México ha dado importantes pasos hacia la inclusión y la equidad de los derechos humanos, con avances legislativos en la protección de la comunidad LGBT, pero estos progresos aún no garantizan una justicia social real. En un país donde la discriminación, la violencia y el racismo siguen siendo problemas estructurales, la verdadera inclusión de las personas LGBT no solo depende de la creación de leyes progresistas, sino de su implementación efectiva en la vida cotidiana. La agenda mexicana sobre derechos humanos, equidad y justicia social debe evolucionar para abordar de manera más profunda las desigualdades que aún enfrentan las personas LGBT, especialmente aquellas que pertenecen a comunidades marginadas.
En los últimos años, México ha sido un referente en la región por la aprobación de leyes que reconocen y protegen los derechos de las personas LGBT. Entre los avances más significativos, destacan la legalización del matrimonio igualitario en varios estados y a nivel federal, así como la reforma para permitir la adopción por parejas del mismo sexo. Sin embargo, estos logros legislativos no se han traducido de manera proporcional en una mejora en la calidad de vida de muchas personas LGBT. A pesar de que los derechos están protegidos en el papel, la discriminación social, cultural y laboral sigue siendo un obstáculo importante para la plena inclusión.
En un país donde el machismo y el patriarcado continúan siendo fuerzas dominantes, las personas LGBT, enfrentan una doble o triple carga de discriminación. Los prejuicios basados en la orientación sexual y la identidad de género se entrelazan con el racismo y la pobreza, creando un caldo de cultivo para la violencia y la exclusión social. El racismo estructural en México sigue siendo una realidad palpable y a menudo, enfrentan una violencia que no solo es física, sino también psicológica, económica y simbólica.
En este contexto, la muerte de Nasho Díaz, activista LGBT, es un triste recordatorio de las desigualdades que aún persisten, no solo en términos de violencia, sino también en el acceso a la salud y los derechos básicos. Nasho, conocido por su lucha por la visibilidad de la comunidad LGBT y por los derechos de las personas trans, falleció debido a complicaciones de salud, aparentemente derivadas de un cáncer que había estado tratando en los últimos meses. Su partida deja un vacío profundo, no solo en el activismo LGBT, sino también en el esfuerzo por construir un México más justo e inclusivo.
La partida de Nasho nos obliga a continuar con la agenda a favor de los derechos humanos, donde todas las personas tengamos acceso a una atención médica adecuada, principalmente las comunidades mas vulnerables. El acceso a la salud sigue siendo una de las áreas más desatendidas para las comunidades LGBT; Nasho fue un defensor incansable de sus derechos y los de otros, pero su muerte también nos recuerda que las luchas sociales no terminan con la aprobación de leyes, sino con su efectiva implementación en todos los aspectos de la vida.
México aún tiene mucho que avanzar para garantizar que los derechos de las personas LGBT sean respetados y protegidos de manera efectiva. La muerte de Nasho Díaz debe ser un llamado urgente para que la agenda de derechos humanos en el país se convierta en un compromiso real de justicia social. El verdadero cambio no se logra solo con leyes, sino con la transformación profunda de nuestra cultura, la erradicación de la discriminación y la creación de un entorno en el que todas las personas, independientemente de su orientación sexual o identidad de género, puedan vivir en igualdad, dignidad y respeto.
Daniela González Lara
Abogada y Dra. en Administración Pública, especializada en litigio, educación y asesoría legislativa. Experiencia como Directora de Educación y Coordinadora Jurídica en gobierno municipal.