A poco de finalizar octubre se deja sentir el espíritu festivo del 1 y 2 de noviembre, la fiesta del día de Muertos, sin duda la fiesta más conocido de México ante el mundo. Ese sincretismo en el que se unen el placer, el dolor, la vida y la muerte. Ante una cultura que fraterniza con la muerte y que con el sentimiento a flor de piel pregona “que la vida no vale nada”.
Una declaración que no dejaría de ser sentida frase si no se pusiera en el contexto de aquellos que tras la pérdida de la salud se enfrentan al dolor, a la incertidumbre y al miedo. Pues aunada a la desventura que significa una enfermedad, en el momento en que una persona requiere de atención médica en nuestro país, pacientes y familiares entrarán en una espiral de preocupaciones y gastos. Esto ante el desmantelamiento sistemático del sistema de salud en México que se viene llevando a cabo en los últimos dos años y que no da viso alguno de mejoría.
Es una realidad que ante la incapacidad de las instituciones públicas de salud, los mexicanos hemos tenido que acudir cada vez más a la instituciones médicas de carácter privada para atender todo lo relacionado con la salud personal y familiar. Solo del 2018 al 2020, el Coneval, estimó en un 26.7 % el incremento de usuarios de consultorios médicos a todas escalas y con gran incidencia en las grandes cadenas de consultorios económicos, localizados entre las zonas urbanas y rurales más pobres y desprotegidas
Pero esto es algo que seguramente usted ya sabe. Estoy segura que en gran medida, usted o alguno de sus familiares, amigos o conocidos se han atendido de manera privada al menos una vez en el último año, y no se diga durante los 19 meses de la pandemia. En los que el colapso de la salud pública ha quedado evidenciado. Ante la incapacidad de dar atención integral a los mexicanos, ya sea por falta de camas, personal, equipamiento médico, condiciones sanitarias o materiales.
El lograr una consulta médica o una cama de hospitalización ya en sí mismo es una verdadera tortura, pero es solo el primer escalón en relación a lo que deberán de padecer quienes tienen la desdicha de ser atendidos en una institución gubernamental, ya sea IMSS, ISSSTE u Hospitales pertenecientes al Insabi donde con una alta probabilidad no recibirá el tratamiento médico adecuado a su enfermedad a causa del desabasto generalizado de medicinas que vive México desde la llegada a la presidencia de López Obrador.
Una administración que ha dejado en claro su desinterés por la salud y la vida de los mexicanos.
A nivel mundial es bien sabido la situación que padecen los enfermos de cáncer quienes prácticamente se han quedado sin los medicamentos necesarios para tratar su enfermedad, situación bien documentada por diversos organismos internacionales y la propia OMS. Las entidades que mayor porcentaje de casos reportados por desabasto de medicamentos son: Ciudad de México, Jalisco, Estado de México y Chihuahua.
A pesar de todas las promesas por parte del Presidente de la República, la falta de medicinas no ha hecho más que agudizarse mes tras mes.
Si bien, los tratamientos para el cáncer encabezan la lista de medicamentos faltantes, no son los únicos, el desabasto es seguido por los medicamentos para personas diabéticas, luego los necesarios para aquellos que recibieron algún transplante, los utilizados para tratar la hipertensión arterial, así como los requeridos para enfermedades mentales. Pero no queda ahí, la lista de faltantes es tan grande que esta el medicamento más sencillo para aliviar un simple dolor muscular se hace toda una odisea para lograr.
¿Por qué cree que de pronto México se ha llenado de consultorios y farmacias en cada esquina? Porque no hay mayor negocio que atender las áreas más sensibles y que el gobierno ha abandonado. Porque la salud, la vida y la muerte ha dejado de ser un asunto de Estado. Porque para el gobierno los enfermos y sus familias se han vuelto un enemigo.
Son incalculables las pérdidas que están sufriendo millones de familias en México, pérdidas que se traducen en vida, en salud, calidad de vida, tiempo y dinero. De pacientes que tienen que acuden en reiteradas ocasiones al Seguro Social, ISSSTE, Insabi, para volver a sus hogares con las manos vacías porque siguen sin surtir el medicamento. Pacientes con limitaciones de movilidad y que aún así deben realizar estos traslados en detrimento de su economía que se ve aún más mermada con los gastos que estas visitas en balde ocasionan o al tener que comprarlas con su propio dinero como en su gran mayoría hacen, siendo que es un derecho no solo gratuito y consagrado en la Constitución, sino un servicio pagado con el trabajo de años de trabajadores y patrones.
Creo que por apatía, desinterés y falta de humanidad será imposible conocer o dimensionar el costo que estamos pagando los mexicanos ante una política de salud sin medicinas dirigida por un gobierno criminal, para el cual al igual que la canción “la vida no vale nada”.
Claudia Vázquez Fuentes
Analista Geopolítica.
Maestra en Estudios Internacionales por la Universidad Autónoma de Barcelona.
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