Uno de los grandes retos del mañana es lograr ser economías desarrolladas e innovadoras; para lograrlo se debe priorizar la inversión en innovación y desarrollo.
Sin embargo, no sólo se trata de invertir en nuevos productos y nuevos procesos o mejorar los existentes, se trata de lograr una vinculación entre la ciencia y la economía, es decir, que la investigación tenga fines productivos y no sólo se quede en los centros de investigación o las universidades.
El capital humano mexicano incluye cada vez más científicos e ingenieros, sin embargo, esto no implica que las empresas estén sacando provecho del talento mexicano. Por ejemplo, la economía mexicana se distingue por una alta concentración de empleo en la industria maquiladora, especialmente la automotriz, la cual, busca mano de obra barata y menos capital humano altamente calificado.
Según el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT), que es el organismo público del gobierno federal, encargado de promover y estimular la ciencia en la tecnología en el país, el sector privado aporta en México sólo el 32% del total del gasto nacional en investigación y desarrollo experimental. Apenas 5 de cada 100 empresas mexicanas invierte en esas áreas, lo que equivale a 1 mil 789 compañías.
En México los científicos, no terminan encontrando un espacio en donde pueden desarrollar más productos o servicios innovadores. De acuerdo con el Índice Global de Innovación 2018, México pasó del lugar 58 al 56, entre 120 países, muestra de que en México no se prioriza la innovación dentro de las empresas.
El índice de innovación se basa en dos pilares básicos: la inversión para promover la innovación y los productos obtenidos de ello. Destacando que, en México, el Estado sí ha gastado en infraestructura y en formar capital humano, sin embargo, no se logra incentivar la creación.
A nivel nacional, el mayor mecanismo de impulso a la ciencia, la tecnología y la innovación es e CONACyT, el cual ofrece recursos a través del Programa de Estímulos a la Innovación (PEI) o el Sistema Nacional de Investigadores, sin embargo, estos recursos se concentran en las universidades y en unas cuantas empresas, inhibiendo la creación científica en los pequeños emprendimientos.
En México, sin duda, se requieren mecanismos de vinculación academia empresa, propiciando que el desarrollo científico – tecnológico creado en la academia, se traduzca en mejores procesos, mejores productos y en mayor cualificación y remuneraciones en la industria.
Nancy Carbajal
Lic en Economía de la UACJ y Candidata al Grado de Maestra en Ingeniería Económica por la Universidad la Salle. Columna semanal sobre temas de economía, finanzas, política y sociedad.
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