“La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado.”
— Gabriel García Márquez

No importa que tan rodeado te encuentres de eventualidades alegres y benéficas, en determinado momento, cualquier día, a veces frecuentemente, desearás que las cosas sean “como antes”.

Las circunstancias pueden ser diversas, puede que extrañes a una pareja que acabas de perder, que tus amigos ya no se reúnan tan seguido, que tus hijos hayan marchado del hogar, que terminaras la escuela, que ya no trabajaras donde mismo, o cualquier otro de todos esos muchos procesos naturales que sobrevive el ser humano.

Es el embrujo del pasado, anhelar aquello que en nuestras mentes se anexa en el archivero rosa de felicidad, los recuerdos que tenemos capturados en fotografías, cartas, obsequios, calles, plazas, y lugares en donde sucedieron.

Quisiéramos volver a estar con nuestra pareja, quisiéramos que nuestros amigos estuvieran todos juntos, sin esposos y sin hijos, que nuestros hijos regresaran al hogar y volvieran a ser pequeños, que tuviéramos que regresar a la escuela, o tener ese trabajo en donde la pasábamos tan bien.

En casos extremos, lloramos y nos torturamos, aún sin poderlo evitar, por el anhelo de que las cosas sean igual que antes; pero nada nunca es igual por mucho tiempo, estamos destinados a crecer y extrañar.

Es parte de la evolución, la vida está en movimiento y cada suceso a nuestro alrededor nos orilla a ser distintos. Las pérdidas, las ausencias, nos pueden hacer sentir suspendidos en el aire, quietos, viendo como los demás están viviendo esos momentos que nosotros ya vivimos y que quisiéramos volver a vivir; sin embargo, al meditarlo profundamente nos podemos dar cuenta que nosotros también hemos cambiado.

Y repentinamente, no sólo extrañamos a nuestra pareja, a nuestros amigos, a nuestros hijos, a nuestra escuela y a nuestro trabajo; sino también nos extrañamos a nosotros mismos, y a lo felices que parecíamos ser, y corremos el riesgo en concentrarnos en hacer todo lo posible por que todo sea “igual que antes”.

De ese modo la vida se convierte en un eterno y melancólico suspiro, añorando el pasado sin saber que sucederá mañana.

Si miras a todas las direcciones en dónde te encuentras hoy, incluso al techo y al suelo, te darás cuenta que aquello que tanto añoras ya no existe.

Es tan sólo un contexto de tu historia presente, que finalmente, es lo único que tienes. Todo lo que pase después o que haya pasado antes, es meramente virtual, y de nada sirve concentrarse demasiado tiempo en ello.
En el caso del pasado, eso es algo imposible de cambiar, pero el futuro es algo que construyes en el presente y entonces, es ahí dónde está el truco.

Hoy hazte el propósito de extrañar menos y vivir más; ese es el truco. Sal a la calle y conoce a nuevas personas, busca a tus amigos y platica de cosas distintas, haz cosas distintas, porque ya son distintos. Disfruta de tus hijos el tiempo que sea posible, no te aferres a la escuela o al trabajo que ya no tienes, mejor, concéntrate en el que quieres tener en esa realidad que aún puedes manipular: el futuro.

Despierta y vive el día, no como una continuación, no como la página tres que sigue de la pagina dos; sino como algo nuevo que sucede hoy, y que puedes esperar que sea mejor, pero nunca “igual que antes”.

Karen Cano

Escritora, feminista y periodista de Ciudad Juárez, sobreviviente de la guerra contra el narco, egresada de la Universidad Autónoma de Chihuahua, reportera desde el 2009; ha trabajado para distintos medios de comunicación y su trabajo literario ha sido publicado en Ecuador, en Perú y en distintas partes de México.