En un zócalo repleto de simpatizantes, el presidente López Obrador se muestra confiado; no faltan los gritos de ¡no estás solo!, las pancartas y lonas con el “Es un honor estar con Obrador”, las botargas y los muñequitos del Peje, el color guinda sobresale en la plaza pública más importante de la República. Es 18 de marzo de 2023 y la conmemoración de la expropiación petrolera sirve para responder a las movilizaciones recientes de la oposición, afianzar el apoyo de su base social, controlar su sucesión y mostrar el saludable músculo electoral del que goza. Como Peje en el agua.
Con su discurso, el primer mandatario da un alud de razones que validarían su alta aprobación entre los mexicanos: que con los ahorros de su austero gobierno se financian en más de 600 mil millones de pesos los diversos programas de bienestar y donde el 71% de los hogares reciben al menos un apoyo directo, la reducción de diversos delitos a partir de la atención a los jóvenes vía programas sociales, la inversión pública en obras que este año ascenderá a mas de un billón de pesos (incluido el tren maya y el Transístmico) , el incremento en términos reales del 90% en el salario mínimo y más del doble en la frontera norte, incremento de las reservas del Banco de México en un 15%, inversión extranjera en cifras récord, el “superpeso”, la tasa de desempleo más baja desde el 2005, la autosuficiencia energética (se planea no comprar diésel ni gasolina en el extranjero el próximo año), crecimiento económico nominalmente superior al de China o Estados Unidos, la nacionalización del litio; todo esto sin aumentar la deuda pública en términos reales, sin solicitar deuda adicional, sin incrementar impuestos y sin aumentar los precios de las gasolinas, luz y gas. Esos son sus datos.
Para el presidente, en política no solo valen las razones, el agrega, ciertamente, que la política debe hacerse con principios y mística. Aprendió del PRI nacionalista, partido al que su admirado Lázaro Cárdenas contribuyó con el corporativismo de los sectores obrero, campesino y militar; reafirma que la base de su fuerza política es el amplio respaldo popular, fuerza con la que dice estar transformando el quehacer público de México y advierte a los suyos del reagrupamiento de los “reaccionarios”. Él es entonces, el presidente del pueblo y al igual que el Tata Cárdenas, les profesa un recóndito amor a los humildes, los defiende y aunque no lo dice, busca tutelarlos.
Al acto político no podía faltar la Nomenklatura de MORENA, salvo la ambigua presencia del líder de los senadores; todos cumplieron con la talacha, abarrotaron el zócalo y los aspirantes más fuertes para suceder a López Obrador ocuparon un lugar especial. De nuevo, vienen a colación las prácticas que se le endilgaban al PRI, dicho con franqueza, las del acarreo y del tapado.
Brillaron por su ausencia el hijo y nieto del general Cárdenas, el ingeniero Cuauhtémoc, quien siendo uno de los padrinos políticos de AMLO ha mantenido una relación tensa con él desde el 2006, tampoco estuvo Lázaro Cárdenas Batel, quien en la víspera renunció a su cargo de coordinador de asesores del presidente para irse a la CELAC. Ya se menciona a Cárdenas Batel para la Ciudad de México en 2024, con la habilidad que le caracteriza, AMLO difícilmente va a dejar sueltos a los Cárdenas.
Ante la muchedumbre, el líder moral y fundador de MORENA, fustigó al panismo porque según la Historia, Acción Nacional nace de la oposición a las políticas del gobierno del general Cárdenas, los acusó de apoyar con todo a Juan Andreu Almazán en las elecciones de 1940 y les recordó a sus seguidores que “ya no es el tiempo de Calderón ni de García Luna”. Asegura el presidente que su movimiento tendrá continuidad sea quien sea el sucesor, que jamás volverán los oligarcas al poder y que México no es protectorado de los Estados Unidos.
Mérito ha tenido el presidente al mostrarse cercano al pueblo, ha sabido diferenciarse de sus antecesores que solo se reunían con los ricachones o solo se les veía pasar en sus aviones, comitivas o helicópteros; el “amor con amor se paga” de sus programas sociales refuerza la narrativa de que sus antecesores “solo se dedicaban a robar y decían que no había dinero”. Pero el zócalo lleno, máxime con aceitadas estructuras de movilización, no representa al pueblo plural, ni debiera garantizar un sucesor de su movimiento, ni condenar a quienes no coinciden con sus ideas y mucho menos fomentar la violencia contra los críticos a su gobierno (quemaron una figura de la presidenta de la Suprema Corte, entre otros vituperios a medios y periodistas).
Habría que recalcar que la elección de 1940 derivó en un violento fraude electoral contra Andreu Almazán obviamente operado por el gobierno y el partido en el poder y que terminó imponiendo a Ávila Camacho como sucesor de Cárdenas. Al tratarse de dar continuidad a un grupo en el poder, surgen las tentaciones autoritarias; Lázaro Cárdenas en su momento contaba con un amplio apoyo popular organizado, pero aun así y creyendo hacer lo mejor, tuvo que consentir un sangriento fraude electoral; en consecuencia, por el bien de todos, hoy debemos exigir el ideal maderista: “Sufragio Efectivo, No Reelección.”
Jesús le respondió: Escrito está: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
(Mateo 4:4)
Moisés Hernández Félix
Lic. en Administración Pública y Ciencia Política, candidato a Maestro en Administración en curso. Ha sido funcionario público federal y docente en nivel media básica y medio superior. Se especializa en gobernanza educativa y políticas públicas.
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