Un choque generacional.
En días pasados Osvaldo Rivas, estudiante de la carrera de derecho en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez señaló y denunció los comentarios discriminatorios y sexistas por parte de una docente que imparte la clase de derechos fundamentales, en donde pedía a sus alumnas asistir “depiladas” porque era “antihigiénico”.
Dichos desafortunados comentarios fueron cuestionados dentro de clase por Rivas, y le preguntó a la profesora (que también es jueza de lo civil) en dónde quedaba el derecho al libre desarrollo de la personalidad, consagrado como un derecho fundamental.
La docente optó por sugerirle en dar de ‘baja’ la clase, así como mencionó que “no echaba mano de los derechos inherentes al hombre para justificar indisciplina”, y de esas declaraciones se pueden desprender varias premisas, una de ella la intolerancia que tienen algunos profesores al preferir que el estudiante deje su materia cuando se les señala una actitud o una conducta de carácter sexista, y desde el momento que se refiere a los derechos humanos como derechos inherentes al hombre, sabemos que tratamos con una profesionista que no tiene perspectiva de género al reducir a todas las personas como hombre en medio de la onceava época en derechos humanos.
La denuncia de Osvaldo fue muy polémica y hubo algo que me llamó mucho la atención, la respuesta de otra generación de alumnos, ya abogados y abogadas litigantes ante la inconformidad de Rivas.
Muy lamentablemente, la mayoría de comentarios realizados por dichos litigantes se enfocaban en atacar a Osvaldo, llamándolo parte de la “generación de cristal”.
Es claro que la Generación Z es una muy distinta, se caracteriza por inconformarse, por cuestionar, por no aceptar cánones establecidos, ha sido una generación muy activa en movimientos sociales, tales como el feminismo, la educación gratuita, el “Black Lives Matter”, marchas de orgullo LGBTTTIQ+, por mencionar algunos.
A esta generación no le importa incomodar, pero a raíz de esa incomodidad existen muchas personas que no les parece que salgamos a la calle a exigir nuestros derechos y que no permanezcamos callados ante abusos, es por eso que nos llaman “generación de cristal”, por hablar, por alzar la voz y por no dejarnos.
Esta confrontación entre generaciones me fue muy claro en esta situación, hubo abogados que contaban en sus redes, a forma de burla, las conductas (que no son otra cosa de abuso disfrazada de “libertad de cátedra”) que experimentaron mientras estudiaban la Licenciatura en Derecho, actitudes que la Generación Z no hubiera podido aguantar, y ese es exactamente el punto, no tenemos que hacerlo.
Me resulta impresionante que sean precisamente abogados y abogadas que se molesten porque esta generación de estudiantes de derecho exija que se les respete sus derechos. Me hace dudar mucho de la manera en la que ejercen su profesión si la exigencia de nuestros derechos básicos les molesta tanto.
No obstante, hicieron una inserción pagada en un periódico local defendiendo las acciones sexistas de la maestra, algo que me cuesta mucho trabajo comprender, la incongruencia de no haberse defendido de esas actitudes que manifestaron en su tiempo, pero sí defender públicamente conductas sexistas.
En fin, parece que la Generación Z tiene aún más responsabilidad en enseñarles a los inconformes de que nos inconformemos como pueden ejercer y hacer respetar sus derechos.
Paola Jacobo
Activista.Defensora de los derechos de la mujer y promotora de la agenda de perspectiva de género en el ámbito político y social. Estudiante del último semestre de derecho en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
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