Esta semana se cumplió la 5ta ocasión en la que, en menos de un año, mi familia hace uso del área de emergencias de la institución de salud pública a la que estamos afiliados. En menos de 10 meses, nos hemos visto en la necesidad de utilizar en repetidas ocasiones los servicios de ambulancia, urgencias, hospitalización, cirugía y recuperación.
Si bien mi papel ha sido solo el de cuidadora, estas experiencias me han dado la oportunidad de conocer, vivir y comparar el servicio y la atención recibida, con el servicio y la atención que oigo en los chistes contados por otros; la oportunidad de conocer, de ser parte de la demanda de los servicios, y poder observar el trato del personal hacia el paciente y del paciente hacia el personal y las instalaciones.
Durante estas 5 ocasiones, mi familia y yo hemos participado como cuidadores, experiencia donde hemos podido interactuar con más de 40 empleados de la institución, los cuales van desde personal de enfermería, personal administrativo, personal médico, personal de seguridad y personal de limpieza.
Nuestro tiempo se ha distribuido en diversos espacios de la institución: la sala de espera de urgencias, el área de curaciones, el área de observación y las habitaciones de pacientes (distintos pisos); así como en diversos horarios durante días enteros.
Aunque las relaciones que se dan dentro de las instituciones de salud es un tema que me intriga e interesa, antier, en mi nocturno como cuidadora pude, no solo llegar a una conclusión, sino sentirla, vivirla: estas instalaciones son tan mías como de otros pacientes. Y el cuidado o daño que yo realice, impactará en el servicio y calidad de la atención de los pacientes que vienen después de nosotros.
Mucho escuchamos sobre la atención del personal de salud hacia los empleados, pero ¿qué pasa del trato que damos nosotros como pacientes?
Antier por la tarde pude observar como un padre de familia, quien estaba sentado junto a su hija en la sala de espera de emergencias, cortaba las uñas de los pies de su hija sin preocuparse por lo que caía al piso, sin importar quien estuviera junto a él, sin considerar la higiene del lugar. Se le hizo fácil aprovechar el tiempo.
Por la noche, al subir hacia los cuartos, pude escuchar a un familiar peleándose con su paciente, quien estaba hospitalizado; los gritos llegaban a las escaleras. También, se le hizo fácil discutir a las 11 de la noche. Así como se le hizo fácil a nuestra “vecina de camilla” escuchar música a todo volumen a las 4 de la mañana.
Y es que se nos hace fácil. Se nos hace fácil no considerar que el espacio donde estamos es compartido, contemplar a quien está junto a nosotros, sus malestares y situación. Y se nos hace fácil, porque al cabo “me atienden y me voy”. Pero, ¿y los que siguen ahí? ¿Y los que trabajan ahí?
Se nos hace fácil olvidar que recibimos atención médica por parte de un sistema que está rebasado, a través de instituciones que carecen de suficiente personal y recursos para poder ofrecer los servicios que muchos pacientes desearíamos tener.
Estas 5 experiencias las dividimos en dos: aquellas experiencias causadas por la atención de los empleados de la institución y las experiencias causadas por los otros pacientes y familiares.
Lourdes Tejada
Titulada en Diseño gráfico y pasante de la Maestría en Acción Pública y Desarrollo Social. En su experiencia destaca el ser co-fundadora de una asociación civil y ser miembro fundador de una red de agrupaciones juveniles. Ganadora del Premio Nacional UVM por el Desarrollo Social, cuenta además con el Premio Estatal de la Juventud, el Reconocimiento a Mujer del Año de Ciudad Juárez y la mención de Mujer Líder de México.