¿Reconocemos los sentimientos de las demás personas? ¿Comprendemos por qué los demás se sienten cómo se sienten?
La empatía es la habilidad de sentir con los demás, de experimentar las emociones de los otros como si fuesen propias. Entonces ¿cómo podríamos considerar la empatía? ¿Como una habilidad o una virtud?
La empatía es una cualidad, un valor educativo, que podemos desarrollar desde la infancia y potenciar en nuestras relaciones personales. ¿Cuántas veces hemos estado preocupados o angustiados por algo y nos hemos encontrado con alguien que simplemente con una mirada, con un gesto o una palabra oportuna, ha hecho que nos sintamos mejor? En este caso, la capacidad empática de esta persona es la que ha contribuido a nuestra mejoría.
Las personas con una mayor capacidad de empatía son las que mejor saben “leer” a los demás. Son capaces de captar una gran cantidad de información sobre la otra persona a partir de su lenguaje no verbal, sus palabras, el tono de su voz, su postura, su expresión facial, etc. Y en base a esa información, pueden saber lo que está pasando dentro de ellas, lo que están sintiendo.
Además, dado que los sentimientos y emociones son a menudo un reflejo del pensamiento, son capaces de deducir también lo que esa persona puede estar pensando. La empatía es un arte, una capacidad excepcional programada genéticamente en nuestro cerebro con la que sintonizar con los sentimientos e intenciones de los demás. Sin embargo, y aquí llega el problema, no todos logran “encender” esta linterna que ilumina el proceso de construcción de las relaciones más sólidas y enriquecedoras.
La empatía está modulada por factores como la relación que existe entre las personas, la personalidad, la historia emocional de cada uno y el contexto cultural de referencia. Las personas empáticas tienden a gustar más porque enseguida comprenden lo que les pasa a los otros, tienen más capacidad de escucha y compasión, actúan de manera más eficaz y son más persuasivas.
Una pieza clave en las relaciones interpersonales es la empatía. De forma coloquial hablamos de “ponerse en la piel de la otra persona”. Ser empático no implica vivenciar todo lo que vive la otra persona para entenderla. Por ejemplo, para ser empático con una persona que acaba de romper con su pareja, no tengo que romper con una pareja (incluso dándose la misma situación es probable que fuese vivida de forma distinta). La empatía es la capacidad de captar, entender y comprender las emociones de otra persona, lo que piensa y cómo se comporta.
La empatía es una habilidad que podemos desarrollar y entrenar para facilitar nuestras relaciones. Requiere de una escucha activa, una atención plena y una actitud de comprensión.
Simpatía no es empatía
Si soy simpático, le agrado a alguien. Si soy empático, procuro que el otro se sienta bien conmigo. Cuanta menos empatía hay, mayor es el individualismo. Cuanta más empatía hay, menor es el nivel de maldad. Las personas que mienten, roban y llevan a cabo cualquier acto para lastimar a otros poseen baja empatía. Es casi imposible que alguien empático pueda dañar a otros y hacerles lo que no desea que le hagan a él o a ella. La maldad y el egocentrismo son sinónimos de falta de empatía. Entonces porque deberíamos considerarla importante? Especialmente en una época donde la fragilidad emocional de las personas es bastante grande y los malos tratos son frecuentes, la empatía se vuelve una cualidad indispensable para ser una buena persona.
De hecho, dentro de la inteligencia emocional, que es el sistema en el que se engloban las habilidades que tienen que ver con la comunicación entre el individuo y sus sentimientos, se incluye a la empatía, así como a la motivación, el control emocional y el manejo de las relaciones.
La empatía puede ser activada por una percepción afectiva de los sentimientos de los demás o por la imaginación cognitiva de lo que han vivido. En los dos caso la persona hace una distinción clara entre lo que siente y lo que siente el otro, lo cual es diferente del contagio emocional durante el cual dicha diferenciación es imprecisa.
Barreras de la empatía
Existen una serie de barreras que suelen impedir este acercamiento. Entre los errores que solemos cometer con más frecuencia a la hora de relacionarnos con los demás están:
- La tendencia a quitarle importancia a lo que le preocupa al otro e intentar ridiculizar sus sentimientos.
- Escuchar con prejuicios y dejar que nuestras ideas y creencias influyan a la hora de interpretar lo que les ocurre.
- Juzgar y acudir a frases del tipo “lo que has hecho está mal”, “de esta forma no vas a conseguir nada”, “nunca haces algo bien”…
- Ponerse como ejemplo por haber pasado por las mismas experiencias. – Intentar animar sin más, con frases como “ánimo en esta vida todo se supera”.
- Dar la razón y seguir la corriente Todo esto, lo único que hace es bloquear la comunicación e impedir que se produzca una buena relación empática.
Finalmente podemos caracterizar que las personas con una auténtica empatía creen en el compromiso social. Porque la supervivencia no es un negocio ni debe entender de políticas, de intereses o de egoísmos. Sobrevivir no es solo permitir que nuestro corazón bombee, es disponer de dignidad, de respeto, es sentirnos valorados, libres y parte de un todo donde todos somos valiosos.
Esa es, pues, la auténtica empatía: ponernos en el lugar del otro para facilitar a su vez una convivencia llena de armonía.
¡Trabajemos en ello cada día!
Es cuanto:.
Eduardo Quezada Compañ
Estratega Digital.
Lic. en Derecho, estratega digital y asesor en comunicación política. Orgulloso juarense de corazón.
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