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    noviembre 16, 2024 | 8:28

    La democracia como botín de guerra

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    Más allá de las consideraciones sobre las repercusiones económicas y la nueva redefinición del escenario internacional, lo que subyace en el conflicto Este – Oeste es el valor intrínseco de la democracia, su pertinencia, su eficacia, supervivencia.

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    Es claro que el conflicto entre dos bloques tiene el mismo fondo: la supremacía económica basada en la producción como valor supremo. Producción en ingentes cantidades, monopolio de mercados, destrucción de salarios y pauperización del mercado laboral.

    La gran diferencia estriba en la producción brutal bajo un sistema político democrático y la producción brutal bajo un sistema político autoritario.

    El conflicto Estados Unidos, China, Rusia va más allá del control de recursos, del aseguramiento de fronteras, la recesión, estancamiento y la búsqueda de reactivación económica. Su base subyacente es de carácter ideológico, una guerra que tiene en su centro la pertinencia de la democracia como el más avanzado y deseable sistema político de orden universal. Lo que veremos de ahora en adelante será un duro cuestionamiento a la democracia y su viabilidad bajo los términos en que hoy la conocemos.

    La democracia está en crisis y el autoritarismo es una peligrosa tentación cada vez más presente en muchos países. Solo en 2019 poco antes de la pandemia por Covid 19, FLACSO (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, organismo internacional) en una de sus investigaciones daba a conocer que el 40% de la población en Latinoamérica tenía serias dudas acerca de la conveniencia de la democracia como sistema político, incluso, se hablaba de lo escéptico que se mostraban en considerar que este fuera el mejor o más deseable modelo político.

    Estoy segura que si esta misma encuesta se volviese a realizar el porcentaje se vería incrementado, pues de todos es sabido que uno de los efectos de la pandemia es precisamente el debilitamiento de la democracia y las libertades individuales. El arribo de los gobiernos populistas en todo el mundo, es un síntoma de las horas bajas por las que pasa la democracia.

    El bloqueo a medios independientes especialmente cuando son críticos al gobierno en turno, la descalificación a las organizaciones civiles y organismos internacionales, el uso de un lenguaje más agresivo especialmente contra aquellos colectivos o grupos no afines, el debilitamiento al equilibrio de poderes fortaleciendo al ejecutivo y el realizar promesas de forma extremadamente “simplista” a problemas complejos, son las acciones que tienden a implementar los liderazgos de carácter populista, mismos que se han convertido en una tendencia a nivel mundial, minando la democracia e impregnando estos regímenes con un tufo de autoritarismo.

    ¡Quién podría decirlo! En los albores del S. XXI cuando se creía que el triunfo de la democracia era absoluto y que pronto Estados Unidos encabezaría al “mundo libre” donde la economía de mercado dirigiría un mundo global interconectado, el darnos cuenta con preocupación que la fractura internacional cada vez es más profunda, agrietando los pilares de la democracia.

    Pero, ¿cómo se ha originado esta situación? Lo primero a considerar es la gran autocomplacencia de gobiernos y partidos políticos, quienes dieron totalmente la espalda a sus ciudadanos, mientras los escándalos de corrupción son la constante de cada día, olvidándose de que la democracia es un sistema que exige la corresponsabilidad y la coordinación entre gobierno y ciudadanos, sencillamente la gente no puede ver como positivo un sistema que no lo atiende y que solo se sirve de ellos para enriquecer a unos cuantos.

    Luego, las constantes crisis económicas que se repiten unas tras otras tanto a nivel local como internacional y que dejan la sensación de que el modelo no funciona tan bien como nos habían prometido, que por sí sola la democracia no es garante de mejores condiciones de vida, igual que el libre mercado. Una decepción que lleva a países sobre todo pertenecientes a economías emergentes a posar su mirada no solo en Estados Unidos, sino a preguntarse qué sucede en otros países, especialmente China, Singapur, Rusia, algo que era impensable hace 2, 1 década.

    Quienes crecimos a finales del S.XX, nos tocó vivir la euforia de la globalización y el gran avance tecnológico, los cuales nos aseguraban un gran paso como humanidad para salvar las grandes desigualdades, y elevar las condiciones de vida de todos, pero al cabo de unos años vemos que eso no ha sido así, al contrario, vemos como para millones de personas han sufrido de un estancamiento en su poder adquisitivo, o peor aún, pérdida del mismo, así como el hecho de que aquellos que esperaban que sus hijos gozasen de una situación más próspera ven con frustración que esto no está siendo así.

    Y todas esas personas se decepcionan, se enojan y votan, y bajo esas circunstancias es un voto no razonado, es un voto cargado de víscera que solo busca manifestarse en contra del establishment. Y aquí es donde la gente se pregunta, cuestiona, todo aquello que hemos dado por sentado; como el valor de la democracia. Un valor que costó consolidar algunos cientos de años y que hoy se ve en riesgo.

    De manera reduccionista y más que simple, el sentimiento que permea entre los ciudadanos, es que la democracia por sí misma no es capaz de brindar seguridad, empleo bien remunerado, atención médica de calidad, vivienda digna, alimento, etc… Este sentimiento no surge de manera espontáneo viene siendo alimentado y aprovechado por toda una nueva corriente de corte populista y autoritaria que campea a nivel mundial.

    El cambio tecnológico, el empobrecimiento y el cambio climático están dando auge a los viejos nacionalismos, el mismo conflicto entre Rusia y la OTAN, atravesando Ucrania es una muestra de ello. Y sea cual sea el desenlace, la gran víctima será la democracia. China y Rusia están imponiendo su propia agenda la cual no tiene como prioridad la democracia en el mundo.

    Finalmente, el actor internacional imperante durante el último siglo ha sido Estados Unidos quien ha sido la mayor influencia y exportador de una democracia liberal, pero dentro de poco puede dejar de serlo y de erigirse China como el actor más relevante de la escena internacional, tenga por seguro que todo esto cambiará.

    Claudia Vazquez Fuentes
    Claudia Vázquez Fuentes

    Analista Geopolítica.

    Maestra en Estudios Internacionales por la Universidad Autónoma de Barcelona.


    Las opiniones expresadas por los columnistas en la sección Plumas, así como los comentarios de los lectores, son responsabilidad de quien los expresa y no reflejan, necesariamente, la opinión de esta casa editorial.

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