¿Qué tienen en común el desarme de las autodefensas michoacanas, las candidaturas independientes y la cuarta edición del Índice de Desarrollo Democrático? Ser indicios de una democracia mediocre y de una relación entre clase política y sociedad fracturada.
Michoacán. Para apreciar el momento ubiquémoslo en la historia. Si se comparan las historias de la mafia estadounidense, los cárteles colombianos y el crimen organizado mexicano, vemos que nunca antes había habido una rebelión popular tan extendida y exitosa como la michoacana. En un año desencadenaron dinámicas que fragmentaron un cártel poderoso; ese proceso llevó más de una década en Estados Unidos y Colombia.
Al gobierno mexicano le urgía meterlos al redil institucional; su presencia era un recordatorio perenne de la debilidad estatal. Lo lograron… a medias. Está en marcha un desarme a la michoacana: las autodefensas preservarán sus armas y se someterán a algunos controles hasta que se pulverice y neutralice a los Templarios. Entretanto hay una lección clarísima: los gobiernos son incapaces de otorgarnos seguridad; ésta depende en primer lugar de lo que haga la ciudadanía organizada.
Candidaturas ciudadanas. Un rasgo de nuestra transición es que la sociedad se moviliza y la élite política capitaliza. Después del Movimiento del 68 y de la Guerra Sucia viene la reforma electoral de 1977, donde a los partidos se les unge como “entidades de interés público”; después de la insurrección zapatista y ciudadana de 1994 llega la reforma de 1996 que quintuplica el monto de las prerrogativas entregadas a los partidos; y en 2007 los partidos digieren el fraude electoral de 2006 modificando la Constitución para asegurarse un aumento anual a sus presupuestos. Son las únicas instituciones públicas con este privilegio.
La reforma político-electoral que se debate en estos momentos se distingue de otras porque los partidos hicieron a un lado el decoro y compiten para ver quién se inventa más cláusulas para evitar la participación ciudadana. El ejemplo más grosero son los requisitos impuestos a las candidaturas independientes. Les cierran el acceso a la radio, la televisión y el financiamiento público, pero les exigen un número de firmas muy superior al solicitado a los nuevos partidos políticos. Son guerreros conjurados para morir luchando por preservar cargos, presupuestos y moches.
Los indicadores numéricos. Si juntáramos las encuestas, informes y estudios sobre la democracia mexicana crearíamos el entorno perfecto para la depresión. Tomo como ejemplo la cuarta edición del Índice de Desarrollo Democrático que elaboran la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), la Fundación Konrad Adenauer y Polilat.
Sus conclusiones son clarísimas: hay un “atraso en el desarrollo democrático de grandes extensiones del territorio mexicano”, hay “desencanto” y “decepción” ciudadanas y, en suma, hay un preocupante “retroceso en promedio de casi un 10% respecto del año anterior”. No todo es negativo porque existen profundas variaciones entre entidades federativas. El estado con un 10 es Yucatán; el peor calificado, Tamaulipas. Tras esas calificaciones está un hecho: Yucatán tiene una buena participación ciudadana que no hay en Tamaulipas; al tejido social tamaulipeco lo hicieron pedazos un crimen organizado pujante y un estado ausente.
Es cierto que la sociedad organizada jamás podrá sustituir a los partidos; también lo es que ni partidos ni gobiernos pueden enfrentar, solos, los grandes problemas nacionales. Son indispensables las confluencias entre gobierno y sociedad que requieren cambios en el marco normativo. De Michoacán pueden salir mecanismos que faciliten la regulación de las milicias que están saliendo en otros estados; su presencia es indispensable en tanto se recompone el Estado. La reforma electoral en curso debe eliminar los obstáculos a la participación ciudadana. Son absurdas y suicidas las trincheras construidas por los partidos.
LA MISCELÁNEA
En diferentes partes de México se están buscando salidas. Este año se estrenará el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y en Nuevo León está dándose un experimento por demás interesante. Un grupo de ex funcionarios, empresarios y líderes de organizaciones civiles conformaron la llamada Vía Ciudadana, que presentará opciones de candidatos a las elecciones de 2015. Son experimentos saludables que valdrá la pena observar de cerca porque podrían ser parte de la solución.
Colaboró Maura Roldán Álvarez.
Sergio Aguayo Q
Académico, escritor, columnista, politólogo y promotor de los derechos humanos y la democracia.
Profesor investigador del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México. Escritor de docenas de libros y artículos académicos. Reconocido columnista publicando su trabajo semanal en Reforma y 13 periódicos del país entre ellos Juárez a Diario. Politólogo y promotor de los derechos humanos y la democracia. Ha sido, presidente del Consejo Directivo de Fundar, presidente de la Academia Mexicana de Derechos Humanos e integrante de la Coordinación Nacional de Alianza Cívica. Preside actualmente Propuesta Cívica. Por su trabajo ha recibido reconocimientos en México y el extranjero.
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