Viernes 8:20 de la noche. Manejo mi automóvil, un Nissan March por la Col. San Antonio.
Es un vehículo pequeño de 4 cilindros, que según las especificaciones técnicas del fabricante, tiene un tanque con capacidad de 41 litros.
Hace unas cuadras, el indicador marcaba una autonomía restante de 33 kilómetros que había dejado de mostrar para parpadear en blanco, significando que estaba solo con la reserva.
Era tiempo de cargar combustible. No había más opciones, la primer gasolinera en el camino era la indicada para llenar el tanque.
Así llegué a la esquina de Grecia y Sevilla en la Colonia San Antonio, donde se encuentra la sucursal Sevilla de GazPro (Pemex Cualli 1201)
Me formé en la bomba número 2. Había un vehículo adelante, que pronto se fue y seguí en mi turno.
El despachador, un hombre de trato áspero y de aspecto mayor a la edad que después dijo tener, se acercó al automóvil, abrió la compuerta del tanque y preguntó cuánto le habría de poner…
En diversas ocasiones he escuchado que es preferible pedir unidades de 20 litros, según quienes lo dicen, porque los inspectores hacen pruebas en esta cantidad y al pedirla las máquinas están programadas para despacharla a precisión Cualquier otra cantidad o pedir en pesos genera el robo hormiga en las máquinas despachadoras.
Sin duda, una historia urbana muy difícil de comprobar para un usuario común, pero me hizo sentido desde hace años y adopte ese hábito. Nunca había tenido queja.
“40 litros de la barata”, le dije bromeando. El hombre diligentemente programó la máquina e inserto la pistola despachadora en la boca del depósito e inició la carga.
Mientras se llenaba, aprovechó para limpiar el parabrisas. Una mancha en el que hizo musitar: “esto parece chicle”, dejando un vidrio limpio con una mancha negra ahora extendida en su superficie.
Al poco tiempo, en el fondo, se escuchó como la bomba se detenía. El siguió limpiando el vidrio.
Minutos después se acercó a la bomba para darse cuenta que sólo había cargado 10.841 litros. Parecía visiblemente consternado.
Me preguntó nuevamente cuánto quería y le repetí educadamente: “le pedí 40 litros”
El hombre, aún consternado, quizá nervioso; ante mis ojos reinició la bomba.
Aún no entiendo porque no continúo la carga desde donde se quedó o si es que la máquina lo impida, pero lo que hizo fue borrar la cuenta e iniciar una carga nueva.
Así, tras unas cuentas en la calculadora del teléfono, programa en la bomba los 29 litros adicionales que entraron sin dilación en el tanque.
“40 litros”, me dijo, “son 494 con 40”.
Se habrá dado cuenta, estimado lector, que no fueron 40 litros; fueron 39.841 litros que a razón de $12.36 por cada uno, debía pagar $492.43
Sin embargo, hice caso omiso de esa diferencia y extendí dos billetes de $200 y uno de $100 y le dije: “dame 5 de cambio”. Después de todo se había esforzado en embarrar un chicle en un cristal limpio.
Abrí el switch para emprender la marcha y darme cuenta que el medidor tan sólo marca medio tanque.
Lo cierro, espero y lo vuelvo a abrir. ¡MEDIO TANQUE!.
El despachador, aún cercano, me observa y le digo “qué pasó sólo le pusiste medio tanque” y contestó “le puse lo que me dijo patrón, ahí están los recibos”.
Le mostré en el medidor que era sólo medio tanque y le mencioné que estos vehículos tienen tanque de 40 litros más reserva.
Su actitud cambió de áspera amable, a áspera nerviosa, a áspera defensiva para responder: “ yo no sé cuánto le quepa su carro”.
Sin duda, no tiene la obligación de saber las capacidades de los tanques de todos los vehículos, pero a un vehículo pequeño no le entran más de 40-45 litros. Eso es criterio común.
Sin discutir con el caballero, quien finalmente no tiene la culpa y sólo hace su trabajo, le solicité llamara a su supervisor o responsable de la estación.
En su ausencia aproveché para intentar llamar a Profeco o Comercio y preguntar qué se hacía en estos casos.
Profeco no contestaron. Comercio no tiene su número publicado en la página oficial del municipio y mis amigos sólo respondían llama a Profeco a Comercio a la fiscalía. Círculo vicioso…
Minutos después regresó el despachador acompañado de un hombre más joven que él, quien, tras explicar lo sucedido respondió, como dicen los gringos “by the book”, las mismas frases entrenadas que el despachador: “se le puso lo que pidió, ahí están los recibos”, “yo no sé cuánto le quepa su carro”.
Mi molestia crecía y el despachador se empezó a encender. Entonces les dije: “No lo tomen personal. Mi molestia es con su empresa, no con ustedes, pero si alguien que pueda resolver no se hace presente, entonces debo externar inconformidad con ustedes”. El joven encargado asentía con la cabeza mientras cruzaba la mirada con el despachador como diciendo: “calma, no pasa nada”, y terminé diciendo “¿Que vamos a hacer?”
Tomé mi celular. Accioné la cámara e intenté tomar una foto a la bomba. El despachador se me aproximó diciendo: “no puede tomar fotos”; “¿porqué no?“, le dije. “Ni que fuera prensa” respondió en tono burlón.
!Sorpresa!, “Si soy”, le dije mientras le mostraba el gafete que pendía de mi cuello. Acto siguiente me dispuse a tomar las fotos y videos que publique en mi cuenta personal de facebook.
Estábamos en eso cuando, sin más, llegó una pickup de la Policía Municipal. Los oficiales descendieron de la unidad y empezaron a indagar amablemente qué sucedía.
Pronto me di cuenta que estaban allí porque habían recibido un llamado, que por supuesto no fue mío, lo recordaría…
El joven encargado de la estación se alejó y entró a la oficina, mientras los oficiales continuaron con su indagatoria, dedicando tiempo a escuchar mi dicho.
Revisaron los tickets e hicieron la sumatoria para verificar que el despacho fue 39.841 litros en total y que mi tanque marcaba tan sólo a la mitad.
El despachador espetó, que no sabía cuánto le cabía a ese tanque, al tiempo que yo mencionaba al oficial que mi tanque es de 40 litros.
El oficial hizo lo prudente, para salir de dudas. Me preguntó si disponía de internet en mi celular y si podía buscar algo donde mostrará la capacidad del tanque de mi automóvil, lo cual hice diligentemente encontrando una referencia técnica que decía claramente 41 litros y de eso dio cuenta el oficial.
Tras unos minutos de ausencia, el joven identificado como “el responsable” de la estación regresa diciendo al despachador, frente a los oficiales y de un servidor, que había hablado con su patrón, y que decía “que si no había pagado me dejará ir y tomará mi número de placas para hacer el reporte”, todo estaba claro ahora.
Estos señores de GazPro tienen una salida preparada para casos de reclamaciones:
- Llaman a la policía para abrir un caso.
- Dejan ir al cliente sin pagar, con la policía presente atestiguando la flagrancia.
- Reporta el “robo” con la placa del vehículo.
En mi caso, no contaban con que yo ya había pagado y así se lo hice saber a los oficiales y al encargado, quien cruzando mirada con el despachador le preguntó: “¿ya te pago?”
El despachador nervioso, respondió: “con tanta presión ya ni me acuerdo, mmm creo que no.”
Tranquilo, ecuánime, sin perder el control, con la cabeza fría en el entendido de que estaba frente a defraudadores con argumentos entrenados y capaces de mentir frente a la autoridad por defender su atraco, me límite a decir: “te pague con dos billetes de $200, uno de $100 y te pedí 5 de cambio. Me cobraste $494.40”
El oficial solo dijo, ¿tiene usted sus recibos?, a lo cual asentí.
“¿Cual es su nombre y edad?” le preguntó al despachador; quien respondió: “Jorge Rojas Monárrez, 47 años”. “¿Y usted?” me dijo el oficial y respondí.
Un segundo oficial se alejó, hizo una llamada, presumiblemente a su central, relató mas o menos los hechos y regresó dirijiéndose a mí.
“¿Qué va a hacer? Le sugiero que vaya a Profeco. Este es el número de reporte, lo puede necesitar.”
En ese instante entra un llamado y salen a toda prisa a su siguiente misión. Yo me quede en el mismo lugar y empecé a documentar gráficamente lo sucedido.
Estando solos nuevamente, me pregunta el encargado “¿que va a hacer?”.
“Esperar a que me resuelvas”, le dije mientras subía a mi auto.
Minutos después se observaba un comportamiento inusual: Dejaron de atender al público, colocaron un cono gris en la bomba #1, el despachador abrió un registro de desagüe y con un recipiente sacaba agua regandola en el piso de esa bomba.
Luego se fueron a sentar a las puertas del OXXO donde permanecieron hasta que me retiré.
Al retirarme ambos pelafustanes, se levantaron de sus lugares y gritaban “bye, byeee”, “bye, byeee” mientras agitaban las manos despidiéndonos.
Hoy lunes, me presente en Profeco y levanté la queja.
La persona que me atendió muy amablemente me llamó, ni siquiera pasada la media hora de haber salido de allí y comentó que se habían puesto en contacto con la empresa y que estaban en toda la disposición de arreglar la situación…
Este relato nos da diversas lineas de pensamiento:
- Los empleados, en representación de la empresa, ¿actuaron con dolo y en un escenario ya preparado?
- De haberme ido sin pagar como insinuaron, ¿que habrían hecho? ¿reclaman a un seguro? ¿reportan el pseudo-robo inculpándome?
- ¿Hasta cuándo nos vamos a quedar callados como consumidores? Mientras estuve ahí vi tres casos en los que la bomba 1 se paraba y reiniciaban la carga. Ninguno reclamo.
- ¿Las medidas de Profeco ayudan a evitar que el problema continue o solo es un distractor para el que se queja?
- ¿Quien revisa las bombas?
- ¿Porqué no hay un numero de queja de atención inmediata para estos casos?
- ¿Comercio que papel juega?
Yo le dejo los hechos, a ustedes, queridos lectores, les corresponden los comentarios…
Litros de 627 ml
Capacidades Oficiales Nissan March
- Tanque: 41 Litros
- Rendimiento: en ciudad 14.9 km/l (TA)
Cargué:
- $39.841 en GazPro el viernes por la noche
- $18.915 en mi estación de costumbre el sábado después de haber recorrido (30 kms)
En esos 30 kms después de la carga en GazPro, según el fabricante habría consumido 2 litros.
Es decir, si cargue 39.841 menos 2 que consumí, debía tener en el tanque 37.841 al momento de cargar nuevamente el sábado los 18.915 litros que aún entraron, lo que nos dice que realmente había 23.085 lts.
Finalmente (23.085+2)/40= 627 ml
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David Gamboa
Mercadólogo por la UVM. Profesional del Marketing Digital y apasionado de las letras. Galardonado con la prestigiosa Columna de Plata de la APCJ por Columna en 2023. Es Editor General de ADN A Diario Network.