El gobierno de la Cuarta Transformación de la vida pública mexicana tiene enfrente un reto que los anteriores gobiernos han dilatado por décadas siguiendo la línea marcada por la Casa Blanca: el fenómeno migratorio y las caravanas que han emprendido el viaje desde Centroamérica hasta la frontera norte de nuestro país.
Aunque no cambia demasiado el número de migrantes que ingresan en territorio nacional cada año (cerca de medio millón) sí se transforma sustancialmente la visibilidad del fenómeno ante los hechos concretos de cruces colectivos de frontera, inflados por los medios de comunicación.
El reto real no está en los efectos tangibles del fenómeno migratorio, los cuales tardan años en evidenciarse, sino en que pone a prueba a todos los órdenes de gobierno, en donde la política exterior tiene una papel preponderante en el complejo juego de equilibrios con el Gobierno de Donald Trump y sus maniobras de presión a través de sus amplias facultades en política migratoria, utilizadas electoralmente de la manera más deshonesta, generando importantes consecuencias en la frontera y dificultando la búsqueda de soluciones a nivel regional con Centroamérica por generar condiciones de prosperidad y seguridad en nuestra frontera sur con las que contener escalonadamente la movilidad humana y por supuesto; limitar las dificultades que cualquier proceso de integración migratoria y cambio cultural tiene en lo social: sin obviar el sentimiento xenofóbico y racista de una parte de la población que ve en su hermano más débil a una amenaza.
En este momento, nos encontramos ante la colisión de cuando menos, dos narrativas que se disputan el tratamiento en torno al nuevo fenómeno migratorio: la primera motivada en el derecho internacional humanitario enfocado en una migración ordenada y segura, pero fundada en derechos humanos que pretende generar desarrollo económico aprovechando la fuerza de trabajo migrante y, la segunda, abiertamente xenofóbica que olvida que no solo han sido la desigualdad, la pobreza extrema y la violencia estructural las que han orillado a que los migrantes salgan de su país, sino también la complicidad internacional con la que México, durante el gobierno de Felipe Calderón, por ejemplo, apoyó el Golpe de Estado en Honduras que derrocó al presidente democráticamente electo Mel Zelaya en 2009 y que desató el desastre social de violencia y exilio que sufre el país centroamericano.
A pesar del complejo panorama, la Cuarta Transformación ha sabido estar a la altura de las circunstancias al poner al centro a las personas migrantes como un elemento político de firmeza y dignidad. Que nos pone por delante como un país soberano a pesar de las sistemáticas presiones de Donald Trump y sus inhumanas políticas migratorias.
Las reformas legislativas y las pretensiones políticas para posibilitar la consecución de visas de trabajo a personas migrantes, pueden ser el impulso que genere desarrollo económico regional y convertir al sur de México y al norte de Centroamérica en una región próspera que abone a la construcción de un país más fuerte en las entidades federativas que más lo necesitan. La apuesta del Canciller Marcelo es arriesgada, pero por primera vez se adelanta a una problemática global que no podemos ocultar debajo de la alfombra, y que durante las próximas décadas de ninguna manera desaparecerá.
Por ejemplo, desde el Poder Ejecutivo, la Secretaría de Relaciones Exteriores en su Comunicado No. 101 presentó una nota diplomática a la Embajada de Estados Unidos en México en la que expresa su “preocupación por la situación que impera en algunos puertos fronterizos que impactan negativamente al comercio bilateral, así como a las fuentes de empleo y a los consumidores de ambos países”.
Ademas, la Cancillería señaló la urgencia de agilizar el tránsito de bienes y personas, así como de profundizar la cooperación mutua para garantizar la eficiencia y seguridad de nuestra frontera común. Para ello, solicitó que el Comité Ejecutivo Bilateral para la Administración de la Frontera en el Siglo XXI se reúna a la brevedad. Todo lo anterior después de la rueda prensa y de las reuniones llevadas a cabo por el Consejo de Política Migratoria en donde la Secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero, el Subsecretario Alejandro Encinas, el Comisionado del INM y la Presidenta de la Comisión de Asuntos Migratorios y Fronterizos, Senadora Bertha Caraveo, en conjunto con el propio Canciller Ebrard, recogieron y analizaron las implicaciones de las presiones que está ejerciendo Donald Trump ralentizando el paso de los puentes fronterizos en clave de guerra comercial y como rédito electoral rumbo a las presidenciales estadounidenses.
Por otro lado, desde el Poder Legislativo, en el enmarcado de las acciones que se están emprendiendo desde el Senado de la República, el pasado martes 23 de abril la Senadora Bertha Alicia Caraveo presentó una Iniciativa a la Ley de Migración para añadir, junto al principio de Seguridad Nacional, el de Seguridad Humana, para garantizar la integridad de las personas que transitan por nuestro territorio, y que, por ejemplo, asegura que nunca más un niño de 6 años sea deportado sin ser acompañado a su país de origen como ocurrió en más de 5,000 ocasiones durante el gobierno de Enrique Peña Nieto. La reforma impulsada por la Senadora Bertha Caraveo nos reconcilia con lo mejor de nuestra calidad humana, pero también, con nuestras obligaciones como Estado Democrático y de Derecho.
Sin embargo, existe otro terreno de lucha más allá de acciones concretas de una nueva política migratoria más humanitaria y ejercicios parlamentarios que la armonicen; nos referimos al de la batalla cultural, en la cual, una pequeña parte de la población está comprando el marco de un sector de la ultraderecha mexicana que despliega el discurso trumpiano de odio, racismo y desprecio a las personas migrantes, en la que se replican los desplantes de desdén y se pone en marcha una violencia simbólica (e incluso física) que el sector de la blanquitud norteamericana hegemónica ha impuesto, a pesar de que arremeten de manera diaria contra los mexicanos en Estados Unidos y de la cual tanto nos hemos quejado durante décadas. Por lo tanto, merecemos repensarnos a nosotros mismos con una política migratoria propia y la cuarta transformación así lo está haciendo en un momento clave de la reconfiguración histórica de Nuestra Nación y los pueblos de Nuestra América.
Fernando Chacon
Desde los 17 años ha escrito en diferentes medios en México y Estados Unidos, como El Diario o San Diego Red.
Actualmente es asesor parlamentario en el Senado de la República y ha participado como analista político en W Radio con Loret de Mola, NTN24 en televisión colombiana, Nación 321 y El Francotirador con Nacho Lozano.
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