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    noviembre 22, 2024 | 18:52

    Gringo de Mayo

    Publicado el

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    Admito con vergüenza que ignoro bastantes cosas sobre México. Tanto que hasta hacía poco creía que el Cinco de Mayo era el día de su independencia.  Parte de esta confusión proviene de que los Estados Unidos celebren la victoria en la Batalla de Puebla con más ruido que sus propios vecinos.

    Para muchos mexicanos afincados en Estados Unidos y sus descendientes, esta fecha es una conmemoración del orgullo latino. Para otros, el día verdaderamente grande de México es el 16 de septiembre. Es decir, su auténtica independencia. Lo otro no les parece más que una excusa con fines comerciales para vender alcohol, comida y merchandising de dudosa mexicanidad.

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    Sea como sea, muchos estadounidenses quieren sentirse mexicanos por un día. Unos por herencia y otros por diversión. En especial los universitarios que, rebautizándolo como el “Drinko de Mayo”, se dedican a destrozarse las neuronas a golpe de José Cuervo y Corona mientras devoran tacos y guacamole en cantidades industriales. Eso sí, el resto del año, el hombre anglosajón sigue obcecado en sus injustas políticas migratorias, discriminaciones sistemáticas y utilizando a la población latina como el grueso de su mano de obra barata.

    Esta “vampirización” de las tradiciones ajenas que realizan los Estados Unidos creo que tiene dos causas. Una es su necesidad cultural de crearse una identidad con elementos prestados. Es una consecuencia de su peculiar condición como país relativamente nuevo y compuesto por una amalgama de muchas nacionalidades muy diversas. Otra es la lógica de su sistema por mercantilizar cualquier cosa. Y si es posible, exportarla hasta el lugar más remoto del planeta.

    Ahí está San Patricio, que absurdamente se celebra ya hasta en el Japón. Pero quizás el caso más paradigmático es San Valentín. A pesar de tener sus orígenes en el imperio romano, fue en los recién creados Estados Unidos donde se convirtió en lo que hoy conocemos. Es decir, un día donde debe demostrarse el amor a la pareja regalando flores, bombones, tarjetas y cenando en un restaurante decente. Básicamente se trata de una prueba de fuego para medir el pulso de la relación a través del consumo. Sobretodo en estos tiempos de teléfonos hiperinteligentes y redes sociales donde uno puede hacer fotos al instante y mostrar al mundo los maravillosos regalos de su pareja.

    Una de las cosas que más me fascina de los estadounidenses es que si no existe una celebración, la inventan. Como el Viernes Negro o el ridículo Sweetest Day del Medio Oeste. El primero, ya mundialmente famoso por sus grandes rebajas, es el día con mayores ventas de todo el año. Se llama así porque las cuentas en “números rojos” de las compañías se recuperan y pasan a los “números negros” de los balances positivos. Siempre se celebra el cuarto viernes de noviembre. Es decir, después del Día de Acción de Gracias. En los últimos años, para seguir estimulando el consumo, se ha creado el Cibermonday que es igual pero realizando las compras a través de internet. Fiestas del consumo que ya están empezando a exportarse a otros países. El Sweetest Day sólo existe en unos pocos estados y nació tras la campaña de una gran empresa de dulces para aumentar sus ventas. La única idea es regalar caramelos y tarjetas, para hacer algo diferente. Por suerte, esta fecha no es popular ni dentro del país.

    Resulta curioso que Estados Unidos, al contrario que una parte importante del planeta, no celebre el Día Internacional de los Trabajadores. Sobretodo siendo una festividad cuyo origen, paradójicamente, es nacional. Aunque se comprende que un país donde el sindicalismo y la lucha por los derechos sociales están siempre en el punto de mira, no quiera celebrar la memoria de unos anarquistas ejecutados estatalmente por exigir la jornada de ocho horas diarias. Por eso la fecha se desplazó al primer lunes de septiembre bajo el nombre de “Labor Day”. Así evitaban las resonancias comunistas que por aquel entonces triunfaban en otras partes del planeta. Y aunque ese “Labor Day” es festivo, no existe negocio. Sólo se celebra que algunas personas no trabajen tres días seguidos. Las tiendas no venden cookies con la forma del Che Guevara ni camisetas que digan “Kiss me, I’m Marxist”. Aunque nunca se sabe. Si algún día los movimientos sociales generan negocio nos meterán merchandising revolucionario hasta por las orejas.

     

    Mientras tanto, tendremos que seguir pretendiendo durante veinticuatro horas (o hasta que se nos pase la borrachera) que todos somos mexicanos. Aunque uno esté más pálido que la harina y no sepa situar México en el mapa.

    Carlos Redondo

    Diplomado en cine e imagen en Madrid, desde siempre compaginó la escritura con la fotografía. Ha rodado varios cortometrajes de bajo presupuesto y participado en diversas exposiciones colectivas e individuales. También colabora con varios medios locales periodísticos y radiofónicos, tanto españoles como estadounidenses. Habitualmente publica algunos de sus trabajos en el blog www.desfabricadoenchina.blogspot.com.

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