Hace ya algunos ayeres, a finales de los noventa para mayor referencia, quien esto escribe militaba activamente en el PRD, y por aquella época, su servidor era el autor de un pasquín satírico denominado “El Bilimbique” el cual tenía circulación dentro del limitado número de activistas locales que por aquel entonces participaban en el ahora instituto político en desgracia.
En ese momento, el país estaba por vivir una época que, para los que hacíamos política, parecía imposible: tener elecciones libres.
El entonces IFE ya había organizado las elecciones del 94 que, sin dejar de ser elecciones de Estado, había incorporado la presencia de ciudadanos a su Consejo General, dando una bocanada de aire a un sistema electoral completamente anquilosado. Para las elecciones del año 2000, el IFE ya estaba ciudadanizado, y se había logrado la plena autonomía del poder ejecutivo, lo que suponía un verdadero árbitro electoral, con posibilidad de dar certeza y credibilidad a los resultados de la elección.
En una de las ediciones de aquellos Bilimbiques, desarrollé un pequeño ensayo con el mismo título de la presente columna y que versaba sobre una herramienta de análisis que recién hacía su aparición en la escena política, y de la que, en ese entonces, la mayoría de quienes estábamos en la oposición desconfiábamos: la Encuesta Electoral.
Si bien es cierto que la encuesta electoral ha existido por muchos años, la aplicación a nuestro país, dado nuestro sistema electoral, resultaba francamente ociosa dada la mala costumbre que tenían quienes detentaban el poder de alterar los resultados electorales, es decir, de robarse las elecciones.
¿Qué caso tenía, pues, hacer un muestreo sobre las preferencias del voto, si no había certeza de que el resultado fuera respetado? Se sabia que, si la gente votaba por el candidato del PRI, el resultado se mantendría, pero si la gente tenia el mal gusto de votar por otro partido, el resultado se corregía, a como diera lugar, para darle el triunfo al candidato del PRI. Las elecciones eran fraudulentas.
En el preludio de las elecciones del 2000, las encuestas de la época daban como ganador, por primera vez en nuestra historia post revolucionaria, a un candidato que no emanaba del PRI: Vicente Fox.
Nosotros disputábamos la credibilidad de esas encuestas, porque nos parecía imposible que nuestro candidato, el Ingeniero Cárdenas, no fuera adelante. ¿Como no iba a ir adelante, si ya una vez había derrotado al candidato del sistema? A final de cuentas, la sociedad mexicana, harta de los latrocinios y abusos del priismo se decantó por el llamado voto útil, y le dio el triunfo a Fox. Las encuestas, en lo general, habían acertado en su proyección.
La herramienta había llegado para quedarse, y mi tesis de aquel breve ensayo era precisamente esa, la encuesta, como herramienta metodológica de análisis debía incorporarse al trabajo de ingeniería electoral, y no simplemente declarar su inviabilidad con el argumento de que la encuesta la gana quien la paga.
Si bien es cierto, que la encuesta también puede servir, aparte de herramienta de análisis, como elemento de propaganda, habiendo medios y casas encuestadoras que sin el menor recato publican encuestas a modo y al gusto de quien las paga. Pero hoy en día, quien esto hace, lleva el demérito en el resultado.
Cuatro elecciones nacionales hemos tenido desde el año 2000 a la fecha, y ya nadie discute la necesidad de hacer mediciones estadísticas que ayuden a elaborar estrategias electorales. Mas aun, ahora, la encuesta sirve y es aceptada como el medio para elegir a quienes han de representar a un instituto político, que es el caso de Morena.
En el 2011, el PRD fue pionero en el uso de encuestas para seleccionar a quien fuera su candidato presidencial en la elección del siguiente año, esto debido a que después de los fracasos del 2000 y 2006, el PRD había atravesado una serie de conflictos internos que hacían casi seguro otro terrible conflicto en la selección del candidato. El uso de las encuestas fue la solución.
Hoy en día, y aunque aún hay polémica tras la poca transparencia con la que se realizan las encuestas en Morena, esa es la vía que utilizan para elegir a sus candidatos, y a través de ellas será que alguna de las corcholatas será ungida o ungido como el futuro candidato y, según las encuestas, casi seguro presidente o presidenta de México.
Como dato folclórico podemos agregar que hasta el PRIANISMO está considerando el uso de encuestas para la selección de su candidato. Ni en eso pueden ser originales.
Es cuánto.
José Antonio Blanco
Ingeniero Electromecánico. Juarense egresado del ITCJ con estudios de maestría en Ingeniería Administrativa por la misma institución y diplomado en Desarrollo Organizacional por el ITESM. Labora desde 1988 en la industria maquiladora. Militó en el PRD de 1989 al 2001.
En la actualidad, un ciudadano comprometido con las causas progresistas de nuestro tiempo, sin militancia activa.
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