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    mayo 7, 2025 | 3:45

    Erradicar la Apología del Delito.

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    La grave crisis de violencia, muerte, odio, adicciones, desintegración familiar, criminalidad, desorden y debilitamiento de la moral que padece México de tiempo atrás ha degenerado también en una cultura dañina que se propaga principalmente a través de ciertos géneros musicales, sobre todo sus letras, además de otros contenidos que se difunden en las redes sociales, plataformas y medios de comunicación. Esto influye directa y negativamente en la psique de nuestras niñas, niños, adolescentes y jóvenes.

    El artículo 208 del Código Penal Federal indica: Al que provoque públicamente a cometer un delito, o haga la apología de éste o de algún vicio, se le aplicarán de diez a ciento ochenta jornadas de trabajo en favor de la comunidad, si el delito no se ejecutare; en caso contrario se aplicará al provocador la sanción que le corresponda por su participación en el delito cometido.

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    Así mismo el artículo 6 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos dice: La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público;…

    Hacer apología de algo significa elogiar, hacer defensa, alabar o glorificar algo o a alguien. Vemos que sistemáticamente la sociedad mexicana, específicamente en sus sectores más jóvenes, es bombardeada sensorialmente por mensajes directos que hacen apología del delito, de vicios, de estilos de vida al margen de la Ley, así como de expresiones en abierta contraposición a la Ética y la Moral.

    Dichos estímulos negativos dirigidos de manera planeada y deliberada y que se materializan en determinado lenguaje, en  música, series de televisión, modas, videojuegos, algunas prácticas esotéricas y rituales a modo identificados con actividades ilícitas violentas configuran una “cultura basura” que gradualmente llega a “colonizar” el pensamiento de las personas.

    No estamos diciendo que estos elementos por sí solos den origen al terrible fenómeno de criminalidad organizada o común que padece nuestra sociedad, no es así de simple, ni siquiera es factible entrar únicamente en la dinámica del prohibicionismo que sabemos a veces es contraproducente, lo que sí es un hecho es que estos elementos “culturales” vienen a alimentar la gravísima expansión dañina de la violencia, del delito y de sus estructuras organizativas.

    Esta Apología del Delito es en sí misma una doctrina que pretende justificar de manera burda y rebuscada pero atractiva la adopción de antivalores por parte de las generaciones actuales y venideras y que ofrece como “bien mayor” una vida de placeres, dinero, autos, consumo de alcohol y sustancias, poder y respeto. La realidad sabemos que es un mayor y multiplicado sufrimiento.

    Esta semilla diabólica encuentra terreno fértil en un país y ciudades con familias cada vez más disfuncionales y desintegradas, con padres ausentes por la necesidad de trabajar o por ya existentes problemas de alcoholismo y otras adicciones. La nula supervisión o ausencia de figuras de autoridad asertivas con los niños y jóvenes hace que muchos de ellos vean en las figuras criminales  modelos de éxito y de trascendencia, por otra parte en las estructuras delincuenciales pareciera que encuentran el cobijo, consideración y protección que las familias fallan en brindar.

    Es impresionante, casi inexplicable, como la sociedad mexicana ha permitido o, mejor dicho, hemos permitido la normalización de la maldad del ser humano contra su semejante. Esta permisividad ha llegado al extremo de tolerar y consentir para nuestros niños y adolescentes el acceso y consumo de materiales y contenidos audiovisuales que promueven actividades criminales cuyo común denominador es el uso de la violencia, actividades ya no solo presentadas como legítimas y normales sino superiores y dignas de reconocimiento social.

    Talentosos intérpretes y agrupaciones de la música de regional mexicano y otras interesantes mezclas de sonido campirano, urbano, corridos y rap lamentablemente adaptan a la llamativa y original melodía, letras que invitan a las drogas, sexo, violencia o que ensalzan la búsqueda de poder y respeto a través de medios ilícitos que necesariamente implican sufrimiento para muchísimas personas.

    De la misma manera vemos  que en la mayoría de plataformas streaming se ponen a disposición series y películas con temáticas gansteriles y delincuenciales que consumen nuestras juventudes a un click de distancia. La alta producción de este material de entretenimiento obedece a la también alta rentabilidad de esta categoría de contenidos.

    Más práctico aún es el acceso a materiales audiovisuales por medio de plataformas de redes sociales que como decíamos ensalzan el estilo de vida que se contrapone a un plan de vida de esfuerzo y preparación y que por el contrario busca el placer, el éxito y la riqueza bajo la premisa del menor esfuerzo, el nulo respeto por la vida, la negación de las inherentes consecuencias de los malos actos y de un falso enfoque de valentía e intrepidez que hace más fácil enganchar a cientos de miles de menores de edad a las filas del crimen.

    Esto nos habla de una insuficiente regulación por parte del Estado en medios, plataformas y redes sociales. La censura es perfectamente válida en el caso de la apología del delito, además de que debe adecuarse y reglamentarse la legislación al respecto para erradicar este tipo de estímulos nocivos para la juventud y donde para prevenir adicciones y delitos será determinante eliminar la propaganda que busca legitimar estas conductas antisociales.

    Más importante y esencial es la concientización y atención que desde los hogares se brinde a los niños para que tengan la capacidad de distinguir entre mensajes positivos y negativos, para discriminar la realidad de lo ilusorio y para asumir la responsabilidad de los actos y de las decisiones personales, en suma, volver a formar ciudadanos en los valores tradicionales para que como en otros tiempos  construyan y gocen de la Paz social.

    Todos los servidores públicos; especialmente los integrantes de las instituciones educativas, policiales y militares, deben seguir una mística de servicio ajena en lo público y en lo privado de actos o situaciones que conlleven el fortalecimiento de una cultura apologista del delito. La disciplina y la aplicación de los códigos de conducta deben regir la imagen de dicho personal hacia la sociedad empezando por los mandos.

    Erradicar la “cultura basura” que hace apología del delito no soluciona en automático el terrible problema de criminalidad que vive México, pero definitivamente sí contribuirá a detener el avance de un cáncer que parece irremediable y que avanza especialmente contra las mentes de nuestros niños y jóvenes.

    Sí es posible revertir el mal a través de la educación, reconstruyendo el tejido familiar sea cual sea el tipo de familia, legislando cuando se deba legislar, aplicando justificadamente la censura y ejerciendo la autoridad ante nuestros menores. No dejemos que otros se apropien del pensamiento de nuestros niños; eduquémoslos en la justicia, en la responsabilidad, en el respeto al semejante y en la búsqueda de la verdad.

    Llevándole a una altura le mostró en un instante
    todos los reinos de la tierra; y le dijo el diablo:
    «Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos,
    porque a mí me ha sido entregada,
    y se la doy a quien quiero.
    Si, pues, me adoras, toda será tuya.»

    Jesús le respondió:
    «Esta escrito: Adorarás al Señor tu Dios
    y sólo a él darás culto.»

    (Lucas 4-5:8)

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