitos formales, grupos de guerrilla, bandas delictivas, grupos subversivos y los cárteles del crimen organizado.
La figura del miedo ejercida como medida de presión para aislar, callar, inmovilizar a la población, pero sobre todo como medio propagandístico. La propaganda del miedo como un recurso de control sobre autoridades y ciudadanos.
En este caso, los ataques violentos contra la población civil o contra adversarios de otros grupos políticos cubre los dos ámbitos de la amenaza a la seguridad; la vulnerabilidad y la susceptibilidad.
La vulnerabilidad corresponde al miedo real ante una amenaza. Es cuando sabemos a ciencia cierta que nos encontramos en un peligro, esto por una experiencia previa o por las todas las condiciones lógicas y racionales que nos hacen saber que nos encontramos en una situación en la cual nuestra seguridad ya sea física, económica, social o emocional se encuentran en riesgo ante un peligro inminente.
La susceptibilidad es la percepción de riesgo o peligro, aún si este no sea real, basta con que nosotros lo creamos para que nuestro comportamiento se modifique y actuemos bajo condiciones de real amenaza.
Tanto las ejecuciones de alto impacto, masacres, homicidios, bloqueos, incendios, tiroteos, enfrentamientos, secuestros, destrucción de bienes y actos vandálicos, operan en las dos vertientes. El ser claramente conscientes de que existe un peligro real de que estos terribles actos puedan volverse a presentar y que cualquiera de nosotros como ciudadanos o bien, como cuerpos de seguridad y/o auxilio podamos ser víctimas de las acciones de terror por parte de los cárteles.
Y el que de ahora en adelante la incertidumbre y el temor se hagan presentes en diversos aspectos no solo en nuestra vida diaria, sino también en la forma en que nos ven desde fuera y se nos considera a la hora de decidir en temas como viajar, invertir.
Llamar a las cosas por su nombre nos obliga a enfrentarnos a la realidad y tomar las acciones pertinentes a proteger la vida de todos, la seguridad de los ciudadanos, la paz social, el Estado de derecho y la gobernabilidad.
Hay que reforzar la capacitación, adiestramiento y equipamiento para todos los servicios de primera línea de respuesta, pero, sobre todo el establecimiento de condenas duras para los perpetradores. El deber de las autoridades y principal razón de ser del Estado es salvaguardar la vida y la integridad de sus ciudadanos, así como el uso legítimo de la fuerza.
La violencia de los cárteles debe ser reconocida como una amenaza directa contra el Estado. Al paso del tiempo se fortalece la petición del entonces presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, de designar a los cárteles del narcotráfico en México como organizaciones terroristas, es una designación que sería propio se hiciera desde el propio gobierno y el sistema internacional.
Por cierto, con todo e investigación del FBI y un juicio para morir, en una de esas a Donald Trump lo hacen mártir, candidato y hasta presidente de nuevo, pero eso ya es otro tema.
Claudia Vázquez Fuentes
Analista Geopolítica.
Maestra en Estudios Internacionales por la Universidad Autónoma de Barcelona.
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