Una de las maneras más efectivas de generar un entorno de progreso económico es a través de la cultura y desarrollo del emprendimiento, lo cual debe impulsarse con políticas públicas que impulsen sobre todo los proyectos innovadores de las personas.
Cuando buscamos generar ingresos por iniciativa propia creando nuevas empresas, productos, procesos o servicios hablamos de emprendimiento.
Emprender es algo inherente a la naturaleza humana, todos buscamos vivir lo mejor posible y esto está directamente ligado a satisfacer las necesidades de la vida diaria a través del trabajo productivo y de la innovación.
Un mayor emprendimiento de negocios dinamiza la economía, ayuda a paliar el desempleo, puede elevar los ingresos de las personas y ser un motor de crecimiento.
Algunos autores sugieren que el emprendimiento puede darse por necesidad o por oportunidad, la lógica nos dice que en países como el nuestro es más común el primer motivo.
Sea como sea es un hecho que a mayor iniciativa de negocios es posible generar mayor riqueza o nuevos mercados, lo que de alguna forma tendrá efectos positivos en la colectividad, de ahí la importancia de diseñar e implementar políticas públicas que mejoren la viabilidad, supervivencia y desarrollo de los proyectos de emprendimiento.
Un entorno favorable a la creación de nuevas empresas también debe procurarse por parte de los tres niveles de gobierno, así como la formulación de nuevas legislaciones que estimulen la diversificación y multiplicación de las actividades económicas.
Es decir, es necesario simplificar la apertura de nuevos negocios, desburocratizar su puesta en marcha, exentarles de impuestos y pago de derechos al menos durante un tiempo razonable, facilidad de otorgarles créditos y financiamiento de desarrollo, capacitarles y facilitarles asistencia técnica y de gestión.
Si bien es cierto que algo de eso se hizo en administraciones federales pasadas, así como de que se implementaron más recientemente programas de apoyo como tandas del bienestar y créditos a la palabra, esto ha resultado insuficiente pues los recursos destinados a este fin son muy menores a los ideales, cada vez más reducidos y sin un seguimiento técnico efectivo. Instrumentos como las incubadoras de empresas terminaron por desaparecerse.
A lo anterior agregamos la actual inexistencia de una política pública que responda integralmente a las necesidades de las personas que quieren emprender un negocio y que por lo general crearían más micro y pequeñas empresas.
La idea es que el Estado garantice condiciones de libre competencia, seguridad, complique la existencia de los oligopolios y que incentive la transferencia y generación de tecnología, que es una variable relacionada con la mayor creación de valor en las actividades de emprendimiento.
Ninguna economía próspera o que aspire a serlo puede prescindir de las startups. Los nuevos negocios, con mayor probabilidad de generar ingresos, tienen un modelo enfocado a las nuevas tecnologías y a la innovación.
La oportunidad que representa el emprendimiento para elevar la calidad de vida de las personas es real y benéfico para todos cuando se da de forma libre y natural, en condiciones de equidad y con la seguridad de poder disfrutar del fruto del trabajo. Tenemos que impulsar mucho más la iniciativa productiva de las personas y sus proyectos de innovación.
“Pues bien, Yahveh, tú eres nuestro Padre. Nosotros la arcilla, y tú nuestro alfarero, la hechura de tus manos todos nosotros.”
(Isaías 64:7)
Moisés Hernández Félix
Lic. en Administración Pública y Ciencia Política, candidato a Maestro en Administración en curso. Ha sido funcionario público federal y docente en nivel media básica y medio superior. Se especializa en gobernanza educativa y políticas públicas.
Las opiniones expresadas por los columnistas en la sección Plumas, así como los comentarios de los lectores, son responsabilidad de quien los expresa y no reflejan, necesariamente, la opinión de esta casa editorial.
