A esta altura usted seguramente conocerá ya las medidas preventivas que debe seguir para protegerse y proteger a su familia del Coronavirus: Lavado constante de manos, sana distancia social, aislamiento, y reclusión de personas mayores o con precondiciones médicas.
El gobierno sabe también los protocolos que debe aplicar porque ya conoce el comportamiento de la pandemia gracias a la experiencia de otros países.
Desde el punto de vista sanitario conocemos los mecanismos para cuidarnos, pero desde el punto de vista económico estamos en absoluta vulnerabilidad.
El Coronavirus trae consigo otra infección grave de la que no se está hablando lo suficiente: La depresión económica que le acompaña.
Para ponerlo en perspectiva, el índice Dow Jones, que mide el comportamiento de la bolsa norteamericana, ha decrecido más de 35 por ciento en el último mes, mientras la bolsa mexicana ha retrocedido casi 30 por ciento.
Las estimaciones de instituciones bancarias y calificadoras señalan que la economía mexicana se reducirá entre un 3 y un 6 por ciento, al tiempo de que miles de empresas y compañías se preparan para hacer despidos y suspensiones laborales de manera masiva.
Como si lo anterior no fuera lo suficientemente grave, el precio del petróleo ha caído aceleradamente desde enero debido a un conflicto entre los países miembros de la OPEP y Rusia, que han generado una guerra de precios, quitándole más de la mitad de su valor y llevándolo a niveles del 2002. Con estas condiciones, una administración gubernamental dependiente de los ingresos petroleros ahora los ve reducidos frente a un panorama de gasto extraordinario.
En resumen, estamos en vísperas de sufrir los síntomas de un contagio económico como nunca ha experimentado nuestro país, pero hasta el momento en que se escribe esta columna el Gobierno Federal no ha hecho ningún pronunciamiento sobre las medidas que aplicará para hacer frente a la situación.
Hay algunas propuestas que consideró fundamentales como medidas emergentes que debemos promover desde los ciudadanía para aminorar el impacto de la desaceleración económica inminente.
Las primeras tienen que preservar la economía familiar de los más vulnerables. Servicios básicos como agua, luz y gas, deben ser condonados o al menos debe prohibirse su suspensión, particularmente a los adultos mayores, a quiénes debe de otorgarse licencia con goce de sueldo para proteger su salud. En este mismo orden de ideas, la canasta básica debe recibir un subsidio temporal que garantice a las familias mexicanas lo esencial.
Debemos generar estímulos adicionales como la exención del pago de predial, y otras facilidades en el pago de impuestos a aquellos propietarios de casas y departamentos que le condonen el cobro de renta a sus inquilinos.
La envergadura de la circunstancia económica que estamos por enfrentar demandará necesariamente un seguro de desempleo temporal a madres solteras, familias con un único aportante, familias con personas con discapacidad, y otros programas sociales de emergencia que resultan indispensables para que la población esté en condiciones de aislarse en su domicilio durante la contingencia.
Al mismo tiempo deben implementarse medidas para preservar las fuentes de trabajo, las empresas y compañías que se verán en la necesidad de cerrar o suspender actividades, para ellas debe de haber beneficios por aplicar medidas de trabajo desde el hogar, exenciones del pago de ISR, el congelamiento del pago de créditos y tasas preferenciales para la adquisición de nuevos créditos que les permitan hacer frente a sus compromisos financieros, estímulos para solventar los costos de renta de locales y oficinas, así como créditos gubernamentales para garantizar la liquidez necesaria para sostener la economía nacional.
Todo lo anterior demanda un esfuerzo histórico para el gobierno, el redireccionamiento de partidas enteras del presupuesto federal, pero la coyuntura que estamos experimentando es igualmente inédita.
Estamos por pasar una prueba muy dura, los ciudadanos como el gobierno, y sin distingo partidista o ideológico, debemos hacer un sólo frente ante el reto más grande que ha vivido el país en generaciones.
Hagamos todos lo que nos toca y un poco más. Que impere la calma, la sensatez y la solidaridad.
Héctor Meléndez
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