El trabajo es un elemento central para que el individuo pueda desarrollarse con bienestar y logre la autorrealización. Más allá de las teorías de Smith, David Ricardo, Marx o Keynes; el valor del trabajo debe supeditarse a la dignidad del ser humano.
De acuerdo a la Ley de Okun, el nivel de producción de un país está directamente relacionado con su nivel de empleo; de tal manera que a mayor crecimiento económico real, el nivel de desempleo será menor.
En México es innegable un desempeño económico pendular de los años setentas a ochentas y un crecimiento raquítico de los ochentas a la actualidad. Esto nos ayuda a explicar a grandes rasgos la incapacidad del Estado mexicano por garantizar empleo digno para toda su población.
La pandemia COVID 19 agravó, a nivel mundial, la situación económica de muchas familias que vieron restringidos o disminuidos sus ingresos. En nuestro país, de no haber existido transferencias monetarias directas del Estado mexicano a parte de la población vulnerable, se hubiesen tenido que implementar, pues estas transferencias posibilitaron estimular el consumo interno y por ende se evitó una hecatombe mayor.
Esto nos habla que, contrario a lo que postula el liberalismo económico ortodoxo, la intervención puntual del Estado es más que necesaria para lograr una mayor productividad, disminuir el desempleo y aumentar el consumo.
Pero limitarnos a gastar una parte importante del presupuesto público “regalando dinero” dista mucho de ser la solución para generar bienestar social, en primer lugar porque países como México no pueden sustentar financieramente esto sin descuidar las actividades productivas.
Al aplicar transferencias directas a la población de manera universal; los gobiernos sin la suficiente fortaleza fiscal, tienen que recortar presupuesto, tal como hoy sucede en nuestro país, a otros rubros de política pública sensibles que terminan desprotegiendo en ciertos temas a la misma población.
Por otra parte, el uso político que tradicionalmente se ha dado en México a los programas asistencialistas de los gobiernos de todos los partidos, trunca el camino que debería seguirse hacia la consecución del crecimiento económico y del empleo pleno.
Una de las responsabilidades primarias de todo Estado o sociedad organizada es la de impulsar la creación de empleo suficientemente remunerado para todo aquel que lo requiera. Aquí es donde cobra importancia la acción del sistema educativo, la política industrial y la innovación tecnológica.
La automatización de la vida laboral es ya una realidad ineludible que de nueva cuenta pone en serio desafío al sistema educativo, que deberá, entre otras cosas, preparar talento cualificado ante las consecuencias de dicha automatización, una de la cuales es la desaparición de empleos “tradicionales”.
Ahora bien, craso error ha resultado supeditar la acción del Estado a los vaivenes del mercado, tanto como lo sería el motivar una dependencia directa o indirecta de amplias capas de la población a las “ayudas” monetarias gubernamentales.
Además, entiendo que a la mayoría de la población le es indispensable contar con un medio de subsistencia ante todo digno; en donde ponga en práctica su creatividad, habilidades, conocimientos o dones. Está comprobado que el trabajar en lo que le gusta a las personas las hace altamente productivas.
Recordemos a manera de síntesis el famoso proverbio chino: “Dale un pez a un hombre y comerá hoy. Enséñale a pescar y comerá el resto de su vida”.
“Encomienda tus obras al Señor, y se realizarán tus proyectos.”
(Proverbios 16:3)
Moisés Hernández Félix
Lic. en Administración Pública y Ciencia Política, candidato a Maestro en Administración en curso. Ha sido funcionario público federal y docente en nivel media básica y medio superior. Se especializa en gobernanza educativa y políticas públicas.
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